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De la política educativa y la cosmovisión pedagógica del conseller catalán de Educación

Dos argumentos más en torno a una dimisión no anunciada

Fuentes: Rebelión

Rosa Cañadell, la admirable y admirada portavoz del sindicato de enseñanza USTEC-STEs, ha dado cuenta1 de los motivos que vertebran la convocatoria de huelga en la enseñanza pública en Catalunya el próximo 19 de marzo2: la inadecuada e incluso inadmisible política educativa del gobierno de la Generalitat, bajo la dirección del conseller Ernest Maragall, y, […]

Rosa Cañadell, la admirable y admirada portavoz del sindicato de enseñanza USTEC-STEs, ha dado cuenta1 de los motivos que vertebran la convocatoria de huelga en la enseñanza pública en Catalunya el próximo 19 de marzo2: la inadecuada e incluso inadmisible política educativa del gobierno de la Generalitat, bajo la dirección del conseller Ernest Maragall, y, más en concreto, la nueva Ley General de Educación catalana. Cañadell apunta igualmente lo que es un clamor generalizado en el mundo educativo catalán: la petición-exigencia de dimisión del señor conseller. Además del muy negativo balance de sus planes y actuaciones, suele señalarse, con informados y contrastados argumentos, de su usual estilo autoritario: la nueva ley de educación, según han destacado irritados representantes políticos autorizados de los otros dos grupos que forman parte del gobierno tripartito catalán (ERC y ICV-EUiA), no fue consensuada ni siquiera discutida con esas fuerzas políticas aliadas, y esas mismas organizaciones han anunciado, por convicción, presión de sus bases o cálculos electorales ad hoc, la presentación de numerosas enmiendas al proyecto de Ley durante su tramitación parlamentaria, iniciativa que, desde luego, no garantiza modificación sustantiva alguna.

Así, pues, según parece, el señor conseller y sus ayudantes cocinaron la nueva Ley de Educación en solitario. Sin templar gaitas ni usar la usual cortesía entre aliados políticos, el señor Maragall, y el partido del que es dirigente, PSC-PSOE, han llevado la nueva ley al Parlament, y allí cuenta con el apoyo entusiasta, con mínima distancia teatralmente estudiada, de la responsable de Educació de CiU3, y no es imposible, aunque las estrategias electorales jueguen aquí su papel, con el parcial apoyo del PP. Las razones son fáciles de entender: la escuela privada concertada catalana, gran parte en manos de instituciones religiosas, Opus Dei y organizaciones afines no excluidas, no sólo no va a perder un ápice de sus privilegios sino que es posible que sume aún más, todavía más, en un juego donde no todos los sectores implicados pueden salir beneficiados. Parte del dinero público de la ciudadanía financia y financiará negocios privados con sus correspondientes idearios, algunos de ellos claramente anticonstitucionales cuanto menos -o además- en la práctica educativa del día al día. No sólo eso: la ley introduce la posibilidad de externalidades que ampliarían la intervención de empresas e intereses privados en la enseñanza (Escribimos «ampliarían» porque, como es sabido, algunos servicios, como la limpieza por ejemplo, son efectuados ya en colegios e institutos a través de empresas externas -¿por qué no en el futuro los servicios de conserjería, de administración, las bibliotecas, la seguridad si fuera el caso, el reciclaje lingüístico-cultural de alumnos recién llegados o las actividades de refuerzo fuera del horario escolar?-; la subordinación de los ciclos formativos a los intereses y horizontes empresariales, a través de los curricula escolares y la formación práctica en empresas, es pregonada con orgullo y satisfacción por los responsables correspondientes y la presencia de empresas privadas en la educación preescolar es mayoritaria o casi, cuanto menos en Catalunya4.

