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El cultivo de soya transgénica podría desencadenar una crisis ambiental en Argentina, según la revista de ciencia británica «New Scientist».

Fuentes: BBC Mundo

Según el informe, la dependencia en un solo tipo de cultivo está estimulando el crecimiento de un tipo de mala hierba resistente a los pesticidas. Los cultivadores, dice la revista, tienen que utilizar el doble de la dosis usual de pesticidas, envenenando los suelos y causando pérdidas en otros tipos de cultivo y en el […]

Según el informe, la dependencia en un solo tipo de cultivo está estimulando el crecimiento de un tipo de mala hierba resistente a los pesticidas.

Los cultivadores, dice la revista, tienen que utilizar el doble de la dosis usual de pesticidas, envenenando los suelos y causando pérdidas en otros tipos de cultivo y en el ganado.

Argentina, el tercer productor de soya en el mundo después de Estados Unidos y Brasil, comenzó a cultivar soya transgénica desde finales de la década de los noventa.

Monocultivos

Los cultivadores argentinos utilizan una semilla transgénica de soya de la compañía Monsanto que fue programada para resistir al glifosato.

Algunas de las semillas crecen en lugares que no son adecuados y, como son resistentes, toca atacarlas con el doble del glifosato utilizado normalmente.

Otras organizaciones ambientalistas, como el Grupo de Reflexión Rural que se opone a los cultivos transgénicos, dicen que el uso en exceso de glifosato destruye a las bacterias necesarias para descomponer la materia vegetal, volviendo la tierra inerte.

Sin embargo, New Scientist advierte que la culpa no pesa necesariamente sobre el uso de semillas transgénicas, sino en la práctica del monocultivo.

Tras el colapso de la economía argentina, la soya se convirtió en el cultivo de preferencia y ahora se siembra en la mitad de los terrenos cultivables del país.

El fenómeno se ha bautizado como la «soyarización» de la economía, y como consecuencia el cultivo de arroz, maíz, papas, lentejas y la elaboración de productos lácteos ha caído en picada.

Según New Scientist «cuando un alimento se produce en un sistema cercano al monocultivo, con el uso de tecnología nueva y poco probada que proviene de compañías multinacionales, la vulnerabilidad del país se consolida».