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Ocultismo, trumpismo y lucha por el socialismo

Educación en crisis y pandemia capitalista

Fuentes: Viento Sur

Mientras la pandemia hace estragos como Grendel en la sala de hidromiel de Hrothgar, rey de los daneses, EE.UU. parece carecer de un héroe capaz de matar al monstruo vírico que ha aterrorizado al país, apilando hasta la fecha casi medio millón de cadáveres en el carro de la peste.

Con la gente blanca corriendo a los barrios latinos pobres para conseguir citas para la vacuna covid-19* y el país en un caos político, EE UU se encuentra actualmente engullido por teóricos de la conspiración, por los que cargan sus pistolas y por los enloquecidos partidarios de Trump, vestidos con trajes militares y empuñando sus AR-15, gritando venganza por unas elecciones que creen que han sido robadas, aunque no hay pruebas de fraude generalizado.

Mostrando su típica rabia incandescente al salir de la Casa Blanca en desgracia, dejando el legado de su presidencia al juicio de los medios de comunicación a los que ha demonizado como “el enemigo del Estado”, el rey Donald se retira a su palacio de Florida para planear su venganza. El presidente Biden intercede, mirando fijamente a la cámara de televisión con ojos viscosos, estabilizando su frágil estructura de 77 años para asumir la enormidad de la tarea de conseguir que se vacunen suficientes estadounidenses para acabar con la pandemia y dar una apariencia de unidad al país. Mientras Biden toma las riendas de su ansiada presidencia (y solo podemos desear que no olvide sus muchos fracasos políticos como vicepresidente bajo el mandato de Obama), un número abrumador de senadores republicanos proclama su apoyo a Trump con un fervor casi religioso, y jura no apoyar el impeachment. Con el recuerdo del ataque al Capitolio por parte de los fanáticos de Trump (planeado y coordinado por operativos de la Casa Blanca y miembros del ejército y la policía, y cuyos participantes eran desproporcionadamente militares y exmilitares) todavía ardiendo en nuestros cerebros cívicos, los estadounidenses y sus vecinos del Norte se tambalean por las recientes encuestas que muestran que uno de cada cuatro estadounidenses (y uno de cada cinco canadienses) cree que la democracia es una mala forma de dirigir el país y preferiría que un hombre fuerte (es decir, un fascista) tomara las decisiones sin la interferencia de las elecciones.

Lo más aterrador de esta nueva realidad es que casi la mitad de los millennials comparte esa opinión. Como revela Joel Westheimer, “la democracia, al parecer, no es antediluviana”. La nueva Administración Biden se enfrenta a un número creciente de partidarios de Trump radicalizados por el culto conspirativo QAnon, una organización con cabeza de hidra y numerosos tentáculos que tiene afinidad con las raíces ocultas del nazismo que profetizaba a Hitler como el salvador divinamente ungido de Alemania. Contar mentiras conspirativas llena el acuífero de la política estadounidense actual y alimenta todas las corrientes subterráneas de la gobernanza cívica.

Tras publicar seductoras fotos de campaña en las que aparecía blandiendo un rifle de asalto AR-15, Marjorie Taylor Greene fue elegida para representar al 14º Distrito del Congreso de Georgia en noviembre. Ha sido acusada de amplificar las teorías conspirativas de QAnon, según las cuales los atentados del 11 de septiembre fueron un trabajo interno y el tiroteo masivo en la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas nunca ocurrió, sino que fue un montaje llevado a cabo por actores pagados. Greene grabó un vídeo en el que pedía que se ejecutara a la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi, y difundió una teoría conspirativa llamada frazzledrip que acusa a la exsecretaria Hillary Clinton de asesinar a niños.