Al conseller, así lo ha manifestado en más de una ocasión, no le importa en demasía la situación de desasosiego en que vive inmersa la comunidad educativa. La placidez de su sueño no se ha alterado. En su opinión, la situación de la escuela pública5, no tiene nada que ver, ni sale perjudicada un protón ni siquiera un fotón extraviado, por el apoyo de las instituciones, de su gobierno en concreto, a la escuela privada concertada. Será que operará aquí el milagro de la multiplicación del manzano del saco de finanzas y medios: hay 10 manzanas en él, cinco para la pública, con necesidades abisales y crecientes, y cinco, así, por las buenas, destinadas a las privadas, muchas de ellas de tradición, estatus y modales exquisitos. La ayuda nasa secundaria a estas últimas, presentada o publicitada hace 30 años como provisional, subsidiaria y como tránsito momentáneo hacia un mayor dimensionamiento de la pública, no dificulta, se nos dice, una mayor concentración de medios y apoyo a las escuelas e institutos públicos, especialmente en momentos de crisis y contención, cuando no recorte, del gasto social. ¿Cómo podría darse esta situación sin ninguna intervención milagrosa y multiplicativa?

Esta nota aspira a transitar por este sendero, por el ámbito de la responsabilidad política del señor Maragall, y pretende añadir dos argumentos más que apoyen la justa (y urgente) dimisión de un conseller que ha provocado las dos (y seguramente la tercera) huelgas de enseñanza más importantes que ha tenido Catalunya en estos últimos treinta años y que deja tras de sí (o dejará tras de sí) como legado, nada más y nada menos, que la liquidación parcial de los estudios de bachillerato nocturno, el modo en que pudo estudiar el actual president de la Generalitat y personas que suscriben esta nota, supresión parcial que, por otra parte, es probable que acabe, tal como era el deseo inicial de la conselleria, en la desaparición completa del bachillerato nocturno en Catalunya y su transformación en estudios a distancia6.

Por lo demás, los dos argumentos que van a exponerse a continuación podrán parecer marginales pero es obligado advertir al lector que esa no es nuestra opinión ni intención: ambos nos parecen esenciales, tanto o más que muchas de las críticas que se han formulado con razón a la conselleria y que, aparentemente, tienen más alcance político, más proyección estratégica y más calado y profundidad críticas.

El primer argumento nos lleva a una visita y a un comentario que no ha tenido rectificación posterior. El conseller de Educación, el señor Maragall, visitó hace un año y medio aproximadamente, lamentamos no poder ser más precisos, un instituto del centro de Barcelona próximo a l’Arc del Triumf, muy cercano al parque de la Ciutadella. En este centro se imparten estudios de ESO y Bachiller. Los alumnos, en su mayor parte, provienen de familias del casco antiguo de la ciudad, un barrio pegado al paseo donde el centro se ubica. Sus orígenes y el de sus familiares es diverso. Son muchas sus procedencias, sus carencias, sus dificultades lingüísticas, son enormes las injusticias a las que se han visto o se ven sometidos sus padres o tutores, quienes, en numerosos casos, no conocen bien nuestras lenguas ni pueden ayudar a sus hijos e hijas en tareas escolares por tiempo, costumbre o por no tener conocimientos suficientes. De hecho, no pueden o no suelen acudir a reuniones educativas o de tutoría: sus horarios laborales, inacabables, lo dificultan; su desconocimiento de la situación les hace pensar que ese no es su territorio. Sienten que no pueden hacer más; sus preocupaciones esenciales son otras, sus necesidades son más perentorias. ¿Qué pueden sentir sus hijos e hijas en esas circunstancias, los alumnos del instituto del que les hablamos? Efectivamente: desamparo, falta de apoyo, rabia por las dificultades que encuentran en su aprendizaje, imposibilidad de resolver sus inevitables dudas en muchos casos, ausencia de puertas a las que llamar o acudir. No se quejan: saben que sus padres, madres o tutores no llegan, no pueden llegar donde no han podido, donde no se les ha dejado llegar.

El conseller, en su visita a este centro de secundaria barcelonés, asistió a una clase de 4º de ESO, el último curso de la enseñanza secundaria obligatoria, el que permite proseguir con estudios de ciclos o de bachillerato, y les preguntó a los alumnos qué iban a hacer cuando acabaran los cursos obligatorios. Algunos no respondieron: o no sabían o seguramente pensaban en su incorporación laboral más o menos inmediata; otros hablaron de ciclos formativos de grado medio, y tres o cuatro, poco más del 15% de la clase, levantaron la mano para indicar que ellos -creemos que eran «ellas» en todos los casos- querían estudiar bachillerato.

