Muchos observadores de la política internacional asocian a los Clinton -Bill y Hillary- con el auge del intervencionismo, en especial del llamado «intervencionismo humanitario», violenta proyección imperialista de Estados Unidos que también permeó los períodos de gobierno de Barack Obama e hizo disminuir su aprobación popular interna, internacional e histórica. Ciertamente, los grandes descalabros militares […]
Muchos observadores de la política internacional asocian a los Clinton -Bill y Hillary- con el auge del intervencionismo, en especial del llamado «intervencionismo humanitario», violenta proyección imperialista de Estados Unidos que también permeó los períodos de gobierno de Barack Obama e hizo disminuir su aprobación popular interna, internacional e histórica.
Ciertamente, los grandes descalabros militares y los penosos desastres humanitarios que provocaron en Kosovo, Irak, Libia y Siria, contribuyeron a la derrota de Hillary Clinton por Trump pero han propagado un pronóstico – sin dudas precipitado- del obligado fin de la era actual de intervencionismo y el comienzo de otra nueva de aislacionismo en la política exterior de EEUU.
Según Marwen Bouassida, periodista tunecino residente en Cartago, la victoria de Trump en la puja por la presidencia de Estados Unidos se aprecia en el Medio Oriente como una liberación, una esperanza de cambio y una ruptura con la política belicista de Clinton, Bush y Obama. Una política que, oculta en el subterfugio de la «reconstrucción nacional», ha destruido algunas de las más antiguas naciones y civilizaciones de la tierra y para nada ha contribuido al bienestar de estos pueblos dejando en cambio miles de personas muertas en Yugoslavia, Irak, Libia o Siria.
La naturaleza selectiva de las intervenciones humanitarias refleja su naturaleza punitiva. Las sanciones se dirigen siempre contra regímenes que no le son incondicionales a la superpotencia; las intervenciones humanitarias son castigo disfrazado de ayuda; demuestran no ser más que una nueva excusa para imponer las ambiciones hegemónicas de Estados Unidos y sus aliados; han sido el nuevo fundamento para la existencia de la OTAN después del derrumbamiento de la Unión Soviética, y son una forma de atacar a Rusia y privarla de sus zonas de influencia.
Una propuesta con visión de futuro surgida en su Cumbre de La Habana en el año 2000 del Grupo de los 77 -coalición de los países del tercer mundo- formuló, en evidente rechazo de la doctrina de Clinton de 1999, un enérgico rechazo a cualquier intervención humanitaria que no respete la soberanía de los estados afectados. Enunciada a raíz de la guerra de Kosovo, la doctrina de intervención humanitaria se convirtió en la nueva fachada de la política exterior de Estados Unidos, y fue usada reiteradamente por Hillary Clinton durante su mandato como Secretaria de Estado.
Pero la derrota de Hillary Clinton y la elección de Trump no son razones suficientes para pronosticar una próxima disminución del intervencionismo.
Según Boussida, Trump es un nacionalista cuyo ascenso ha sido el resultado de una coalición anti-intervencionista dentro del partido republicano que profesa una política exterior que se basa en la utilización de la fuerza militar sólo en casos de vital necesidad para la seguridad nacional de Estados Unidos, «poniendo fin a los intentos de imponer la democracia derrocando a regímenes en el extranjero, ni participar en otras situaciones en las que no tenemos derecho a intervenir.»
Incluso presidentes en ejercicio pueden cambiar su política en el curso de su mandato, como lo hiciera George W. Bush que era un conservador republicano opuesto al intervencionismo y su política cambió tanto en el ejercicio del gobierno que llegó a ser uno de los más agresivas y brutales regímenes en la historia de la nación. Aun no están claros los vínculos de Trump con los neo-cons. Los más conocidos, Paul Wolfowitz, William Kristol y Robert Kagan, parecen haber perdido fuerza por haber apoyado la candidatura de Hillary. Pero otros, menos importantes o influyentes, parecen haber ganado por su apoyo a Trump: Dick Cheney, Norman Podhoretz y James Woolsey, su asesor y uno de los arquitectos de las guerras en el Medio Oriente, quien fuera Jefe de la CIA en el gobierno de Clinton y se unió a la campaña de Trump en los recientes comicios.
En este contexto, la derrota de Hillary Clinton y las promesas de no intervención de Trump no son razones suficientes para suponer que ha legado el fin de una era y el inicio de otra caracterizada por la disminución del intervencionismo.
El no intervencionismo prometido por Trump no equivale por necesidad a una política aislacionista. No intervenir no significa que Washington deje de proteger sus intereses estratégicos o de otro tipo en el extranjero. Podría significar que sólo intervendrá en el extranjero para defender sus propios intereses y no los de sus aliados. Es más realista suponer que mientras Estados Unidos tenga intereses en otros países del sur, no dudará en intervenir. «Pretextando llevar bienestar, la intervención humanitaria ha entregado miseria; en lugar de valores liberales, ha galvanizado recelo religioso; en vez de democracia y derechos humanos, ha instalado autocracias», según sentenció el periodista Bouassida.
Blog del autor: http://manuelyepe.wordpress.
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