Habiendo sido diputado o senador durante 39 años, y vicepresidente del país durante ocho años más, Joe Biden ha tenido evidentemente tiempo de sobra para hacerse un perfil de político que Wikipedia sitúa con razón en “el ala derecha del Partido Demócrata”.
Entonces, ¿qué está pasando para que uno tras otro los economistas de izquierdas e incluso de extrema izquierda se declaren “agradablemente sorprendidos” por el balance de los 100 primeros días de la Presidencia de Biden, llegando incluso a constatar que se aleja del neoliberalismo dominante?
Como en nuestra época ya no hay milagros, lo que pasa es simplemente que de un tiempo a esta parte, en EE.UU. hay no solo movimientos populares, sino además ¡fuerzas de izquierda radical ejerciendo una influencia social sin precedentes, capaces de hacer sentir su presencia en el centro de la escena política, e incluso de imponer algunas de sus tesis y de sus propuestas! Y como prueba, he aquí cómo se manifiesta esta capacidad sin precedentes de la nueva izquierda americana para influir y hacer girar a la izquierda las políticas de este presidente Biden, por otra parte conservador experimentado, luchando y movilizando su propio programa reivindicativo y emancipador.
Entonces, mientras que en Europa, donde los gobernantes no sienten prácticamente presiones de la izquierda, los planes de reactivación económica se resumen en la manida receta de la austeridad draconiana, los planes de la Presidencia de Biden se distinguen por sus diferencias cuantitativas y sobre todo cualitativas. No solo porque representan inversiones de varios billones de dólares, sino sobre todo porque ignoran las vacas sagradas del neoliberalismo, que son la deuda y la inflación, anteponen la política a la economía y parten de la satisfacción de las necesidades de la población. En otros términos, suponen un cambio de rumbo después de medio siglo de políticas neoliberales de todos los gobiernos anteriores, tanto republicanos como demócratas. Y ciertamente, ¡constituyen un alejamiento, si no una primera ruptura con los dogmas y los postulados del neoliberalismo!
Evidentemente, la situación política, cuando menos malsana, y la amenaza permanente que representan Trump y los suyos, así como la presión asfixiante ejercida por las crisis cataclísmicas económica, sanitaria, climática y social explican en parte el cambio de rumbo de la nueva Administración estadounidense. Sin embargo, los planes de reactivación del presidente Biden no se habrían centrado nunca en la lucha contra la catástrofe climática y las desigualdades, si no hubiéramos visto desarrollarse en estos 5 ó 6 últimos años en EEUU movimientos sociales de masas (por el clima, la salud, la educación, los salarios, la vivienda, el antirracismo, las infraestructuras deterioradas y, evidentemente, los derechos de las mujeres y de las minorías) que han convencido y movilizado a decenas de millones de ciudadanos en torno a la necesidad de dar soluciones a estos problemas lo antes posible.
Pero, dicho todo esto, ¿qué hace actualmente la nueva izquierda estadounidense? ¿Se duerme en los laureles y se limita al clásico “apoyo crítico” al presidente Biden? La respuesta es un No categórico. Especialmente porque la política exterior de la nueva Administración es -por el momento- muy agresiva y reaccionaria, no significativamente diferente a las de las administraciones anteriores (1). Así, mientras al menos en el interior del país prevalece la constatación de que Biden sorprende agradablemente porque va en la dirección correcta, todos los movimientos sociales, los sindicatos de lucha de clases y ¡los representantes de la izquierda radical (de Alexandria Ocaso-Cortez y Bernie Sanders hasta el viejo anarquista Noam Chomsky) declaran al unísono que “se trata solamente de un primer paso positivo”, pero que no es suficiente porque los tiempos y las necesidades de la gente demandan mucho más!
He aquí pues por qué, en la calle, pero también en el Parlamento y en el Senado, la izquierda radical norteamericana elige oponerse y adelantarse a Biden no solo con palabras, sino sobre todo con actos. Así es como en el plan presidencial de dos billones de dólares para invertir en los próximos cinco años principalmente en infraestructuras y contra las desigualdades, ella ¡opone su propio proyecto de ley -ya presentado en el Parlamento- que prevé inversiones de un billón de dólares al año, ó 10 billones de dólares para los próximos diez años, en infraestructuras, clima y empleo! Pero la diferencia con el plan presidencial no es solamente cuantitativa. Es sobre todo cuantitativa, porque su propio plan, llamado THRIVE (Transformar, Sanar y Renovar Invirtiendo en una Economía Vibrante, por sus iniciales en inglés) pone en el centro de sus prioridades a las minorías oprimidas, a los pueblos indígenas, a los sindicatos obreros y, en general, a las víctimas de las políticas neoliberales y de la catástrofe climática. ¿Cómo? Estipulando que el 50% de las inversiones del plan deberán ir a esas comunidades oprimidas, que de paso deberían suponer el 50% de los ciudadanos contratados para trabajar en el plan THRIVE. Y además, previendo la constitución de órganos comunes representativos de esos grupos sociales oprimidos, para que sean esos órganos, y no otros, los que decidan dónde y cómo se harán las inversiones, y cuáles de sus necesidades deberán ser satisfechas prioritariamente.