¿Qué harían ustedes en un caso así si hubieran sido el conseller de Educació de un gobierno que se dice de izquierdas (insistimos: de Educació y en un gobierno de izquierdas) y que, por tanto, por tradición ilustrada, cree o debe creer en la educación como medio de ilustración, de superación de injustas barreras sociales ? ¡Tres o cuatro jóvenes7, en circunstancias imposibles, quieren tocar el cielo, quieren estudiar carreras universitarias o, cuanto menos, quieren avanzar por ese sendero, aspiran a ser médicas, biólogas, cosmólogas, estudiosas de la literatura rusa del Medioevo o de la árabe contemporánea, o especialistas en Salvat-Papasseit, Aresti, Castelao, Cernuda, Foix o Neruda! Probablemente, es lo más razonable sin atisbo de duda, gritar entusiasmados, mostrar una felicidad contagiosa, abrazarles, besarles con admiración, animarles sinceramente, decirles que contarán en su admirable empeño con todo el apoyo de su departamento.

Pero, ¿no fue el caso acaso se preguntarán extrañados? No, no fue el caso. El señor conseller quiso quitarles la idea, su extravagante idea de la cabeza. Esos estudios que deseaban hacer (insistimos de nuevo: deseaban) eran poco prácticos, no les convenían, los ciclos debían ser su destino. Los hijos e hijas de trabajadores debían, deben aspirar, si es el caso, a ser mano de obra cualificada, operarios con ciclo. No más, nada más. ¿Para qué aventurarse por caminos inhóspitos? Cualquier otro objetivo obliga a moverse por senderos oníricos. Pura ensoñación: la disyunción entre realidad y deseo se disuelve con una educativa, práctica y helada ducha acelerada -emitida por un servidor público que debe estar, como es sabido, al servicio de la ciudadanía-, de docto «realismo extremo».

La pregunta que se impone -sin duda retórica, pero, sin duda también, necesaria- es la siguiente: ¿hubiera dicho el señor conseller algo parecido, no decimos igual, sólo parecido, si hubiera visitado un instituto público en otra zona de la ciudad, de más medios, con otro tipo de madres, padres o tutores, un centro, digamos, de familias con haberes y con capital cultural? ¿Hubiera lanzado el mismo mensaje en una escuela concertada religiosa como «Las felices y satisfechas esclavas de María», uno de los colegios que cuida su departamento con tanto mino, en una escuela concertada laica de élite o en una escuela privada-privada como el colegio alemán, donde, por cierto, estudian los hijos en edad escolar del actual president de Generalitat? Ustedes saben perfectamente la respuesta: ni siquiera se le hubiera pasado por la imaginación. Si hubiera cometido un error de tan calibre en un momento de despiste, en un traspiés de su dilatada historia política, el conseller hubiera pedido mil veces disculpas o se hubiera visto obligado a dimitir por presiones ciudadanas poco favorables al perdón falsario. La opinión pública de la clase media y de otros grupos sociales se hubiera cebado contra él. Pero no fue ése el territorio donde el conseller defendió su educativo consejo. El señor Maragall estaba en territorio comanche-proletario, y aquí uno puede decir lo que quiera, a quien quiera y en el tono que estime oportuno. Los que no cuentan en las cuentas tampoco cuentan en temas de instrucción y promoción del saber. Para ellos, las viejas aspiraciones clásicas: el saber por gusto al saber, el amor desinteresado por el conocimiento, los estudios poco prácticos, son músicas inaudibles. Margaritas para cerdos piensan (y dicen) algunos.

