Decenas de millones de dólares de los sectores más ricos y poderosos de Estados Unidos están financiando a los principales candidatos de ambos partidos en lo que se ha vuelto un casino de apuestas, más que una elección. Pero a diferencia de un casino, todos los apostadores aquí salen ganando, sin importar quién resulte electo. […]
Decenas de millones de dólares de los sectores más ricos y poderosos de Estados Unidos están financiando a los principales candidatos de ambos partidos en lo que se ha vuelto un casino de apuestas, más que una elección. Pero a diferencia de un casino, todos los apostadores aquí salen ganando, sin importar quién resulte electo.
En su informe a la nación la semana pasada, el presidente Barack Obama ofreció un mensaje populista enfocado en la defensa de los trabajadores y sus familias y contra la desigualdad económica; incluso denunció las prácticas del sector financiero y sus consecuencias devastadoras para las grandes mayorías. En momentos parecía que el presidente se había integrado al movimiento Ocupa Wall Street, con la salvedad de que Wall Street es uno de los principales donantes a su campaña de relección.
Detrás de la retórica populista, decenas de millones de dólares de los sectores más ricos del país contribuyen a la relección de Obama. Según el Center for Responsive Politics, unos 357 individuos de la élite económica dirigen contribuciones colectivas de sus cuates y socios de por lo menos 55.9 millones de dólares a los esfuerzos de relección de Obama (tanto a su campaña como a la dirigencia de su partido para este propósito). Y a pesar de su gran oratoria criticando al sector financiero, las contribuciones de Wall Street a través de estas donaciones colectivas -donde individuos influyentes recaudan donaciones de otros amigos y socios ricos para entregar montos de cientos de miles a uno de los partidos o una de las campañas electorales- son el segundo sector más generoso con la campaña del presidente. Han contribuido con por lo menos 9.4 millones de dólares sólo en el segundo y tercer trimestres de 2011 a la campaña de Obama. Entre los individuos donantes, muchos son empleados de las principales instituciones financieras del país, como Goldman Sachs, Morgan Stanley, Barclays y Citigroup.
De hecho, de 1990 a 2010 las contribuciones políticas del sector financiero se incrementaron 700 por ciento, según un análisis de la Fundación Sunlight. A la vez, es notable que estas contribuciones no se destinan a un partido o candidato contra otro, sino a los dos partidos. Por eso no sorprende que mientras los ejecutivos de una empresa como Goldman Sachs contribuyeron más a la campaña de Obama en 2008, la empresa está encargada de manejar la gran fortuna multimillonaria del precandidato presidencial republicano Mitt Romney.
Los multimillonarios también pueden apostar en estas elecciones a través de los llamados Comités de Acción Política (PAC), y su nueva versión, que goza de aún menos restricciones de gasto, los súper PAC, donde pueden aportar fondos sin límites para gastos de propaganda en contra o a favor de un candidato. Por ejemplo, el precandidato republicano Newt Gingrich se ha beneficiado con la aportación de 10 millones de dólares de su amigo multimillonario Sheldon Adelson (fortuna derivada de casinos de Las Vegas) a un súper PAC que trabaja a favor de su candidatura.
Adelson es el octavo hombre más rico del país, reporta The Guardian, y por él Gingrich, quien hace sólo unas semanas parecía al borde de la derrota en su intento por ser candidato presidencial del Partido Republicano, ahora tiene posibilidades de triunfar. Éstas son algunas de las donaciones más grandes a favor de un candidato en la historia del país, y ahora los fondos que inundan el sistema político-electoral se están volviendo un tsunami. Es una carrera de armas de dinero. Uno puede imaginar un mundo donde no se puede ser electo sin el respaldo de un multimillonario
, advirtió el profesor Noah Feldman, experto constitucional, en la Universidad Harvard, en entrevista con el Guardian.
Aunque 69 por ciento de las donaciones políticas desde el sector financiero en el concurso presidencial actual se ha destinado a los republicanos, en parte en castigo a Obama y a los demócratas que se han atrevido a imponer algunas reformas y regulaciones bastante tibias sobre el comportamiento de Wall Street, ambos partidos y sus candidatos dependen de la generosidad de éste y otros sectores de la cúpula económica para llegar a la cúpula política de este país.
Y una vez que los gallos a los que apostaron los millonarios llegan a la cúpula política, el flujo de dinero proveniente del 1 por ciento más rico continúa. Más de 3 mil 270 millones de dólares se gastaron en cabildeos ante el Congreso en 2011, reportó el Center for Responsive Politics la semana pasada. En 2010, el total fue de 3 mil 510 millones de dólares.
Como en todos los años, los millones en donaciones de Wall Street, con el sector de bienes raíces, el de energía, el de entretenimiento, el de abogados y bufetes y más se destinan a los candidatos de ambos partidos, subrayando que para los más ricos no importa demasiado quién gane, ya que todos llegarán a la Casa Blanca (o a una curul legislativa) gracias a su generosidad.
El negocio de la democracia, a pesar de la crisis económica más profunda desde la gran depresión, sigue en auge. Los discursos pueden ser muy bonitos, pero a veces sólo sirven para disfrazar un sistema político podrido por el dinero. Y como todos saben en Las Vegas, la casa siempre gana.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2012/01/30/opinion/025o1mun