El gobierno de los Estados Unidos no pierde ni la más mínima ocasión para acusar al resto del mundo por su falta de democracia y violaciones de los derechos humanos. Tal parece que se han subido al Monte de los Olivos para desde allí ser los únicos poseedores de la verdad y de la justicia. […]
El gobierno de los Estados Unidos no pierde ni la más mínima ocasión para acusar al resto del mundo por su falta de democracia y violaciones de los derechos humanos. Tal parece que se han subido al Monte de los Olivos para desde allí ser los únicos poseedores de la verdad y de la justicia. Pueden acusar al país que mejor le venga en gana de ser un violador de los derechos humanos, pueden certificar qué país es o no patrocinador del terrorismo, cuál es narcotraficante o cuál tortura, dónde hay libertad de prensa o no. En fin, que se han erigido en los jueces del mundo. Tanto se han creído el papel de jueces, que consideran que es un mandato divino. Es decir, como si Dios hubiera escogido a los Estados Unidos para imponer orden en este mundo, como si le hubiera quitado las tablas que le había dado a Moisés y las hubiera mandado para Washington para que desde allí se hagan cumplir los mandamientos divinos.
Oyendo el discurso de inauguración del Presidente Obama, oímos la palabra Dios en muchísimas ocasiones durante el poco tiempo que duró el mismo. El presidente jura ante Dios, lo mismo que le pide la bendición para su país. Un pastor Protestante hace una oración después de las palabras del Presidente para que, media hora después, otro pastor volviera a hacer los mismo antes del almuerzo que se llevó a cabo por motivo de la festividad. Se le dio alabanza a los soldados que han llevado las guerras por los caminos del mundo, sin una sola mención para las víctimas inocentes de esos conflictos armados. Alaban a los victimarios olvidándose de las víctimas. Eso me hace recordar aquello de que «Llegaron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios ayuda a los malos cuando los buenos son menos». Según el presidente, los guardias torturadores de las cárceles de Iraq son los que se merecen la bendición de Dios y no los que estaban siendo torturados en nombre de la democracia y de los derechos humanos. Pareciera que cuando las bombas salen de lugares desconocidos para impactar en ciudades llenas de civiles inocentes, estas parten ya con la buena mirada del creador.
¿Cómo es posible que un país pueda caer en tan semejante hipocresía? Porque ninguno de los que mandan a realizar los bombardeos se creen ni una sola palabra de ese discurso. Eso es lo que le venden al pueblo, en contubernio con una prensa mediatizada que hace lo que el poder le dice que tiene que hacer. El ciudadano común norteamericano cree firmemente lo que estos personajes le meten en la cabeza, y lo cree porque no quiere tener ninguna duda sobre el tema, acepta lo que le dicen y de ahí en adelante se preocupa solo de sus cosas, sin importarle si se está acabando el mundo al doblar de la esquina. Que tal país es patrocinador del terrorismo, pues debe ser verdad porque lo dice el gobierno a través de la prensa, pero le importa poco si lo es o no y menos se va a gastar ni un solo segundo de su vida para saber si le están diciendo verdad o mentira. Esa es la verdadera forma de pensar del ciudadano común y corriente de este país. Desgraciadamente, esa es la verdad. En esta sociedad todo el mundo está preocupado en resolver su problema personal y no tiene ni tiempo ni deseo de buscar la verdad.
En contraste con el discurso de inauguración del Presidente, hace unos días, sucedió un hecho en Miami que a nadie le interesó. El suceso fue publicado en el Nuevo Herald de Miami en la tercera página de la sección B del periódico, en una esquina. La policía de Miami mantuvo una persecución vehicular para apresar a una pareja que manejaba a gran velocidad. Según el abogado de la mujer, al parar el auto, la policía comenzó a disparar sobre las personas. Esto es lo que salió publicado en el periódico: «La policía de Miami Dade dijo que los dos agente patrulleros no tuvieron otra opción que la de disparar contra la mujer porque ella intentó golpearlos mientras trataban de esposarla». ¿Qué les parece la justificación de la policía? Se lee y no se concibe.
Ese mismo periódico, que cuando pasa cualquier bobería en Cuba lo resalta en primera plana como si allí se estuviera acabando el mundo, esconde esa noticia en una página perdida del mismo. Para esta prensa y para las autoridades de este país, que tanto dicen defender los derechos humanos en todas partes del mundo, el que la policía de un lugar cualquiera de los EE.UU. mate a una mujer desarmada cuando la está arrestando, no es nada, cuando más, un incidente local sin trascendencia, nada, Peccata Minuta.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.