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El 10 de marzo de 1972: la lucha obrera y antifranquista en Galicia

Fuentes: Rebelión

El presente trabajo es una traducción y ampliación de un artículo titulado «O 10 de marzo» publicado en Galicia Hoxe el 8 de marzo de 2005.

El día 10 de marzo de 1972, después de encontrar cerradas las puertas de la factoría de Bazán, los más de 4.000 obreros que acudían a su trabajo se dirigieron en pacífica manifestación hacia el centro de la ciudad de Ferrol con el ánimo de buscar la solidariedad del resto de la ciudadanía ferrolana y para explicar lo que estaba pasando en la factoría -donde los trabajadores llevaban ya varios meses movilizándose para lograr mejoras salariales, una reducción de la jornada laboral a 42 horas semanales y un mes de vacaciones, el 100% del salario en caso de enfermedad o accidente, la jubilación a los 60 años con el 100% del salario real, la readmisión de los despedidos por motivos políticos y un local de reunión-; en el transcurso de esa marcha, al llegar al puente de las Pías, fueron detenidos por una compañía de la policía armada, por lo que se produjo un enfrentamiento que terminó con la muerte de Amador Rey y Daniel Niebla, así como con más de cuarenta heridos de bala y con numerosos detenidos, entre los que se encontraban Pillado, Riobó, Amor Deus y otros dirigentes obreros. En los días siguientes, la solidariedad con los trabajadores de Bazán se difundió por toda la comarca ferrolana y por toda Galicia: los paros se extendieron a otras factorías y la población respondió dando muestras de apoyo a las familias de los represaliados; finalmente, el día 21 de marzo, las puertas de la factoría se volvían a abrir, a pesar de que en esta ocasión los obreros trabajaban bajo la vigilancia de la policía y con la ausencia de 160 compañeros, algunos de ellos enlaces sindicales, que fueran despedidos. La lucha terminara, pero la fortaleza del movimiento obrero quedara patente.

También en Vigo se vivió un conflicto sociolaboral de grandes dimensiones. En esa ciudad las reivindicaciones obreras, que comenzaran al amparo de la renovación de los convenios colectivos en el año 1971, culminaron, después de un proceso de creciente conflictividad laboral que se agudizara después de los sucesos de Ferrol, con la huelga general sostenida durante quince días en septiembre de 1972. Las demandas eran las mismas que en Ferrol: reducción de la jornada laboral, readmisión de los despedidos…; sin embargo, como antes en Ferrol, la intransigencia de los empresarios y la represión ejercida sobre los líderes sindicales se saldó con el despido de cerca de 400 trabajadores pertenecientes a las principales empresas de Vigo: Citroën, Vulcano, Barreras, Censa, Álvarez…, entre los que se encontraban Waldino Varela, Xaniño y otros muchos obreros, así como Camilo Nogueira y Francisco Lores, ingenieros de Citroën que pertenecían al colectivo Galicia Socialista.

En líneas generales, lo acontecido en Vigo y Ferrol, que situaba a estas dos ciudades en la vanguardia de las luchas laborales en la España de los años finales del franquismo, sintonizaba con lo que estaba pasando a nivel internacional: el fortalecimiento de las fuerzas progresistas y el aumento de la conflictividad social. Ahí están las movilizaciones de los años sesenta y setenta de los metalúrgicos italianos, los obreros franceses, los metalúrgicos y mineros alemanes, los mineros británicos y, en general, la agudización de los conflictos sociolaborales en la mayoría de los países occidentales, que en los EEUU tomaron la forma de lucha por los derechos civiles de la población afroamericana.

En este sentido, si tenemos en cuenta que los años sesenta y setenta estuvieron marcados por un avance decisivo de la movilización obrera y del socialismo (pensemos en el triunfo de Salvador Allende en Chile en 1970, de la revolución de los claveles en Portugal en 1974 y del avance de la descolonización africana, muchas veces bajo signo socialista), ¿qué pasó para que tanta fuerza se desvaneciese en el aire?

Precisamente ante estas movilizaciones los grandes poseedores, que temían perder su poder, aprovecharon la crisis energética iniciada en 1973 y agravada con la crisis general de abastecimientos entre 1978 y 1979 para imponer, como solución a la crisis, el modelo económico neoliberal. Un modelo que consiguió triunfar después de que llegasen al poder Tatcher en 1979 y Reagan en 1980; este modelo, basado en la fragmentación del trabajo y en la ausencia del Estado de la economía, principio ideológico que inspiró la ola de privatizaciones de empresas públicas, la introducción de criterios de mercado en los servicios ofrecidos por el Estado (cuando no su privatización directa o indirecta, como en la enseñanza y en la sanidad) o el déficit cero, tenía (tiene) como objetivo principal, más allá de la incorporación al ámbito de la libre empresa de la sanidad y la educación y la obtención de mayores beneficios empresariales desreglamentando el mercado laboral, la desmovilización de la clase trabajadora. Ese era y sigue siendo el objetivo final: desmovilizar a la clase trabajadora.

En este sentido, no deja de ser significativo que la reconversión industrial de 1982-1984, que al introducir la precariedad y la inestabilidad en el ámbito laboral (recordemos los despidos masivos, los parados de larga duración, la inseguridad en la permanencia en el empleo, la desigualdad objetiva entre los trabajadores fijos de la empresa y los eventuales o subcontratados…) tanto hizo por la desmovilización del movimiento obrero, afectase principalmente a las dos ciudades gallegas en las que la clase trabajadora alcanzara una mayor capacidad organizativa y de lucha en los años setenta y primeros ochenta: Ferrol y Vigo, a pesar de que también había industrias en A Coruña (Repsol, Santa Bárbara…) o en Santiago de Compostela (Finsa…).

En aquellos anos la movilización fue sustituida por la movida y las reivindicaciones sociales por el éxito individual, dando comienzo a un proceso liberalizador que puede culminar con la destrucción de muchos de los derechos sociales. Frente a esto, es necesario permanecer vigilantes en la defensa de nuestros derechos, que, no lo debemos olvidar, fueron conquistados a lo largo de años de lucha y con el sacrificio de muchos compañeros y camaradas muertos en la lucha.