Otros sectarios de QAnon creen que la élite global liderada por George Soros está cosechando sangre de niños por el mundo, que Angela Merkel es la nieta de Hitler, Justin Trudeau es el hijo de Fidel Castro, Vladimir Putin es la reencarnación de Rasputín y Bill Gates está planeando usar tinta invisible para tatuar el estado de vacunación en la piel de los niños. Un memorando que publicó el FBI en mayo identificó a QAnon como una potencial amenaza de terrorismo a nivel nacional, citando al menos dos incidentes que conectan a QAnon con la planificación y ejecución de actos violentos. Hasta la fecha, el Partido Republicano no ha denunciado oficialmente a Greene –de hecho, fue seleccionada para formar parte de un importante comité de educación– y muchos congresistas republicanos parecen apoyarla, insistiendo en que el Partido Republicano está comprometido con apoyar la diversidad.

Biden, en el fondo un capitalista neoliberal, se enfrenta al enorme reto de ayudar a la recuperación de la economía. La evolución de los ingresos entre 1975 y 2018 ha revelado una transferencia de riqueza de la clase trabajadora a la clase propietaria estimada por la Rand Corporation en 47 billones de dólares (Price y Edwards, 2020). Se han redistribuido casi 50 billones de dólares de la clase trabajadora al 1% más rico de EE UU. Esta desigualdad roba 2,5 billones de dólares a los trabajadores cada año (un crecimiento equitativo contrafactual). Este robo ejemplifica el legado actual del capitalismo neoliberal.

A pesar de cierta polarización intrapartidaria, las encuestas revelan que el 70% de los republicanos sigue apoyando firmemente a Trump, que en estos días se parece más al hombre fuerte de La Strada de Fellini que a un Mussolini con la mandíbula desencajada presidiendo el balcón de Piazza Venezia, pero que se ha convertido en un líder genuinamente neofascista que ahora utiliza el mantra de las elecciones robadas como medio para apoyar la violencia política contra sus enemigos: los demócratas y cualquier republicano que se le oponga. Trump es responsable de la mayor parte de las 400.000 muertes por la covid-19, debido a su constante sabotaje de la respuesta de la comunidad médica a la pandemia. Sin embargo, incluso aquellos republicanos que critican el autoritarismo de Trump y su fallida respuesta a la pandemia apoyan muchas de sus políticas de extrema derecha a nivel nacional y continúan besando el látigo de Trump con sus halagadoras demostraciones de obediencia servil al desatado Dios del Caos.

La actual crisis global del sistema capitalista desencadenada por la pandemia debe verse en el contexto de la crisis internacional del capitalismo manifestada en todos los países del globo, desnudando las mentiras que sostienen los intereses sociales y políticos de la clase dominante. Merece la pena repetir que la crisis del capitalismo no es un rasgo idiosincrásico provocado por un excéntrico político neofascista que lleva loción bronceadora, que se laca el pelo en un formidable casco y que disfruta pontificando en los mítines masivos de sus frenéticos seguidores. Más bien, la crisis del capitalismo ha sido un proceso históricamente prolongado, ya que la pobreza masiva y la desigualdad social se han ido expandiendo progresivamente en EE UU durante décadas, y hay que reconocer que el capitalismo debe entenderse no en términos de su tendencia a las crisis cíclicas o a las crisis sistémicas, sino en términos de una crisis estructural mundial, una crisis que ya no puede resolverse dentro de las propias relaciones sociales capitalistas.

El sistema político de EE UU está inextricablemente conectado con el mantenimiento de su estatus como la mayor potencia económica y militar del mundo. A medida que el imperio estadounidense comenzó a enfrentar su inevitable erosión (después de treinta años de guerra ininterrumpida llevada a cabo en Oriente Medio y Asia Central) como potencia hegemónica global indiscutible en un mundo unipolar, actualmente con graves desafíos procedentes de China, la contrarrevolución fascista estaba destinada a seguir mientras los partidos políticos establecidos pudieran mantener al socialismo en el punto de mira como un mal que debe ser resistido a toda costa. Y esta tarea cayó justo en la jurisdicción de Trump, ya que sus actuaciones de hombre fuerte demostraron no solo que encajaba perfectamente dentro de su casa política, sino que se convirtieron en un lugar oportuno en el que su ego maníaco podría obtener suficientes caricias como el ser humano más poderoso del mundo en el escenario mundial. El talón de Aquiles de Trump fue, por supuesto, su insensible respuesta a la pandemia mundial, ya que su administración estaba obviamente más preocupada por proteger los mercados que por salvar vidas (North, 2021).