No es casualidad que el plan THRIVE, que se inspira en el Green New Deal, haya sido firmado y presentado por el senador Ed Markey, quien, junto con Alexandria Ocaso-Cortez, elaboró el plan Green New Deal hace dos años. Es pues interesante ver cómo este mismo senador Merkey ha presentado hace algunas semanas la “filosofía” del plan THRIVE y, más en general, de la nueva izquierda estadounidense: “Los políticos no pueden ignorar más las realidades vividas por millones de Negros, de “Browns”, de Indígenas, de inmigrantes y de familias obreras en toda América. Las cuatro crisis que afronta América nos están matando literalmente. Es el cambio climático, la pandemia de la salud pública, la injusticia racial y la desigualdad económica. No podemos vencer una sola de estas crisis. Debemos desarrollar un plan de acción que las afronte todas a la vez…”.
¿Es factible que un proyecto de ley como THRIVE sea votado y se convierta en ley? Sus inspiradores no se hacen ilusiones. ¡No se votará aunque ya hay un centenar de diputados demócratas que se apresuran a patrocinarlo!. Sin embargo, por el momento, su objetivo es otro: Teniendo este proyecto de ley como arma, provocar una agitación social de grandes dimensiones, movilizando a las comunidades y a las clases directamente interesadas en sus reivindicaciones concretas y planes de acción. Precisamente, el mismo objetivo es compartido por los autores de otro proyecto de ley aún más ambicioso y radical, que también se opone al plan del presidente Biden.
Se trata del gigantesco plan CCC (Civilian Climate Corps for Jobs and Justice Act) de Alexandria Ocaso-Cortez (AOC) y del senador Ed Markey, que se opone al plan presidencial con el mismo nombre. Ambos son una versión actualizada del célebre CCC (Civilian Conservation Corps) del presidente Roosevelt que, en los años 30, dio trabajo a tres millones de parados para aplicar su New Deal. Pero las semejanzas se acaban ahí. En efecto, mientras que el plan de Biden no prevé emplear a más de 200.000 trabajadores, el de AOC-Markey quiere crear un “ejército” de 1,5 millones de trabajadores destinados a curar algunas de las mayores heridas de EEUU: Las infraestructuras envejecidas y deterioradas, el agua peligrosamente contaminada con plomo (casi la mitad de los norteamericanos no bebe agua limpia), la polución atmosférica, los incendios cada vez más devastadores, y sobre todo, el cambio climático y el paro, ya que se calcula que este plan podría crear 15,5 millones de nuevos empleos.
Pero atención: Las diferencias entre este plan y los de Biden y Roosevelt son enormes. Mientras que el plan de Roosevelt, y en cierto modo el de Biden, dejan a sus trabajadores sin seguridad social y no les remuneran bien, el de AOC-Markey que acaba de ser registrado en la Cámara de Representantes garantiza una plena y completa cobertura médica, un salario de 15 dólares la hora y bolsas para la formación profesional de sus 1,5 millones de trabajadores. Y frente al CCC de Roosevelt, que aceptaba las discriminaciones raciales y excluía a las mujeres y a las minorías, el CCC de la nueva izquierda norteamericana prioriza la satisfacción de las necesidades de las comunidades oprimidas (la primera de la cual es la de los pueblos indígenas), ¡libres de decidir en común con los sindicatos obreros y las colectividades locales, el contenido y la planificación de sus acciones!.
Dicho esto, está claro que nos encontramos ante planes que sobrepasan de largo la simple resolución de problemas, por grandes que sean, y nos introduce potencialmente en la problemática de la construcción de una sociedad democráticamente organizada de transición metacapitalista. ¡Y todo de forma clara, concreta y directamente comprensible por una gran parte de la población, y también con la participación activa de esta misma población, que adoptará el rol protagonista!
Como último análisis, mucho si no todo dependerá de la dirección que tomará la lucha de clases, de qué lado se va a inclinar la balanza social. Y sobre todo, en qué medida asistiremos a la repetición de las huelgas de masas y otras grandes movilizaciones sociales sobre las que se apoyó el New Deal en los años 30. Terminamos pues dando la palabra a la que es quizás la figura más emblemática del nuevo sindicalismo de lucha de clases norteamericano, la presidenta del sindicato de asistentes de vuelo Sara Nelson, que declara sin ambages que el momento de la movilización de los trabajadores ha llegado: “Depende de nosotros aprovechar este momento y utilizar esta coyuntura favorable para aprobar la Ley PRO (el proyecto de ley que protege los derechos sindicales), recuperar los derechos electorales, organizarse por millones, combatir la desigualdad, luchar por la igualdad, ganar la seguridad social para todos, salvar el planeta con buenos empleos sindicados, y asegurar la plenitud de nuestra democracia”…
Notas
1. Poco después de la publicación de la versión en griego de este texto se ha producido la noticia del posicionamiento de la Administración americana a favor de la suspensión de las patentes de las vacunas anti-COVID-19. Se trata de un enésimo, pero esta vez muy importante desarrollo que confirma plenamente que los movimientos sociales y la nueva izquierda estadounidense son bien capaces de influir e incluso de cambiar a mejor las políticas del presidente Biden y de su Administración. La evolución de los acontecimientos promete ser apasionante.
Traduccion: Fátima Martín