Un anciano casi ciego, sordo y en silla de ruedas debido a la diabetes y enfermedades cardiacas, fue ejecutado hoy en California minutos después de haber cumplido 76 años. El gobernador del estado, Arnold Schwarzzenegger, rehusó concederle el perdón a Clarence Allen para no ser ejecutado, al alegar que «el paso del tiempo no lo […]
Un anciano casi ciego, sordo y en silla de ruedas debido a la diabetes y enfermedades cardiacas, fue ejecutado hoy en California minutos después de haber cumplido 76 años. El gobernador del estado, Arnold Schwarzzenegger, rehusó concederle el perdón a Clarence Allen para no ser ejecutado, al alegar que «el paso del tiempo no lo excusa del castigo del tribunal».
Los abogados de Allen alegaron que se trataba de un «castigo cruel e inusual» ultimar con inyección letal a un anciano tan enfermo, mientras el Consejo de Europa calificó de «grotesca» la ejecución.
Paradójicamente, la Suprema Corte de Estados Unidos validó el «suicidio asistido médicamente» para enfermos incurables en Oregon, y confirmó una ley en vigor desde 1997 llamada Morir con Dignidad.
Allen, el segundo hombre más viejo en ser ejecutado en Estados Unidos desde la reinstauración de la pena capital, en 1976, tuvo que ser levantado de su silla de ruedas y llevado en andas hasta la camilla a la que fue atado para la ejecución.
Los abogados habían solicitado que se le permitiera dar sus últimos pasos con la ayuda de una andadera, pero las autoridades de la prisión de San Quintín consideraron que esto violaba el procedimiento.
El condenado, un indígena, fue encontrado culpable de planear y ordenar cuatro asesinatos, lo cual lo envió al pabellón de la muerte hace 23 años.
Allen era jefe de una compañía de seguridad en California, que utilizó para realizar una serie de robos. Mandó asesinar a la novia de su hijo para impedir que atestiguara en su contra. Desde la prisión planeó y ordenó el asesinato de otras tres personas.
En septiembre pasado, Allen sufrió un ataque cardiaco y los médicos de San Quintín lo resucitaron. El incidente empeoró su deteriorado estado físico.
«La pena de muerte siempre es inadmisible, pero colocar a un ciego de 76 años en una camilla e inyectarle veneno es verdaderamente grotesco», afirmó en París el secretario del Consejo de Europa, Terry Davis.
«Si el argumento moral no es suficientemente importante, la población estadunidense debería comparar la tasa de mortalidad por asesinato en los estados que ejercen la pena de muerte y en los que se ha abolido», añadió.
El pasado 13 de diciembre fue ejecutado en la misma prisión Stanley Tookie Williams, ex pandillero convertido en pacifista y varias veces candidato al Premio Nobel de la Paz.
Schwarzennegger también rehusó concederle la clemencia a Williams, quien según expertos en derecho probablemente fue víctima de un caso montado y del racismo del juez que lo procesó.
Por otro lado, la Suprema Corte de Estados Unidos validó este martes el «suicidio asistido médicamente» en Oregon, el único estado estadunidense que tiene una legislación en ese terreno tan controvertido.
En esta decisión, adoptada por una mayoría de seis votos contra tres, la mayor instancia judicial de Estados Unidos estima que el gobierno no puede prohibir a los médicos de ese estado prescribir medicamentos con fines de eutanasia.
La legislación federal «no autoriza al fiscal general a prohibir la administración de sustancias reglamentadas con fines de suicidio asistido, frente a una legislación médica estatal que permita esa gestión», concluyó la Suprema Corte.
El fiscal general, Alberto Gonzales, había apelado a la corte para cuestionar el fallo de un tribunal de apelaciones federal, que invalidaba una decisión de su fiscalía prohibiendo esa práctica en Oregon.
La ley reglamenta estrictamente la eutanasia y exige que dos médicos concluyan que la esperanza de vida del paciente afectado por enfermedad incurable sea inferior a seis meses, que éste haya solicitado el procedimiento y su elección sea explicada.