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Dos cafés con Elías Khoury

Fuentes: Entretierras

Una persona muy querida para mí me dijo: «Cuando veas a Elías Khoury en Beirut, dile que es nuestro faro en mitad de la oscuridad». Me encuentro con él apenas dos días después de llegar, en una cafetería donde nada más entrar ya saben lo que «el ustaz» (término de respeto) va a tomar: un […]

Una persona muy querida para mí me dijo: «Cuando veas a Elías Khoury en Beirut, dile que es nuestro faro en mitad de la oscuridad».

Me encuentro con él apenas dos días después de llegar, en una cafetería donde nada más entrar ya saben lo que «el ustaz» (término de respeto) va a tomar: un expreso y una botella pequeña de agua. Trae una gran sonrisa dibujada en su rostro: un grupo de activistas palestinos ha levantado la aldea de Bab al-Shams, título de una de sus novelas en cuya página 510 (de la edición original en árabe) se puede leer:

«Es el secreto de Younes, guardadlo en el vientre de la ballena», les dijo. «Y tras tres días, tres años y tres décadas, vuestro abuelo Younes saldrá del vientre de la ballena, como salió el primer Younes, y volverá Palestina, y llamaremos a nuestro pueblo, que reconstruiremos, Bab al-Shams».

Cuando vuelvo a verle unos días después, me dice que ni él recordaba ese pasaje, y que lo ha tenido que volver a leer. Me cuenta que sus sentimientos fueron muy encontrados durante el tiempo que el campamento estuvo levantado: «Si alguien hubiera muerto, habría sido como mi muerte: es mi libro». Pero por otra parte, no puede evitar el orgullo de tener una aldea: «me voy a poner a repartir tierras», y sonríe.

Le habría gustado estar físicamente allí (mientras habla conmigo me dice sin mirarme: «No me centro, estoy en el campamento con los chicos»), pero un libanés no puede obtener un visado israelí de cualquier manera ni ir directamente desde su país, además de que él es conocido por su activismo anti-sionista de larga trayectoria («Yo me paso el día insultando a las autoridades»). Entonces le pregunto cómo ve la situación en Líbano, sobre todo en relación con la vecina Siria. Es la primera vez que un libanés me dice tan claramente: «Ma fi Lubnan» (No existe Líbano). «Desde hace décadas el proyecto fue que no existiera, mucho antes de la guerra civil». Actualmente, según dice, los dos grandes bloques políticos enfrentados (el suní y el chií) están en una especie de tregua expectantes, como hicieron al principio de las movilizaciones en Siria, cuando hubo algunas manifestaciones de apoyo a la revolución organizadas por intelectuales, sin presencia de grupos de marcada identidad religiosa.

Entonces, su mirada se pierde y dice: «La situación en Siria me entristece». «Hay algo oscuro en todo esto, algo que no entendemos, quizá algunos de los jóvenes activistas lo sepan, pero los nuestros como Yassin al-Haj Saleh no. Hay algo internacional que se nos escapa». Le digo que claramente desde el principio ha habido una conspiración contra la revolución, pero que no veo en qué modo la expansión del yihadismo o de Al-Qaeda puede beneficiar a EEUU o a Rusia. Antes de poder terminar la frase, me interrumpe: «Dudo que se vayan a expandir como para dominar el país: eso depende de la predisposición de la gente a aceptarlo». «Creo que las potencias están perdidas»: EEUU quiere un país «asfixiado», sin valor, donde la gente «solo viva por un trozo de pan diario», y Rusia quiere un país donde tener influencia, pero hay algo más. E insiste de nuevo: «Hay algo más»

«El único problema en Siria es que no hay liderazgo, la Coalición, que obligó al CNS a entrar bajo su égida porque les prometieron cosas, no ha hecho nada. No hay un líder». Si falta un programa más allá de la caída del régimen o si no hay un consenso sobre el modelo futuro de Estado «es porque no hay liderazgo». «Estoy perdido, ya no sé qué decir ni qué escribir». «El régimen va a caer, de eso no hay duda, pero parece que va a durar un tiempo». Le pregunto cuánto más va a durar. «Ha decidido destruir Damasco antes de marcharse porque ese es su verdadero apoyo». Y explica: «La idea de un estado alauí no funciona, porque si sigue ahí, mientras los alauíes luchan entre sí, es porque la burguesía suní lo apoya». Por eso, destruirá Damasco. Pero no saldrá, «será asesinado», como parece haber decidido. «No dura porque sea fuerte, sino porque hay un juego internacional detrás que lo mantiene y que se nos escapa».

Aprovechando la internacionalización de la conversación, le pregunto por el cambio de postura de Catar, que ya no pide armar a la oposición, sino una salida pacífica. Contesta sin tapujos: «Catar y Arabia Saudí han armado a lo peor y a los nuestros no les han dado nada». Como ya dijera en uno de sus artículos: los sirios están solos.

Antes de despedirme de él, le pido que me escriba algo. En apenas tres líneas desea que pronto nos encontremos, primero en Homs y después en Bab al-Shams.

Le doy el mensaje. Me pregunta el nombre del emisario y dice: «Saluda a … de mi parte».

Fuente original: http://entretierras.net/2013/01/19/dos-cafes-con-elias-khoury/