El segundo argumento para apoyar la dimisión del conseller tiene que ver también con una visita y, esta vez, con una carta del alumnado. El señor Maragall acudió en esta ocasión a un instituto de Santa Coloma de Gramenet, ciudad obrera pegada a Barcelona, a unas jornadas de Tecnolliure en las que, por cierto, dijo en su intervención inaugural que esta vez sí, que iba en serio, que el departament apostaba por el software libre. Eso sí, dos meses más tarde, en una prueba de consistencia político-lógica insuperable, se llegaba a un acuerdo informático con Microsoft, con el apoyo y presencia del president de la Generalitat y del comandante en jefe, tras Bill Gates, de la multinacional, con una de las grandes corporaciones que con más ahínco se ha opuesto y se opone al desarrollo de las finalidades de esa comunidad de científicos, tecnólogos y ciudadanos8.

El instituto en cuestión ha tenido, prácticamente desde su fundación hace cuarenta años, estudios nocturnos. Las medidas restrictivas de la conselleria harán que este curso sea el último año de estudios de bachillerato en nocturno en este centro y en toda la ciudad, una población trabajadora de unas 125.000 personas. Los alumnos que deseen (o deban) estudiar en horario de tarde-noche, o que no puedan estudiar en diurno, tendrán que hacerlo en un instituto de Badalona, otra población del área metropolitana de Barcelona, el único lugar donde se iba impartir estudios nocturnos en esa comarca, o hacerlo a distancia. Consecuencia: inevitablemente, algunos alumnos dejarán de estudiar bachillerato y abandonarán sus estudios o emprenderán el camino de los ciclos de grado medio.

Pues bien, la misma tarde de la visita un grupo de tres o cuatro estudiantes pidieron con toda cortesía imaginable, una breve entrevista con el conseller para entregarle una carta con firmas en la que protestaban argumentadamente por la eliminación del nocturno en el instituto. ¿Se imaginan que hubiéramos hecho nosotros de jóvenes, veinte años atrás? Efectivamente, hubiéramos pasado de cartas, de cortesías formales, y nos hubiéramos lanzado, tomates en mano, o incluso con procedimientos más contundentes y menos vistosos, contra el conseller, sus guardias de seguridad, sus directores generales, sus coches oficiales, su poblado séquito e incluso su retórica vacía y sus intereses ocultos.

Nada de eso hicieron. Pretendían conversar, saludar y entregar una carta. Cinco minutos, no más, acaso menos. Pues bien, el señor conseller de Educació de un gobierno que recibe sus votos y apoyos sociales de alumnos de esa extracción social, de familiares trabajadores de esos jóvenes, no se dignó recibirles mientras sí lo había hecho durante más de media hora con la dirección del centro y algunos otros profesores. ¿No tuvo tiempo? Sí tenía tiempo. ¿Estuvo mal informado de la real intención del alumnado? Estuvo bien informado. Pensó seguramente que la reunión no tenía ninguna utilidad, ninguna importancia, que para qué perder su precioso tiempo. Nada iban a conseguir, nada había que escuchar, nada iba a rectificar.

Hemos hablado de dimisiones sabiendo que la petición es, de hecho, un grito vacío, una llamada sin esco. Es imposible que el conseller dimita. No hay nada que apunte a que alguien que lleva más de 30 años habitando instituciones públicas y organizaciones partidistas presente su dimisión ante el president de la Generalitat. No hay nada que nos oriente en esa dirección.

¿Cabe pedir entonces su cese al president? Es otro imposible lógico, incluso metafísico. El president va en el mismo barco, sostiene las mismas tesis, y está encantado con la cosmovisión neoliberal de su conseller. Prueba, si fuera necesaria alguna prueba más: sus recientes declaraciones en una conferencia patrocinada por el círculo de La Caixa u organismos afines9 recomendando al presidente del gobierno español que se deje de pamplinas y apueste por una salida liberal de la crisis, admitiendo sin trampas ni cartones que era necesario dar facilidades al mercado para superar la crisis (el president Montilla citó, concretamente, la suspensión (provisional eso sí) de requisitos ambientales para empresas). El president habló de reformas en sectores claves como el mercado laboral10, el mercado de la vivienda, en sectores regulados por el gobierno central como el comercio, los transportes o la energía y en el sistema educativo. El círculo de tiza caucasiano se cierra de nuevoo.

