En el cuento de nunca acabar, el Senado estadunidense y la Casa Blanca llegaron a un acuerdo para aumentar el límite legal de endeudamiento público y así evitar el impago y reactivar la actividad gubernamental al 100 por ciento. Falta el filtro de la Cámara de Representantes, pero todo apunta a que será superado en […]
En el cuento de nunca acabar, el Senado estadunidense y la Casa Blanca llegaron a un acuerdo para aumentar el límite legal de endeudamiento público y así evitar el impago y reactivar la actividad gubernamental al 100 por ciento. Falta el filtro de la Cámara de Representantes, pero todo apunta a que será superado en este déjà vu político-financiero (el segundo en tiempos de Obama) que de nueva cuenta puso a parir a la de por sí nerviosa economía mundial.
De acuerdo con la información procedente de Washington, «los senadores estadunidenses anunciaron ayer un acuerdo para aumentar el límite legal de endeudamiento de Estados Unidos, a pocas horas de que el país entre en riesgo de default, y ahora el pacto deberá pasar a consideración de la Cámara de Representantes. El líder de la mayoría demócrata del Senado, Harry Reid, y el líder de la minoría republicana, Mitch McConnel, confirmaron el pacto en la cámara alta, mucho más propensa a evitar un default que sus colegas de la Cámara de Representantes, controlada por la oposición republicana. Se trata de un ‘acuerdo histórico, consensuado para reabrir (servicios del) Estado y evitar un default’, anunció Reid. El pacto ampliaría el límite de endeudamiento y reabriría inmediatamente las agencias federales, parcialmente cerradas desde el primero de octubre, al tiempo que convocaría una comisión para negociar un presupuesto para 2014, señalaron legisladores republicanos».
Así, todos felices y el gobierno más endeudado del mundo seguirá alegremente por la misma ruta hasta el siguiente atorón con el Legislativo por el llamado techo de deuda, el cual, actualmente, es de 16.7 billones de dólares (trillones para los gringos, y equivale a 107 por ciento del PIB de aquel país), casi 2 billones más que en el anterior desencuentro que sobre el mismo tema tuvieron el Congreso estadunidense y la Casa Blanca (julio de 2011). Hasta ahora se estima en 3 mil millones de dólares el costo del cierre parcial (desde el primero de octubre pasado) de las actividades gubernamentales en el vecino del norte.
Poco más de dos años atrás, en julio-agosto de 2011, se registró una situación similar, cuando el gobierno de Obama pidió licencia al Congreso de su país para que le aumentara el techo de endeudamiento, por aquel entonces fijado en alrededor de 14.5 billones de dólares. En los poco más de dos años transcurridos el saldo de dicho débito creció 15 por ciento, o lo que es lo mismo, 2.2 billones de billetes verdes (equivalente a 1.5 veces el PIB mexicano), y la economía gringa ni fu ni fa (más fa que fu): el motor del mundo se mantiene sin funcionar.
El problema de todo esto es que los desacuerdos entre republicanos y demócratas, entre el Congreso y la Casa Blanca, puso a parir al mundo (menos al doctor Agustín Carstens que todo lo ve color de rosa), comenzando por los gobiernos chino y japonés, los mayores tenedores de bonos del Tesoro estadunidense (se calcula que entre ambos poseen 25 por ciento del total), que ante el inminente impago gringo tales bonos no servirían ni de servilletas de papel.
Pero una vez más, y en el borde del abismo, parece que las partes en conflicto alcanzaron un acuerdo, de tal suerte que las cosas retomarán la placidez previa al desencuentro y se mantendrán tal cual estaban al 30 de septiembre pasado, es decir, el gobierno estadunidense gaste que te gaste y el motor del mundo detenido y echando chispas. Eso sí, a los chinos y japoneses se les presenta una oportunidad de oro para deshacerse de los papeles del Tesoro, y, de paso, modificar la canasta de divisas de sus respectivas reservas internacionales.
Lo mejor del caso es que el 2 de agosto de 2011, tras las negociaciones entre el Congreso y la Casa Blanca, el presidente Barack Obama promulgó un acuerdo definitivo que permitía incrementar el techo de la deuda pública de aquel país, y ponía fin -según dijo- a la posibilidad de que Estados Unidos entre en suspensión de pagos. Tal acuerdo definitivo autorizó al gobierno a elevar el volumen de endeudamiento en poco más de 2 billones de dólares, gusto que no aguantó más que un par de años, cuando se comenzó a negociar otro acuerdo definitivo.
En aquella fecha se comentó en este espacio que tras una serie de jaloneos y desencuentros entre Obama y los legisladores, el Congreso estadunidense finalmente aprobó un acuerdo definitivo en materia de deuda, con el fin de que el inquilino de la Casa Blanca mantuviera el tren de endeudamiento gubernamental y de paso evitar la moratoria, con sus obvias consecuencias internacionales. La del gobierno estadunidense es la deuda más elevada del mundo, en ese entonces equivalente, más o menos, a 14 veces el producto interno bruto mexicano.
El primer día de agosto de 2011 la Cámara de Representantes aprobó, también en la fecha límite, elevar el límite de endeudamiento gubernamental. Por 269 votos a favor (161 en contra) el acuerdo definitivo presumía que se erradicaba la posibilidad de que Estados Unidos se declarara en suspensión de pagos. El plan considera entre 2.1 y 2.5 billones de dólares en recortes al gasto federal a lo largo de los próximos 10 años, ningún nuevo impuesto para reducir el déficit presupuestario, crear una comisión legislativa bipartidista para recomendar un paquete de estas reducciones en programas federales y eleva el techo de deuda de aquí hasta posiblemente 2013. Pues bien, llegó 2013 y el acuerdo definitivo no sirvió para mayor cosa: el Congreso y la Casa Blanca de nueva cuenta se atoraron, la actividad gubernamental se redujo a su mínima expresión, y una vez más pusieron a parir a la economía internacional.
Sobre aquel acuerdo definitivo de 2011, en su momento el premio Nobel de Economía Paul Krugman advirtió: «el presidente (Obama) se rindió… el acuerdo mismo es un desastre, y no sólo para el presidente y su partido. Dañará una economía ya deprimida; probablemente empeorará el problema del déficit a largo plazo y, más importante, demuestra que la extorsión cruda (de republicanos) funciona y no conlleva ningún costo político. (El acuerdo) hará recorrer a Estados Unidos un buen trecho del camino hacia el estatus de república bananera. Lo peor que se puede hacer cuando una economía está deprimida es reducir el gasto del gobierno, algo que no ha funcionado históricamente, ni aquí ni en otros países».
Las rebanadas del pastel
Pero no hay por qué preocuparse, pues está en curso otro acuerdo definitivo entre la Casa Blanca y el Congreso.
Twitter: @cafevega
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2013/10/17/opinion/024o1eco