Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín
Esta vez los atentados han sido en Sharm el-Sheikh. En los últimos tiempos, las explosiones han pasado a formar parte de la rutina diaria. Juzguen ustedes mismos: dos series de explosiones en Londres, atentados en los balnearios de Antalia en Turquía, explosiones en el Caúcaso Norte en Rusia, y los potentes atentados en Iraq, que se suceden casi a diario. Los políticos y la prensa, hablan cada vez con mayor entusiasmo, del «terrorismo internacional» como la principal amenaza para la humanidad, mientras la inevitable Al Qaida asume gustosa la autoría de todos los actos. Así fue en Londres, donde salió a relucir la hasta ahora desconocida división europea de Al Qaida. Así sucedió en Sharm el-Sheikh, donde la responsabilidad por los atentados la reconoció una tal: «Organización de Al Qaida en Levante y Egipto» (Levante es la denominación histórica del Mediterráneo Oriental).
Sin embargo frente a la aparente similitud, sería ilógico aceptar sin más la tesis que nos ofrece la propaganda occidental sobre la «malvada red del terrorismo internacional», y asumir su origen islámico.
La red, probablemente exista. Pero sus extremos, es muy posible, que se encuentren en manos, que nada tienen de islamistas. En cada país el extremismo político tiene sus propias raíces. Todo el mundo en Rusia parece haber comprendido, que el problema de Chechenia es fruto, no del carácter excepcionalmente violento o impetuoso de los chechenos, sino de las políticas criminales de Yeltsin y sus sucesores, que han convertido el Caúcaso Norte en foco permanente de tensión. En Turquía el origen de la violencia, se encuentra en el problema kurdo no resuelto. Es opinión generalizada que los atentados en Inglaterra son consecuencia de la participación británica en la guerra colonial en Iraq.
Pero en el caso egipcio se adivinan ciertas peculiaridades.
Para empezar, la mayoría de los muertos en los atentados del sábado son egipcios. Las explosiones se produjeron en el día del 53 aniversario de la revolución de 1952, la fiesta nacional. Cerca de Sharm el-Sheikh se encuentra la residencia de verano del presidente de Egipto. Es decir, los atentados tuvieron una orientación «interna».
Los motivos son varios. El primero, que asoma a la superficie, es la convocatoria de elecciones presidenciales para este otoño. Por primera vez se van a desarrollar con la presencia de un candidato alternativo. La autoridad en el país del actual presidente Hosni Mubarak sigue siendo alta. Lo normal es esperar que salga reelegido.
Es esto precisamente lo que no parece del gusto de aquellos a los que hastía la política independiente de Egipto, que no apoyó la invasión americana en Iraq, y que no acepta respaldar los planes estadounidenses de «democratización del Gran Oriente Próximo».
El Egipto de Mubarak, de una forma vaga pero activa, se interpone a los planes de Occidente de convertir a los países árabes en vasallos, suministradores de petróleo.
Por eso la posibilidad de que Mubarak pueda gobernar unos años más, no levanta especial entusiasmo en EE.UU. y sus aliados.
Se ha elegido el habitual instrumento de desestabilización de Egipto. Por las memorias de los agentes británicos en Oriente Próximo, sabemos que fueron precisamente los servicios secretos ingleses los que crearon en los años 30 del siglo pasado, la organización extremista de los «Hermanos Musulmanes». Desde entonces, esta organización se activa cada vez que se requiere golpear al gobierno de turno, cuando este demuestra excesiva (desde el punto de vista occidental) independencia.
Siria en su momento, cuando inició su acercamiento a la URSS, recibió la oleada terrorista, de parte de estos mismos «Hermanos Musulmanes». Desde entonces pocas cosas han cambiado. Gran bretaña -uno de los principales socios de la americana «coalición antiterrorista»- ofrece hoy al líder de la rama siria de los «Hermanos Musulmanes», la posibilidad de intervenir en las emisiones en árabe de la BBC, con llamamientos a derrocar al legítimo gobierno sirio. Lo mismo ocurre en relación con Egipto. Recientemente tuvo lugar en Londres el congreso de las fuerzas de oposición egipcias, donde nuevamente los «Hermanos Musulmanes», jugaron el papel principal.
