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EE.UU., ¿qué hacer con Níger?

Fuentes: Rebelión

El sábado 22, once civiles fueron asesinados en la comuna de Banibangou, región de Tillabéry en el oeste de Níger, próxima a la frontera con Malí. Este ataque rompió la calma de varios meses. Después de que esa área haya sido teatro de intensas operaciones, tanto por parte de los grupos fundamentalistas que operan en el Sahel cómo del ejército de Níger y sus aliados del G5-Sahel, una fuerza conformada por efectivos de los ejércitos de Burkina Faso, Chad, Mauritania, Níger y Mali, que se retiró hace varios meses, además de fuerzas de la Operación Barkhane (Francia) y Green Berets (boinas verdes) norteamericanos.

El lunes 24 otro hecho sangriento se produjo en la comisaría de Tamou, en Tillabéry (oeste), donde tres policías fueron asesinados por desconocidos, quienes tras robar armas y equipos de comunicación incendiaron el lugar y escaparon.

En el ataque del sábado los camiones habían sido sorprendidos por los terroristas en una ruta desolada entre las localidades de Banibangou y Tizigorou, los que tras ser saqueados fueron incendiados. Los muyahidines, tras asesinar a los nueve camioneros y a otras dos personas que viajaban en una moto, robaron parte de la carga e incendiaron los vehículos, que transportaban fundamentalmente alimento para las aldeas que se encuentran prácticamente aisladas por la ola de violencia que desde 2017 se instaló en la vasta zona de Tillabéry, de unos 100.000 kilómetros cuadrados y escasamente poblada, que históricamente ha sido centro de actividades ilícitas de contrabandistas, traficantes de drogas y personas, ya que se ubica en lo que se conoce como las “tres fronteras”, Burkina Faso, Malí y Níger, ahora todos asolados por la violencia integrista.

El último ataque de estas características se había producido en febrero pasado, también en la zona de Banibangou, donde insurgentes que se movilizaban en unas cien motos emboscaron a un camión y asesinaron a dieciocho personas. Ya en noviembre del 2021 unos 70 civiles que conformaban una milicia de autodefensa que encabezaba el alcalde de Banibangou, también fueron masacrados por una khatiba. En octubre del 2021 desconocidos que se movilizaban en motocicletas atacaron una mezquita cercana a Tizigorou, durante la oración de la tarde, matando a diez fieles y en marzo de eses mismo año, otras 70 personas fueron masacradas en ataques contra vehículos que regresaban de una feria comunal de Banibangou.

Tillabéry saltó a la fama internacional cuando se produjo en octubre de 2017, en proximidades de la aldea de Tongo-Tongo, una emboscada en la que murieron, junto a una docena de efectivos del ejército de Níger, cuatro Green Berets, norteamericanos, lo que develó que los norteamericanos, que formalmente se encontraban en ese país construyendo una base para drones por un valor de 100 millones de dólares, al tiempo que de manera subrepticia, realizaban operaciones conjuntas con el ejército local, dejando al descubierto, una vez más, maniobras secretas de Washington en el continente.

Parece extraño que los terroristas hayan vuelto a operar en ese sector, cuando apenas desde unas semanas atrás los deshilachados restos de la fracasada Operación Barkhane, expulsada por la junta militar que gobierna Mali, por su inoperancia en la guerra contra los terroristas, se asentó con unos 250 efectivos para acompañar al ejército en su “lucha” contra las bandas wahabitas.

Níger, además, se enfrenta a la violencia terrorista en varios sectores de su territorio. En el sureste, cerca de la frontera con Nigeria y en la cuenca del lago Chad, los grupos provenientes de Nigeria Boko Haram y su brazo disidente Estado Islámico en África Occidental (ISWAP), en la región de Diffa, con frecuencia saquean aldeas y secuestran civiles en procura de rescates, actividad que se ha convertido en una importante fuente de financiación. Mientras, en el área de la triple frontera operan grupos vinculados al Dáesh global, como el Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS) o al-Qaeda como Jama’at Nusrat al Islam wal Muslimīn. (Frente de Apoyo para el Islam y los Musulmanes).