Los republicanos están utilizando la controversia sobre la prioridad de la vacunación para atacar a las escuelas públicas

Las fuerzas objetivas pospandémicas que apuntan a la necesidad del socialismo hoy son fuertes, pero las fuerzas subjetivas en EE UU para el socialismo son frágiles y se inclinan claramente hacia el fascismo. ¿Qué significa esto para la educación estadounidense? Por supuesto, hay una letanía de sugerencias de los críticos del establishment neoliberal para mejorar la educación de los trabajadores: adquirir experiencia en competencias digitales o de resolución de problemas, producir programas de formación superior para ayudar a los trabajadores y a los directivos a sobresalir en las tecnologías de automatización que permiten a las industrias ser más eficientes, ayudar a las industrias a mantenerse al día con las últimas tecnologías de ahorro de mano de obra y proporcionar a los trabajadores incentivos para lograr la alfabetización computacional que pueda ayudarles a reciclarse cuando los puestos de trabajo se pierdan por la automatización. Para quienes se niegan a considerar una alternativa socialista al capitalismo, estas sugerencias tienen sentido y las escuchamos constantemente. Pero esto no nos va a salvar de la crisis global del capitalismo y del futuro de la democracia.

Biden comienza su presidencia con los profesores amenazando con no volver a la enseñanza presencial sin que existan suficientes salvaguardias para proteger a docentes y alumnos de la covid-19. Al mismo tiempo, hay una reacción contra el profesorado que insiste en tener prioridad para las vacunas, y los debates que se están produciendo en torno a qué grupo debe ser vacunado primero –ciudadanos de la tercera edad, trabajadores agrícolas, trabajadores del transporte o trabajadores de la sanidad– suponen un reto logístico y de justicia social para el país ante los limitados e iniciales suministros de vacunas. Los republicanos están utilizando la controversia sobre la prioridad de la vacunación para atacar a las escuelas públicas y promover las escuelas privadas, religiosas y concertadas.

Muchas escuelas religiosas privadas suelen emplear requisitos de admisión y contratación que no son aceptables en las escuelas públicas, como planes de estudio anticientíficos y libros de texto que promueven la religión. Algunas de estas escuelas rechazan a las y los estudiantes si han abortado o han ayudado a alguien a hacerlo. Algunos colegios concertados se niegan a admitir a estudiantes homosexuales o bisexuales. Algunas escuelas religiosas exigen que los padres asistan a la iglesia de la escuela. El dinero de los contribuyentes no debería apoyar a las escuelas que se adhieren a estas prácticas discriminatorias. El propósito de las escuelas públicas es garantizar que estudiantes de todas las religiones y orígenes tengan acceso a una educación gratuita de calidad. Pero las escuelas públicas están siendo socavadas por el movimiento de elección de escuela, detrayendo fondos a las escuelas públicas que ya tienen problemas y utilizándolos para apoyar la educación privada. Por ejemplo, Trump recortó el presupuesto de educación en un 13,5%, pero amplió la financiación de las escuelas concertadas y privadas en 9.200 millones de dólares, mientras que al mismo tiempo recortó los fondos para la formación de profesores y los programas extraescolares en las escuelas públicas.

La multimillonaria secretaria de Educación de Trump, Betsy DeVos, fue el ejemplo perfecto de las anteojeras neoliberales que impidieron cualquier incursión inteligible o seria en los debates sobre educación. Estaba perfectamente contenta con trabajar dentro del modelo vertical, tecnocrático y de consumo/empresa de la educación que ha envenenado la educación de oficios liberales en todo el país, como se ha demostrado con la falta de un salario digno para los instructores a tiempo parcial y los trabajadores precarios de la educación, la disminución de las prestaciones médicas y la deuda masiva estudiantil. DeVos estaba especialmente preocupada por el socialismo, argumentando que las escuelas públicas estaban subvirtiendo los valores familiares al no reforzar las creencias religiosas de los cristianos conservadores. El apoyo de DeVos a los valores cristianos conservadores y a la privatización del sistema educativo no es una sorpresa, dado que fue criada en la tradición de la Iglesia Cristiana Reformada, una denominación calvinista holandesa, conservadora, poco conocida (Rizga, 2017). Betsy DeVos quería que los contribuyentes pagaran para que cualquier estudiante asistiera a las escuelas concertadas, a pesar de que están gobernadas por consejos designados y frecuentemente dirigidas por empresas privadas. Esto suele dejar a las escuelas públicas con un número desproporcionado de estudiantes en riesgo y con menos fondos. Trump propuso dedicar 20.000 millones de dólares para ayudar a los estudiantes a pasar de las que consideraba escuelas públicas fallidas a las privadas.