¿Qué hacer entonces? Seguir resistiendo, seguir exigiendo lo que es justo y razonable, aunar fuerzas con un estudiantado que empieza a mover sus pies, llenar sus cabezas y a dar argumentos a su corazón, e iniciar, si es posible, otras vías de resistencia menos trilladas y acaso más efectivas y obrar, en la medida de lo posible, y creemos que hay amplio margen para ello, como si la actual política educativa de la Generalitat no fuera con nosotros. ¿Desobediencia civil? Sí, eso, desobediencia civil contra una política neoliberal conducida por un conseller que no ha recibido en parte alguna la aquiescencia ciudadana y que se ha sacado de su chistera como un personaje odioso de una Alicia en el país de las falsedades

De hecho, bien mirado, esa política no va con nosotros ni a favor de aquellos alumnos y de la ciudadanía más desamparada: el interés real de la Generalitat por los estudios secundarios obligatorios, más allá de la retórica necesaria para jalar oídos que quieren ser omplicados, sigue siendo nulo, como en tiempos de CiU, por no decir de cero absoluto. Es imposible que alguien que sepa algo de enseñanza, por remoto saber que ostente, crea verdaderamente que se puede instruir a alguien que tiene grandes deficiencias y circunstancias nada fáciles, por no decir imposibles, acompañado de otros 30 o 32 alumnos. Estos jóvenes no aspiran, no pueden aspirar a lo que sí ambicionan jóvenes y familias que el señor conseller conoce muy bien: a ser los técnicos, profesionales y ejecutivos que dirijan las grandes empresas y las instituciones más importantes del país y postulen las finalidades esenciales de la nación.

Aquellos jóvenes no podrán llegar a ser ciudadanos, no podrán vivir sin permiso a no ser que la rebeldía circule por sus venas. ¿Los profesores no debemos formarles y formarnos también en torno a estas consideraciones?

Notas:

1 Véase una entrevista con Rosa Cañadell en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=82370 

2 No es imposible que la convocatoria de este 19 de marzo pueda tener una feliz derivada: encierros en escuelas y centros ciudadanos, absolutamente necesarios, en nuestra opinión, para abonar las movilizaciones y la sal del terreno de esta lucha que no tiene un adversario fácil de doblegar.

3 Podría darse la paradoja de que la ley, si fuera el caso, fuera aprobada con los únicos votos favorables del PSC y CiU (y las probables reservas electoralistas del PP y la estudiada posición de ERC). Destacadamente, el diario AVUI, muy próximo a CiU, publicaba una entrevista con el conseller Maragall el pasado domingo 15 de marzo de 2009 de la que daba cuenta en la primera página del diario (Por lo demás, ¿sería realmente una paradoja o es una posibilidad que se está abriendo espacio a codazos, y con aplausos interesados, en el horizonte político catalán?)

4 Como es sabido, algunas de estas empresas escolares están en manos del propio PSC-PSOE -otra de sus fuentes anómalas de financiación y negocio- o de familias empresariales amigas, y cuentan con el decidido apoyo y la complicidad no siempre ocultada de numerosos regidores municipales..

5 En la citada entrevista con el diario AVUI, el titular destacado era: «Los sindicatos tienen que entender que la escuela no es de su propiedad». ¿Es esta la cuestión realmente o más bien el asunto es que el conseller debería entender que la educación preuniversitaria no es propiedad suya ni debe estar bajo sus (trasnochados) designios neoliberales?

6 Sobre este asunto, en nuestra opinión, no se han manifestado con la contundencia necesaria fuerzas la izquierda catalana. Por ejemplo, ¿la coalición ICV-EUiA la elevado preguntas al gobierno catalán sobre ello? ¿Ha amenazado, en serio, con alguna disidencia gubernamental? ¿Puedo uno sentarse en la misma mesa de un gobierno que desea eliminar los estudios nocturnos de bachillerato bajo el mando de la «contención del gasto público»?

7 Es obvio que no queremos negar el interés ni el esfuerzo ni la importancia que significa para los otros alumnos seguir estudios de ciclos formativos de grado medio. Varios de los firmantes tenemos hijos que estudian o aspirar a seguir este tipo de aprendizajes. Queremos destacar más bien la importancia de esta opción y las dificultadas que acumula por tratarse de una decisión minoritaria e infrecuente en el ámbito familiar de estas alumnas.

