Edward Luce, analista del Financial Times y uno de los máximos conocedores de los intríngulis de la política doméstica de EE.UU., considera que el mexicanófobo/ misógino/racista multimillonario Donald Trump fue el perdedor en el primer debate del Partido Republicano en 2016 (faltan nueve debates, frente a los 24 de las anteriores primarias), si se toman […]
Edward Luce, analista del Financial Times y uno de los máximos conocedores de los intríngulis de la política doméstica de EE.UU., considera que el mexicanófobo/ misógino/racista multimillonario Donald Trump fue el perdedor en el primer debate del Partido Republicano en 2016 (faltan nueve debates, frente a los 24 de las anteriores primarias), si se toman en cuenta «claridad y genialidad (http://goo.gl/wFhLKb)». ¿Será?
En la autopsia del posdebate en los grupos de enfoque del canal Fox News consideraron a Trump rudo, carente de respuestas específicas y sin sello presidencial.
Nada nuevo a lo consabido, pero llama la atención su atractivo por ser políticamente incorrecto: malcriado multimillonario del sistema.
Fox News arrancó el récord espectacular de haber atraído a 24 millones de televidentes debido a la presencia estelar de Trump: cuatro veces más que en los debates de las primarias en 2012 (http://goo.gl/wuln3t).
Durante el debate, Trump -habituado a la Tv, habiendo tenido un programa muy popular, El aprendiz, de NBC, que le fue retirado por su ultrajante mexicanofobia que infectaba y afectaba a la audiencia- lanzó invectivas intolerables, las conocidas contra México y China, y contra sus adversarios, dentro de la pléyade de los otros 16 candidatos del Partido Republicano, a quienes injurió de títeres de sus donadores, lo cual es más que cierto, pero es impronunciable expresarlo tan crudamente al aire libre.
El formato del debate ha sido muy criticado por su flagrante discriminación interna, ya que fue dividido en dos grupos: el principal, conformado por los 10 primeros en las encuestas, y el segundo, de los otros siete que vienen rezagados y que tuvieron un careo previo que no capturó la atención de los televidentes.
Edward Luce comenta que la reacción instantánea de los expertos había sido que Trump había tenido una mala noche pero que, en forma paradójica, esto podría alimentar sus números -hasta ahora encabezaba a los otros 16 candidatos- cuando ha cruzado todas las líneas rojas convencionales.
Justamente Trump no es medible con parámetros convencionales, ya que su incorrección política deleita como una muestra de la protesta colectiva contra los partidos del establishment, lo cual se ha vuelto patrón común en Occidente debido a la desigualdad impuesta por la plutocracia global.
Trump reprochó a los políticos ser demasiado estúpidos (¡supersic!) para arreglar los problemas, por lo que los republicanos necesitaban más cerebro. ¡Qué fuerte!
Luce juzga que los otros nueve republicanos del debate estelar se desempeñaron en forma adecuada y hasta Jeb Bush, quien evitó los aguijones de Trump, se vio más fluido que de costumbre y se exhibió como el unificador de su partido y con una visión más optimista del futuro de EU. A mi juicio, Ted Cruz, el pugnaz senador canadiense-cubano-texano y equivalente latino de Trump (http://goo.gl/Jyi76S), fue opacado por el otro contendiente latino, el senador Marco Rubio.
Luce exhorta a la prudencia para no juzgar en forma precipitada el pésimo desempeño de Trump en el primer debate, por lo que habría que esperar las nuevas encuestas.
Trump ha amagado lanzarse como candidato independiente -la moda occidental-, en caso de no recibir buen trato por la maquinaria de los apparatchiks del Partido Republicano totalmente controlados por la dinastía de los Bush, lo cual concedería una gran ventaja, en la presente coyuntura, a Hillary Clinton, la favorita del Partido Demócrata. Hasta cierto punto, ya que Hillary debe superar tres enormes escollos que pueden dañar irremisiblemente su candidatura: el pestilente enigma sobre los cuatro diplomáticos de EU asesinados por los yihadistas en Bengasi (Libia); el escándalo del uso de los correos electrónicos del Departamento de Estado en forma privada y quizá negligente, y escalofriantes donativos foráneos a la fundación que dirige su carismático marido, el ex presidente Bill (http://goo.gl/CNJTyZ).
Falta ver quién será el acompañante de Hillary por la vicepresidencia. Se maneja que puede ser el mexicano Julián Castro (http://goo.gl/ATihzr).
Tales vulnerabilidades de Hillary, que sería la primera mujer en la Casa Blanca (http://goo.gl/QJZamB), en caso de solventar sus magnos obstáculos, han puesto en alerta al Partido Demócrata, que empieza a sopesar la posibilidad de la candidatura del vicepresidente Joe Biden.
La candidatura del senador demócrata Bernie Sanders, vituperado como socialista, lo cual equivale a anatema en EE.UU., ha jalado la candidatura de Hillary al centro izquierda, pero no le alcanzará para ser el nominado frente a la aplastante maquinaria de su partido.
El efecto Sanders obligó a Hillary a fustigar en forma sorprendente al capitalismo trimestral (sic) que busca resultados bursátiles contables, sin productividad real.
Las primarias de Estados Unidos suelen ser maratónicas y no siempre quien encabeza el pelotón es el agraciado final, sobre todo, en esta ocasión, más del lado republicano que del demócrata, con pocos contendientes.
A partir de su disruptiva candidatura, el tahúr Trump -dueño de casinos y vinculado a las mafias criminales de EE.UU.-, ha incrementado su fortuna a 10 mil millones de dólares que muy bien pueden lubricar su candidatura independiente.
¿Existirá realmente esa nueva especie biológica de independientes en la política tan dependiente del gran capital?
Es una realidad del sistema plutocrático, que navega con máscara democrática en un sistema decimonónico con votación indirecta, la captación de los donativos suele reflejar el resultado final.
El fenómeno Trump es «fugaz (http://goo.gl/pzNQmA)» y constituye un clamor colectivo de protesta, en especial del segmento cada vez más marginado por el multiculturalismo: los supremacistas blancos, protestantes anglosajones (WASP, por sus siglas en inglés).
Es probable que Trump simbolice el canto de cisne del supremacismo blanco frente al ascenso demográfico del determinante voto latino/mexicano.
Trump, arquetipo del tahúr de casinos, juega más a torpedear al Partido Republicano al que daña de doble manera: al alienarlo de 30 por ciento del electorado latino/mexicano de los estados clave del colegio electoral y al beneficiar a Hillary, si opta por una candidatura independiente.
Más allá del espejismo de las encuestas, en esta fase, Trump, como candidato republicano o independiente por un tercer partido, ya se suicidó desde el punto de vista electoral al haber alienado con sus invectivas inaceptables a 30 por ciento del electorado, el segmento latino/ mexicano, que cada vez más decidirá las elecciones presidenciales de EU que sufre una revolución demográfica silenciosa.
En forma impactante, The Washington Post, portavoz del establishment, delata que Bill Clinton alentó a Trump a competir por la presidencia (http://goo.gl/9EBrdX).
¿Es Trump un topo del Partido Demócrata, de las mafias de los casinos y las fétidas inmobiliarias neoyorquinas en el seno del Partido Republicano?
¿Es Trump el nuevo Ross Perot que compitió como candidato independiente por un tercer partido (el Partido Reformista) y benefició a Bill Clinton para ser ungido presidente frente a Daddy Bush?
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/08/09/opinion/010o1pol#texto