Este desafío es imposible sin una alfabetización mediática crítica que pueda cuestionar las grandes mentiras.

Durante el mes de agosto de 2019, el New York Times publicó el Proyecto 1619 que preocupó mucho a la Administración Trump y a los conservadores de todo el país. El Proyecto 1619 pretende replantear la narrativa nacional de EE UU. El proyecto se publicó por primera vez en agosto de 2019 con motivo del 400 aniversario de la llegada de los primeros africanos esclavizados a la colonia de Virginia. El proyecto incluyó posteriormente un artículo de gran formato, eventos en vivo y un podcast. El Proyecto 1619 explora la historia americana a través de un encuadre afroamericano que sitúa en el centro de la fundación de EE UU los horrores del racismo y la esclavitud. Aquí, el ideal estadounidense de que todos somos creados iguales se ve forzosamente cuestionado por la realidad de que el país se ha fundado, en muchos sentidos, sobre los brutales legados de la violencia racializada. Trump respondió creando una comisión por orden ejecutiva –la Comisión 1776– para promover la educación patriótica y para atacar con saña el supuesto relato calumnioso y antipatriótico de la izquierda sobre la historia de EE UU. El informe seudohistórico de Trump, inexacto, engañoso y que tergiversa los hechos, fue repudiado por Biden tras asumir el cargo en 2021.

El desafío para los educadores revolucionarios críticos

Los educadores críticos pueden asumir la lucha por crear un currículo liberador haciendo hincapié en un sector educativo nacionalizado y no neoliberal y en la creación de una educación gratuita basada en principios cooperativos (Maisuria y Helmes, 2020). Dicho plan de estudios debe estar orientado a la construcción del socialismo, distinguiéndose claramente de la reforma educativa progresista que se centra en la reforma de la escuela capitalista –trasladando los recursos del capital al trabajo–, pero dejando las relaciones sociales de producción en gran medida sin cuestionar. El reto más apremiante en la creación de un nuevo universo social pospandémico implica la lucha contra el cambio climático que suponen las emisiones de carbono y la extracción de recursos naturales facilitada por la tecnología; esto debe ser concomitante con los esfuerzos por eliminar la amenaza de las armas nucleares (Mecklin, 2020). Estas dos amenazas existenciales tienen que ser enfrentadas con furor educativo.

Este desafío es imposible sin una alfabetización mediática crítica que pueda cuestionar las grandes mentiras y el virus de la posverdad que infectan el universo mediático. Estamos hablando aquí de la ecosfera de la información y de la actual infodemia que está promulgando las teorías de la conspiración y que están prolongando e intensificando el daño causado por la pandemia y el cambio climático al sugerir que no son reales, que fueron creados por el Estado profundo con el único propósito de proporcionar cobertura para una mayor consolidación e intensificación del Estado de vigilancia. Por supuesto, el Estado de vigilancia es un problema real y persistente, y ahora se está viendo reforzado por enfoques basados en datos, como los análisis predictivos extraídos de las operaciones militares –como la policía predictiva basada en las personas– que se basan en los grandes datos para prevenir la delincuencia y la insurgencia. Y aunque el Estado de vigilancia es un obstáculo real para los derechos civiles, no puede utilizarse en sí mismo como tapadera para demonizar todas las posturas adoptadas por los liberales y progresistas, como los imperativos del uso de máscaras y el distanciamiento físico para evitar el contagio de covid-19. Millones de personas en todo el mundo se están conectando a través de dispositivos móviles con una potencia de procesamiento, una capacidad de almacenamiento y un acceso al conocimiento sin precedentes, todo ello agravado por los nuevos descubrimientos en los campos de la inteligencia artificial, la robótica, el Internet de las cosas, los vehículos autónomos, la impresión en 3D, la nanotecnología, la biotecnología, la ciencia de los materiales, el almacenamiento de energía y la computación cuántica, que nos están convirtiendo en ciudadanos consumidores, y controlando nuestras decisiones e impactando en nuestra conciencia colectiva y moral. Nos encontramos ante una cuarta revolución industrial, caracterizada por una fusión de tecnologías que está desdibujando los límites entre las esferas física, digital y biológica.