8 Para comprender que el asunto no es un tema de «rojos indocumentados» basta saber que el actual gobierno alemán de centro-derecha (DC-SPD) ha destinado 500 millones de euros a promocionar el software libre. Luego de que el gobierno británico anunciara su plan de adopción de este software en la administración pública, otros Estados europeos están haciendo lo propio, dejando atrás paulatinamente windows y el software privativo en general. Finalidad: pretenden contrarrestar los efectos de la crisis económica mundial y los déficits públicos, ahorrando costos y evitando subir impuestos a empresas y particulares. Del total de 500 millones, 300 milones han sido dispuestos inmediatamente para el proyecto y «200 están esperando para que el comité German Bundestages hasta que las medidas concretas sean propuestas» (http://www.mastermagazine.info/articulo/gobierno-aleman-millones.php)

9 Según diversas informaciones periodísticas (Público, La Vanguardia, El País, El Periódico), José Montilla se despojó de falsos abrigos ideológicos y expuso en su conferencia en el Cercle Financer de la Caixa un recetario económico para afrontar la crisis basado en la defensa «de un amplio paquete de reformas liberalizadoras», netamente consistentes con lo que la derecha económica y política del país ha defendido y defiende. De los asistentes, vale la pena recordarlo, cabe citar a Isidre Fainé, president de La Caixa; Narcís Serra, president de Caixa de Catalunya, Josep Oliu, president del Banc Sabadell; directivos afines como Salvador Gabarró, Rafael Villaseca o Jordi Mercader. Estuvieron también presentes, tomemos nota nuevamente, Juan Antonio Samaranch, Javier Godó, conde de Godó, José Manuel Lara y Miquel Roca.

¿Cuáles fueron las propuestas del president de un gobierno de coalición PSC-ERC-ICV-EuiA, un gobierno que dice ser de izquierdas y nacionalistas? Las siguientes:

1. VALORES: Reclamó el president espíritu de sacrificio: se deberá trabajar más sin tener que ganar más

2. «MERCADO» LABORAL: Reforma para ajustar los costes a la productividad, fomento de la movilidad de los trabajadores y revisión de los procesos de negociación colectiva

3. SANIDAD: Pensar si el modelo de gratuidad total sigue siendo sostenible actualmente.

4. ESTADO DE BIENESTAR: hay que abrir una reflexión sobre la «sostenibilidad» de este Estado de bienestar, que presupone disminución del gasto social en uno de los países europeos con menor gasto social.

5. MAYOR COMPETITIVIDAD EN EL MERCADO ENERGÉTICO: es necesario abrir un debate sobre las fuentes de energía que se pueden utilizar, no descartando de entrada la energía nuclear.

6. FUNCIONARIOS: preguntado sobre el aumento salarial de los funcionarios, el president lo consideró excesivo y apuntó que deberá replantearse en el próximo ejercicio (Es sabido que el sueldo del president de la Generalitat es mayor que el del presidente del Gobierno y uno de los más altos del Estado).

7. Opinión del empresariado catalán: «Si lo dice Zapatero con su estilo versátil, no me lo creo; pero, a este señor, sistemático y serio le creo a pies juntillas». Son palabras de un miembro de la junta del Cercle Financer de la Caixa, que estuvo en la mesa presidencial.

Efectos político: CiU aplaudió y aplaude el giro liberal de Montilla y se abre al consenso. Conjetura (¿inverosímil?): el gobierno CiU -PSC está al caer.

10 Según cuentan el señor Montilla habló, sin ninguna aclaración, de pasar de un modelo pensado para la fuerza de trabajo a «otro modelo pensado para el conocimiento». La fórmula, usada por el autor anónimo del escrito, es tan enigmática como su finalidad. ¿O acaso no es tan enigmática su finalidad y se trata, una vez más, de vindicar la pregonada sociedad del conocimiento a la Castells que significa aquí, en Occidente, en Catalunya, trabajo cualificado en precario y con explotación creciente, y desechos productivos tradicionales para el Tercer, Cuarto o Quinto Mundo?