Una larga estadía

Inmediatamente después de los ataques a las torres de Nueva York Estados Unidos incrementó su presencia militar en África, de donde a mediados de la década anterior había comenzado a replegarse, estableciendo una línea de bases y campamentos que se extendía desde Senegal a Kenia y de Túnez a Gabón, lo que le posibilitó generar cientos de ataques de drones contra Libia y Somalia, además de las incursiones de fuerzas especiales (SEAL, Green Berets del Ejército y los Raiders Marines) que, desde 2013 a 2017, entraron en combates directos en Burkina Faso, Camerún, República Centroafricana, Chad, República Democrática del Congo, Kenia, Libia, Malí, Mauritania, Níger, Somalia, Sudán del Sur y Túnez. Lo que fue ocultado a la opinión pública internacional.

Estados Unidos ha mantenido oficinas de la Agencia de Seguridad Nacional o NSA, por sus siglas en inglés (National Security Agency) en Etiopía. Mientras que el Mando África de Estados Unidos o AFRICOM ha enfocado sus actividades en monitorear las actividades “antinorteamericanas” en el continente y colaborar con asistencia y entrenamiento a los gobiernos fieles a Washington, al tiempo que durante los últimos 20 años las fuerzas especiales estadounidenses entrenan ejércitos africanos en el marco de los ejercicios del programa del Flintlock del Comando en África de Operaciones Especiales (SOCOAFRICA).

Según un reciente informe periodístico, desde las diferentes bases secretas Estados Unidos colaboró con gobiernos occidentales de África para secuestrar, torturar y desaparecer opositores políticos o militantes de organizaciones armadas. Estas acciones se han verificado en países como Camerún.

A pesar de su inocultable presencia y actividad militar, Washington no ha podido en primer lugar impedir el establecimiento y avance de organizaciones takfiristas que responden a al-Qaeda y al Dáesh, suponiendo que esa hubiera sido su verdadera voluntad, al tiempo que tampoco consiguió desanimar las inversiones chinas que en estos últimos 20 años han tenido un crecimiento exponencial, ni evitar la presencia cada vez más activa de la compañía de seguridad de origen ruso conocida como Grupo Wagner, que está resultando muy efectiva para la lucha contra los terroristas wahabitas donde tanto Estados Unidos y Francia han fracasado, ya que la violencia de ese signo desde el 2020 ha crecido en un 43 por ciento, confirmando un aumento constante e ininterrumpido desde 2012.

Y no solo se circunscribe a las áreas de estricta mayoría musulmana, particularmente el Magreb y el Sahel, sino también en países donde el cristianismo y religiones animistas tienen una fuerte presencia, incluso mayor que la del islam, como en Mozambique, donde la Wilāyat Wasat Ifriqiya o WWI (Provincia Islámica de África Central) desde 2017 ya ha asesinado a cerca de 2.000 personas y ha demorado importantísimas inversiones hidrocarburíficas en el norte del país. En la República Democrática del Congo (RDC) donde las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF), afiliadas al Dáesh juegan un papel muy importante en la guerra del este de la RDC. Otro tanto, pero sin esa misma injerencia, está sucediendo en Uganda o Burundi.

Por lo que se estima que la presencia de las potencias occidentales, particularmente de Estados Unidos y Francia, su verdadero interés, más que combatir el terrorismo fundamentalista musulmán, es establecer estrategias para evitar la presencia rusa.

Para ello les es urgente resolver el abismo que se acaba de abrir en Chad, país clave para el sostenimiento del poder neocolonial francés tras la matanza del pasado día 20 en la que fueron asesinados en las calles de la capital, N’Djamena, unos 60 opositores (Ver: Chad, un minué en el Sahel y Chad, la masacre anunciada), lo que no solo podría generar más actividad en los grupos armados opositores al presidente, el general Mahamat Déby, como el Front pour l’alternance et la concorde au Tchad (FACT), el que podría comenzar a aglutinar sectores hasta ahora de la oposición política e incluso resquebrajar la unidad interna del ejército, lo que para París sería la confirmación definitiva de su descalabro como potencia regente en África, lo que ya se verifica Mali, Burkina Faso y Níger, países donde el ánimo antifrancés está en pleno crecimiento.

Así, el recrudecimiento de las acciones terroristas en la triple frontera que se han visto en estos últimos días no solo pone en la disyuntiva a Estados Unidos de ¿qué hacer con Níger? Si no también a Níger en ¿qué hacer con Estados Unidos?

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.