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El cine africano arde en la Gran Manzana

Fuentes: Wiriko

Cuando las expectativas dependen del color de piel y cuando van once muertes de negros a cargo de una policía blanca obnubilada todo puede estallar. La frase «Dios salve a América» ha rezado en multitud de eslóganes y guiones. Y, efectivamente, parece que se trata de salvar al país. De negros… ¿Quién quema qué? ¿Quién […]


Cuando las expectativas dependen del color de piel y cuando van once muertes de negros a cargo de una policía blanca obnubilada todo puede estallar. La frase «Dios salve a América» ha rezado en multitud de eslóganes y guiones. Y, efectivamente, parece que se trata de salvar al país. De negros…

¿Quién quema qué? ¿Quién roba qué aliento? El síntoma no es la violencia mediática, no. Sino la reforma migratoria, las tasas de desempleo que provocan que el aire se vuelva áspero, la seguridad pública, la ley de Cuidado de la salud a bajo precio, la escasez de préstamos a la comunidad afro, las disparidades en las sentencias por delitos, la deducción de intereses hipotecarios o el servicio militar voluntario como alternativa al Todo por la patria o el precipicio.

Seguramente sea más importante la explicación que da una «madre coraje» que sacaba a su hijo del atril de la calle a mamporros. Un hijo que gritaba por la falta de educación, de desarrollo comercial, de oportunidades. Un afroamericano con sueños truncados que en realidad nada tienen que ver con este rincón particular de Baltimore. Esto podría haber estallado en cualquier lugar social y económicamente desfavorecidos de una América agrietada.

Estamos presenciando un patrón que es familiar y hace recurrir a Ferguson y otros tantos lugares: «Mira cómo actúan»; «es que son unos vándalos»; «seguramente deben merecerlo». La muerte de Freddie Gray y las protestas que siguieron tienen que ver con el color de piel. No importa quién los inició, porque lo que importa es que los incendios queman. Y la sociedad bulle.

Así, con este clima subía el viernes el telón el Festival de Cine Africano de Nueva York. Una cita en la Gran Manzana que cada año adquiere un componente más activo en redes sociales y medios de comunicación. El arranque comenzó literalmente en negro. De un luto rancio e incomprensible. Una edición que cumple 22 años dedicados a la «Década internacional de los afrodescendientes». Como suscriben desde la organización «Desplazamiento, emigración, y trayectos personales arraigados en trastornos económicos y sociopolíticos han dado forma a cine africano desde su creación. La movilidad creciente de hombres y mujeres africanos en todo el mundo es la inspiración para una gran variedad de películas a partir de una nueva generación de creadores valiente transnacionales».

Hoy se necesita más que nunca este Festival para apelar a la conciencia, al diálogo, a la integración de todos, al viaje imprescindible, necesario, nunca realizado por muchos que activan el resorte de romper almas. Un festival que pretende reeducar una mirada contaminada hacia un futuro siempre cambiante y complejo.

La 22ª edición del Festival de Cine Africano de Nueva York pondrá este año un especial énfasis a los logros tanto del formato cortometraje como de la propia tecnología digital convertidos en un conducto para nuevas historias, sonidos e imágenes mediante la liberación de sus creadores a las limitaciones presupuestarias y técnicas. Aunque os recomendamos un paseo por la programación completa en su web, no queríamos dejar pasar la ocasión para hacer referencia a algunas de las joyas que se podrán ver hasta el 25 de mayo en diferentes espacios de la ciudad.

Quizás la más destacada pueda ser el título «Las historias de nuestras vidas» que desde el colectivo keniano NEST (nido), ponen sobre el debate mediante 5 historias uno de los más controvertidos tabúes en el continente: el coletivo LGBTQ. Women in the media y Afripedia incitarán también, seguro, un debate necesario y generalmente cargado de estereotipos como es la figura de las mujeres, esta vez como emprendedoras, y la de los jóvenes en las ciudades que se encuentran en un momento muy especial: frente a las elevadas tasas de desempleo la vía del arte (moda, músicos, grafiteros, bloggers, bailarines, cineastas, etc.) es una alternativa.

Como recomiendan desde el festival, Run , el thriller dirigido por Phillippe Lacôte (Costa de Marfil ), el docudrama National Diploma del congolés Dieudo Hamaadi (RDC ), o la comedia de errores Head Gone del nigeriano Dare Fasasi, revelan la vitalidad de los géneros cinematográficos populares . Mientras, la etíope-israelí Bazi Gete , presenta su Red Leaves basada en una interpretación de la obra shakesperiana El rey Lear , una mirada profunda y poética en la migración interna de un hombre etíope que envejece en Israel .

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.