Lo más importante es que las iniciativas educativas en nuestras escuelas se centren en evitar que estos nuevos avances tecnológicos de la cuarta revolución industrial sigan racionalizando, legitimando y consolidando la lógica del capital y sus mecanismos de producción y distribución (es decir, la financiarización) que solo servirán para promover los intereses del 1% de la población mundial. Estas tecnologías deben ponerse al servicio de la creación de un universo social que no se base en la producción de valor y la riqueza monetizada, sino en la reimaginación y reorganización de nuestras infraestructuras económicas y sociales. La sociedad, la cultura y las relaciones sociales de producción deben ser vistas como inextricablemente interconectadas, como enredadas, por usar un término popular de la física cuántica. En consecuencia, el racismo y la desigualdad sistémicos deben entenderse como vinculados a las relaciones sociales de producción, al sistema legal y al sistema de justicia penal; no son simplemente sintomáticos de puntos de vista o comportamientos personales subjetivos. El racismo, la homofobia, la misoginia, la misantropía y la misología deben ser examinados por su interrelación, incluyendo los mitos generados históricamente que han servido para legitimarlos.

Solo impulsando una acción política masiva de la clase trabajadora podremos avanzar y construir un verdadero socialismo. La mayoría de los estadounidenses de hoy dudan en abrazar el socialismo porque lo asocian con regímenes totalitarios comunistas como China o la antigua Unión Soviética. Un examen minucioso de estos regímenes revela que son capitalistas de Estado más que verdaderamente socialistas, y que están muy alejados de las ideas socialistas que animaron la obra de Karl Marx y sus antepasados socialistas (Dunayevskaya, 1958). Los socialistas de la educación popular tienen pruebas claras y actuales de cómo la pandemia ha asolado de forma desproporcionada a las comunidades de color en términos de disponibilidad y calidad del tratamiento hospitalario debido a las condiciones ambientales de los barrios obreros negros y latinos, y a una predisposición engendrada por el capitalismo a enfermedades como el asma que hacen a los negros y latinos altamente vulnerables a la covid-19.

La cuestión generadora que impulsa un plan de estudios liberador es la comprensión de los diversos sistemas de mediación que nos han producido como seres humanos obedientes y autocensurados del siglo XXI, que parecen indefensos ante los llamamientos nacionalistas a soluciones militares para los problemas globales, de los ataques chovinistas de la supremacía blanca contra la gente de color, de las narrativas que defienden el nacionalismo, el aislacionismo y el excepcionalismo estadounidense. Claramente necesitamos una educación que pueda hacer que la lucha socialista se desplace desde una clase en sí a una clase para sí, es decir, a una clase que persiga activamente sus propios intereses, siguiendo los imperativos de la deliberación crítico-dialógica sobre cómo debería ser nuestro futuro socialista. Necesitamos un movimiento de masas desde abajo para contrarrestar la digitalización mucho más avanzada de toda la economía y la sociedad mundial actual, que ha utilizado la aplicación de las tecnologías de la cuarta revolución industrial lideradas por la inteligencia artificial (IA) y el análisis del Big Data (aprendizaje automático, automatización y robótica, nanotecnología y biotecnología, computación cuántica y en la nube, impresión 3D, realidad virtual, nuevas formas de almacenamiento de energía, etc.) para sus propios intereses de clase dominante. No será tarea fácil, pero es una tarea necesaria, ya que seguiremos luchando contra la formación de un Estado de vigilancia global a través de los reinos digitales que tecnoblanquea atrozmente el racismo al servicio de la prevención del crimen y la seguridad nacional.

