La policía se ocupa perpetuamente de detalles Montesquieu En una entrevista reciente, al alcalde de Nueva York le preguntaron sobre el posible uso de los drones para tareas de vigilancia en la ciudad. Bloomberg lo dio por hecho: «Tendremos más visibilidad y menos privacidad. No veo cómo se podría evitar». Su respuesta generó bastante polémica, […]
La policía se ocupa perpetuamente de detalles
Montesquieu
En una entrevista reciente, al alcalde de Nueva York le preguntaron sobre el posible uso de los drones para tareas de vigilancia en la ciudad. Bloomberg lo dio por hecho: «Tendremos más visibilidad y menos privacidad. No veo cómo se podría evitar». Su respuesta generó bastante polémica, en una atmósfera encendida desde que el senador Rand Paul aguantara 12 horas hablando sin parar en la tribuna para bloquear el nombramiento del nuevo director de la CIA, que se niega a garantizar que no habrá ataques con drones en suelo norteamericano. Para algunos, los drones se han convertido en el símbolo de los desbordes del poder ejecutivo, de cómo la war on terror ha hecho de la excepción el paradigma no solo de la política militar, sino de la gestión misma del orden público. Hoy resulta difícil imaginar a Obama repitiendo su chiste del año 2010, cuando se dirigió públicamente a un grupo de pop adolescente que le gustaba a sus hijas para decirles: «No os equivoquéis. Os lo diré con solo dos palabras: predator drones. No lo veréis venir». La audiencia se rió a carcajadas.
Para aquel entonces los EEUU ya habían llevado a cabo unos 300 ataques con drones solo en territorio pakistaní, matando según los cálculos del Bureau of Investigative Journalism a más de 2000 personas. Las cifras exactas son imposibles de conocer, pero es sabido que desde entonces los ataques se han multiplicado. También se sabe que los drones son solo el aspecto más visible de una aceleración tecnológica que está transformando profundamente el complejo industrial-militar norteamericano. El alcance del nuevo paradigma securitario, que se basa en la medición y modulación continua de «riesgos» abstractos y en la gestión compleja de órdenes de regularidades e interrupciones, dependerá de los avances en la computación cuántica, la robótica militar y la farmacología (hace poco, el profesor Matthew Liao alertaba en una entrevista de las investigaciones militares con el propranolol, una droga para eliminar químicamente ciertos recuerdos de los soldados, y por ende cualquier tipo de rémora moral). Claro que todo esto no genera demasiada oposición: en los EE.UU. la fobia al Estado es compatible con un militarismo visceral, y desde 2001 la palabra «seguridad» ha bastado para encauzar casi cualquier debate sobre excesos, abusos y derivas. A pesar de todo el ruido reciente, las encuestas muestran que un 65% de los ciudadanos apoya los ataques no tripulados contra «sospechosos de terrorismo». De ahí la estrategia de Bloomberg: presentar la vigilancia como algo inevitable.
La paradoja es que el reforzamiento de los aparatos securitarios del Estado va de la mano con un desmantelamiento sistemático de los programas de protección social. Es lo que explica Michaël Foessel en su libro Estado de Vigilancia: el imperativo de la seguridad se obsesiona con la vulnerabilidad de la propiedad y los cuerpos, pero ignora la precariedad y una violencia social que no deja de crecer; cuando se trata de abordar los «riesgos» inherentes a la sociedad de mercado, cada cual ha de protegerse por sí solo. Claro que no se trata de una simple oposición entre público y privado o entre el Estado y el individuo. Foessel explica que en el régimen neoliberal, la vigilancia gobierna en realidad ambos lados del espectro: a nosotros también se nos exige que estemos siempre vigilantes, que calculemos riesgos, oportunidades y amenazas, que nos hagamos responsables de nuestra seguridad y emprendedores de nuestro bienestar, que actuemos de forma egoísta, racional y previsible en el espacio «transparente» del mercado. La ciudad neoliberal es un régimen general de atención y movilización constantes. Por eso los drones que sobrevuelen Nueva York harán lo mismo que se nos exige a diario a los peatones: estar atentos a todos y a todo, hacer que lo indeterminado parezca peligroso, ansiar una vida transparente, predecible, libre de toda contingencia.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/libertades/drones-sobre-brooklyn.html