Sin embargo el sentido de los atentados en Egipto y en otros países islámicos, probablemente sea mucho más amplio. Habría que dirigir la vista a lo que preconiza uno de los principales ideólogos de la derecha norteamericana, Charles Krauthammer. Aquí parece que nos hemos obsesionado con el sempiterno enemigo de Rusia, Zigniew Bzhezinsky. Pero a sus espaldas hace tiempo que han crecido jóvenes halcones, dispuestos a defender con más rabia si cabe, la misión imperial de los EE.UU. en el mundo. Krauthammer, consejero del presidente Bush, está convencido de que tras la caída de la URSS, la principal amenaza para la civilización occidental, está representada por el Islam. Partiendo de esta concepción estratégica se derivan los hechos concretos.
Muy probablemente, la serie de atentados en el mundo islámico (Egipto, antes Líbano, y antes aún Siria) estaría encaminada a justificar la intromisión de los EE.UU en los países árabes, sin descartar la intervención armada, con el fin de «detener la oleada terrorista».
Entonces será más fácil imponer a los pueblos de Oriente Próximo los ideales «democráticos», tras los que se oculta la aspiración de hacerse con el control total de las principales reservas estratégicas de crudo. Y si comienzan las operaciones de «democratización forzosa» contra Arabia Saudita, Siria o Irán, se argumentarán diciendo que son imprescindibles para acabar con la escalada de violencia.
¿Y qué pinta Inglaterra en todo esto?, se preguntará el lector. La respuesta puede ser ambigua. Sucede que a veces el perro muerde al dueño, quien en opinión del perro, no se ha portado todo lo bien que debiera. En segundo lugar, si se les adiestra bien, estos mordiscos, pueden ser hábilmente utilizados, para encaminar a la opinión pública de los países occidentales a apoyar las misiones de «restablecimiento del orden» en el mundo islámico.
Pero ¿dónde están los valerosos combatientes contra el terrorismo, dónde está la OTAN con todo su ejército, flota y aviación?
Todo su poderío, como nos aseguran, no está destinado a combatir a un enemigo exterior (incluyendo Rusia), sino solo para el salvamento marítimo y fundamentalmente para la lucha contra el terrorismo. Mientras la Hidra del terror no para de crecer, no observamos ningún movimiento de la valerosa OTAN. No vimos el desembarco de las tropas de la Alianza en Londres, para defender la capital inglesa de las hordas terroristas. No se hicieron a la mar los portaviones de su armada. No vimos en el cielo las nubes formadas por sus cazabombarderos. La OTAN no hace absolutamente nada. Viene a resultar, que cuanto más se refuerza la OTAN y más se fortalece su amistad con los fieles amigos de Rusia, más activa y libremente actúan los terroristas. ¿Podría ser que el objetivo fundamental de la OTAN, no fuese la lucha contra el terrorismo? ¿Podría ser que los servicios secretos de los países miembros de la OTAN, echasen una mano en determinadas acciones, a ese mismo «enemigo principal de la humanidad»?
Lógicamente, tampoco sería conveniente culpar de todas las manifestaciones de violencia política, a las intrigas sangrientas de los servicios secretos occidentales. En cada país se pueden dar sus motivaciones propias, que originen la violencia.
El mundo occidental, con su arrogante política colonial, da cada día más motivos para que surja la resistencia armada, para empujar a que cada vez haya más gente desesperada dispuesta a todo. Pero todo esto es lana de un mismo ovillo. La injusticia del actual orden mundial, la inmoralidad del mundo «civilizado» (al que están empeñados en arrastrar a Rusia), inevitablemente generará más violencia política. La salida pasa por cambiar el orden mundial existente. Empezando por nuestra propia casa. Puede que así veamos cesar el terrorismo en el Caúcaso norte. Y nuestros turistas podrán viajar sin miedo a Sharm el-Sheikh.