El sociólogo William Robinson (2020) ha advertido que en la época de la pandemia podemos ver la aceleración de la reestructuración digital “que puede esperarse que dé lugar a una vasta expansión de los servicios digitales con mano de obra reducida o sin mano de obra, incluyendo todo tipo de nuevos acuerdos de teletrabajo, entrega de drones, comercio sin dinero en efectivo, fintech (finanzas digitalizadas), seguimiento y otras formas de vigilancia, servicios médicos y legales automatizados, y enseñanza a distancia con instrucción pregrabada”. Robinson también señala que “la economía global pospandémica implicará ahora una aplicación más rápida y expansiva de la digitalización a todos los aspectos de la sociedad global, incluyendo la guerra y la represión” (2020). Si podemos hacer que la ciencia posdigital trabaje en favor de los intereses de las y los oprimidos, y no de los guardianes corporativos de la clase capitalista transnacional, entonces seríamos tontos si no intentáramos fortalecer nuestro sistema inmunológico comunal.

Aquí apreciamos cómo la autoactividad espontánea o las prácticas de masas, como el reciente levantamiento de Black Lives Matter provocado por el asesinato de George Floyd, son también expresiones potenciales de nuevos desarrollos teóricos, así como de nuevas estrategias y tácticas, de modo que podemos observar cómo el movimiento desde la práctica es también una forma de teoría. Y la práctica es también una forma de hacer historia, ya que “la historia misma debe entenderse como en esencia un objeto de la práctica humana… La acción adquiere un significado universal, que va más allá del mundo social para afectar al ser como tal” (Feenberg, 2014: 66).

¿Qué significa poner en práctica una pedagogía de la liberación? A lo largo de las décadas, los pedagogos críticos han repensado la idea de los profesores como intelectuales públicos y transformadores (Henry Giroux), como investigadores (Joe Kincheloe) y como trabajadores culturales. Josh Winn y Mike Neary han contribuido al importante proyecto de convertir la universidad de una corporación neoliberal a una cooperativa de trabajo con profesores y estudiantes como productores, como agentes protagonistas que promueven el desarrollo del socialismo para los comunes, para el bien público. Profesores y alumnado se convierten juntos en agentes activos de la historia. En lugar de permitir que la historia actúe sobre ellos, actúan sobre la historia, en una danza dialéctica de praxis revolucionaria. Los campus universitarios pueden –y deben, en mi opinión– convertirse en lugares de solidaridad con los movimientos sociales, nuevos y antiguos, así como con los sindicatos de trabajadores y de profesores que puedan estar abiertos a alternativas socialistas. Se han propuesto nuevas iniciativas para reimaginar las universidades sobre el modelo de la cooperativa de trabajo en lugar de la corporación y en la línea del estudiante como productor. Los valores cooperativos que podrían informar el nuevo diseño de la universidad incluirían, según Joss Winn, autoayuda, autorresponsabilidad, democracia, igualdad, equidad y solidaridad. Los principios son: afiliación voluntaria y abierta; control democrático de los miembros; participación económica de los miembros; autonomía e independencia; educación, formación e información; cooperación entre cooperativas, y preocupación por la comunidad.

Tal como están, las universidades son empleadores capitalistas que reproducen el trabajo académico en forma de trabajo estudiantil

