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Duele, pero

Fuentes: La Marea [Foto: Cola para acceder a un colegio electoral durante las elecciones en la Comunidad de Madrid de este 4 de mayo (Susana Vera, Reuters)]

Hasta Ferreras se había cortado el pelo, así de importantes eran estas elecciones. Perdón, es una broma de mierda que no le hace gracia ni a quien la escribe y sigue intentando encontrar consuelo donde ni pasadas las horas lo hay. Los resultados del 4M son muy duros. Hirientes.

El Partido Popular gana en todos los distritos de la capital y en 176 de los 179 municipios de la Comunidad. Prácticamente no necesita a la extrema derecha para seguir gobernando. Pero ese “prácticamente” también es palabra gratuita porque el odio sí entra, ya con todas las letras, a ser parte del mando de la región.

Aterra la victoria tanto como el mensaje. Ese de que ha rentado encadenar, primero, una sociópata gestión de la pandemia con, después, una subida de tono, ruido y desafío sin complejos a toda persona, colectivo y opción que ponga un “pero” al festín de transferencia de dinero público a manos privadas, para finalmente darle el puesto de guardián del destrozo al fascismo. Ha salido a cuenta, gritan bailando. 

Ni con esas, murmuramos aquí. Que qué más tiene que pasar, nos preguntamos. Pues por ejemplo, que el acoso mediático y físico a ministras del Gobierno central, como Irene Montero, no descanse ni en jornada electoral. Esa estrategia de intimidación no solo directa y misógina hacia personas como ella, sino también indirecta a personas comunes para que dude y se aleje de un proyecto identificado como fuente de problemas. “Si le hacemos esto a una ministra, qué no te haríamos a ti”, es la lógica. Esa violencia es en parte responsable del abandono de Pablo Iglesias de sus cargos y la política institucional. 

Trato de imaginar la sensación de tensión que debe suponer vivir en un lugar en el que no se castiga, sino que se premia tu deshumanización. Se animó a una gran participación y esta ha consolidado la victoria de quien desea, o como mínimo le trae sin cuidado, que se quiera deportar a un diputado electo por el color de su piel, por seguir poniendo ejemplos de relativamente altas esferas. Esa, o medrar gracias al miedo ajeno en oficinas, calles vacías y andenes de último metro, gracias a la ansiedad de apenas llegar al alquiler, gracias al perdón electoral de esta noche a la masacre de las residencias, es de una crueldad difícil de asumir.

Ningún “te lo dije” ha solido construir nada nunca. Había un nervio por cambiar cosas creo que fácilmente comprensible. Eran 26 años de PP en Madrid. Una entente de campaña de Más Madrid y Unidas Podemos hasta con el PSOE, el partido de Ábalos, Calvo y Calviño. Con el espejismo de un Gabilondo antifascista como si no fuera el que cambia de cámara cuando recibe el aviso del regidor. Tarde, mal y sin sal, como la cena de un martes con más sueño que hambre. 

Había ganas de pisar a fondo pero estaba el freno de mano echado. El pulso acelerado pero restos de ceniza por todos lados. Había quizá esperanza en que para muchas personas, en mitad de una crisis de tiempo y de bienestar emocional inédita a nuestros ojos, el derecho a voto se convirtiera en único recurso a la participación política. Y en que eso significase lo que no ha significado.

Quedarnos ahí sería traicionar nuestro amor propio. Repito que duele no solo por los datos. Pero estos también dicen que Mónica García –cuyo partido seguramente haya sabido conectar con “nuevas” preocupaciones como la crisis climática o la salud mental– y Pablo Iglesias han sumado conjuntamente 220.000 votos más que en las anteriores elecciones. 

Quedarnos ahí sería pobre. Solo quien se haya podido permitir pasar las últimas semanas de vacaciones en su ombligo se ha perdido un paso al frente contra los discursos –y hechos– de odio. Una especie de activación de dignidades puede que amenazadas pero nunca perdidas. Se ha puesto energía y deseo sincero, eso que llamamos ilusión, que es algo de lo que nunca debemos avergonzarnos. Los tiempos cuentan, existen los duelos y crujen las articulaciones ahora. Pero hay, decía Pessoa, que hacer de la caída un paso de danza.

Fuente: https://www.lamarea.com/2021/05/05/duele-pero/