La plataforma para construir cooperativas de trabajo y para repensar la idea misma de trabajo académico en la era del capitalismo cognitivo sería, en este modelo, el movimiento cooperativo internacional (Winn, 2015). Tal como están, las universidades son empleadores capitalistas que reproducen el trabajo académico en forma de trabajo estudiantil. Según Winn, el conocimiento que se produce en esta forma de organización se alimenta a través de la producción de valor y existe principalmente como una forma de mercancía. Sin embargo, Winn (2015), Neary (2020) y otros piden la transformación de la universidad en una universidad cooperativa de propiedad y gestión de los trabajadores que controlaría los medios de producción de conocimiento y potencialmente produciría nuevas formas de conocimiento social a través de una forma de propiedad común de las relaciones de propiedad que transforma la distinción entre público y privado con el fin de crear un patrimonio académico diseñado para el bien de la comunidad (McLaren, de próxima publicación). Esto implicaría un nuevo tipo de relación entre estudiantes y profesores mediante formas de solidaridad, igualdad y mutualidad en cuanto a la división del trabajo. Aquí, los modelos empresariales neoliberales basados en los precedentes institucionales se sustituyen por modelos dialógicos freireanos basados en el análisis materialista histórico que hace hincapié en el desarrollo de la conciencia crítica y la agencia protagonista y en lo que Winn (2015) y Neary (2020) denominan el Estudiante como Productor. La comunidad de académicos que componen la universidad cooperativa coconstruiría el currículo que implica luchas políticas contra los imperativos de la producción de valor capitalista. Hay mucho trabajo por hacer.

Peter McLaren es uno de los fundadores de la pedagogía crítica desde un enfoque marxista humanista.

*Nota de Rebelión: En la actualidad la situación ha cambiado, y es en los sectores de mayor poder adquisitivo donde es más fácil conseguir vacunas contra covid-19.

Referencias

Dunayevskaya, Raya (1958) Marxism and Freedom: from 1776 Until Today. New York: Bookman Associates.

Feenberg, Andrew (2014) The Philosophy of Praxis: Marx, Lukacs and the Frankfurt School. London y Nueva York: Verso.

Guevara, Che (1965) El socialismo y el hombre en Cuba. Disponible en: https://www.marxists.org/espanol/guevara/65-socyh.htm

Maisuria, Alpesh y Helmes, Svenja (2020) Life for the Academic in the Neoliberal University. Londres y Nueva York: Routledge.

McLaren, Peter (2021) Journal of Higher Education Policy and Leadership Studies (en prensa).

(2015) Life in Schools: An Introduction to Critical Pedagogy in the Foundations of Education, sexta edición. Boulder y Londres: Paradigm.

Mecklin, John (2020) “Closer than ever: It is 100 seconds to midnight. 2020 Doomsday Clock Statement”. Bulletin of the Atomic Scientists. https://thebulletin.org/wp-content/uploads/2020/01/2020-Doomsday-Clock-statement.pdf. Consultado el 15 de diciembre de 2020.

Neary, Mike (2020) Student as Producer: How Do Revolutionary Teachers Teach? Winchester y Washington: Zero Books.

North, David (2021) “The Trump coup and the rise of fascism: Where is America going?” World Socialist Website. Tomado de: https://www.wsws.org/en/articles/2021/01/19/dnor-j19.html

Price, Carter y Edwards, Kathryn A. (2020) “Trends in Income from 1975 to 2018”, Rand Corporation. Disponible en: https://www.rand.org/pubs/working_papers/WRA516-1.html

Rizga, Kristina (2017) “Betsy DeVos Wants to Use America’s Schools to Build God’s Kingdom” en Mother Jones. Marzo-abril. Disponible en https://www.motherjones.com/politics/2017/01/betsy-devos-christian-schools-vouchers-charter-education-secretary/

Robinson, William (2020) “Global capitalism post-pandemic”, en Race & Class, 62 (2), 3-13. Disponible en https://doi.org/10.1177%2F0306396820951999.

Smith, Craig Bruce (2021) “How Biden Can Fix Trump’s 1776 Disaster”. Disponible en https://www.politico.com/news/magazine/2021/01/22/biden-trump-1776-commission-461483

Westheimer, Joel (2021) “The virus of disinformation threatens democracy and education is the cure” en Toronto Star. Disponible en https://www.thestar.com/opinion/contributors/2021/01/25/the-virus-of-disinformation-threatens-democracy-and-education-is-the-cure.html

Winn, Joss (2015) “The co-operative university: Labor, property and pedagogy” en Power and Education. Vol. 7, issue 1. 6 de abril. Disponible en: https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/1757743814567386

Fuente: https://vientosur.info/