El debate entre los senadores Hillary Clinton y Barck Obama sobre política sanitaria parece un leve matiz entre dos propuestas que son sorprendentemente similares. Pero la cuestión que está en el centro de su disputa es un buen reflejo de nuestro actual sistema sanitario y de cómo lograr una genuina reforma. Lo que está generando […]
El debate entre los senadores Hillary Clinton y Barck Obama sobre política sanitaria parece un leve matiz entre dos propuestas que son sorprendentemente similares. Pero la cuestión que está en el centro de su disputa es un buen reflejo de nuestro actual sistema sanitario y de cómo lograr una genuina reforma.
Lo que está generando tal ardor es un concepto llamado «mandato-individual», que utiliza el poder del gobierno para forzar a los individuos a comprar un seguro de enfermedad.
La senadora Clinton defiende que el único camino para lograr una cobertura «universal» es exigir que todas las personas tengan un seguro. El senador Obama dice que la gente carece del seguro no porque quiera sino porque no se lo puede permitir. Ambos están escamoteando el problema principal.
Es cierto que ningún plan puede llamarse «universal» a no ser que incluya a todos. También es cierto que los costes han subido vertiginosamente y han excluido a millones de estadounidenses del acceso a la salud. Una encuesta de 2007 de la Kaiser Family Foundation señaló que las primas medias suplementarias de una familia son ahora de 12.106 dólares, sin incluir las cargas adicionales por franquicias y copagos por todo, desde las visitas médicas hasta las prescripciones facultativas y cuidados de emergencia.
Los costes son el motivo de preocupación principal sobre su cobertura sanitaria hoy en día, según afirman muchos estadounidenses, y también es por ello que la política sanitaria es la cuestión doméstica puntera en la carrera presidencial.
Sin embargo, el problema para muchas de estas familias no es la falta de seguro; es el seguro que ya tienen. Consumer Reports informó en agosto que 4 de cada 10 estadounidenses están «infra asegurados». La mitad aplazó los cuidados médicos que precisaba a causa del coste. Un cuarto tenía deudas médicas pendientes. Solamente el 37 por ciento dijo que estaba preparado para manejar facturas médicas imprevistas de importancia.
Cuesta imaginar cómo el hecho de obligar a más gente a la adquisición de seguros puede resolver estos problemas, especialmente cuando ninguno de los tres principales candidatos del partido Demócrata ha defendido cualquier tipo de limitación del coste para las compañías aseguradoras, las compañías farmacéuticas y otras industrias gigantes
La moda del mandato-individual comenzó con dos gobernadores del partido Republicano, Mitt Romney, quien la hizo eje de la ley de Massachussets, y Arnold Schwarzenegger, que está intentándolo hacer en California.
Mientras que algunos expertos alabaron a Massachussets, el asunto tiene otro lado más oscuro. A pesar de que el 31 de diciembre de 2007 era la fecha tope para que quien no estuviera asegurado debería hacer frente a multas fiscales, solamente el 6 por ciento de los no asegurados que no reunía las condiciones para la asistencia pública había comprado un seguro en el último mes. ¿Por qué? Por el alto coste. En California, el gobernador y el cuerpo legislativo controlado por los demócratas defienden ahora los mandatos-individuales, pero no están cerca de encontrar una vía que los haga asequibles.
Su argumento ideológico es que los individuos deben ser responsables de sus propios costos sanitarios, y no la sociedad en su conjunto. El mensaje subyacente es «tu eres solamente asunto tuyo». Pero si Obama está en lo cierto sobre el gran defecto del mandato-individual, se equivoca al no enfrentarse con la causa primaria del marasmo en que está sumida la sanidad.
Los principales rivales demócratas hablan al menos de una reforma a largo plazo, en crudo contraste con los candidatos republicanos, que parecen pensar que la solución pasa por las rebajas fiscales a los ricos. Pero todos ignoran el verdadero problema.
Disponer de seguro no significa recibir atención sanitaria. Nada de lo propuesto por los principales candidatos de ambos partidos podría acabar con las muchas historias de horror de las aseguradoras denegando los cuidados necesarios, el acceso a los especialistas o a las pruebas de diagnóstico, incluso cuando fueron prescritas por un médico.
Nada en sus propuestas, más allá de una vaga confianza en la magia del mismo mercado que ha creado la crisis actual, podría entorpecer a las aseguradoras de embolsarse lo que quieran -y empujar a más familias a la ruina por la deuda sanitaria- o forzarlas a la automedicación, a causa de los costes.
Dado que las primas se han hinchado el 87 por ciento en la década anterior, los beneficios de las aseguradoras han subido de los
Existe una alternativa que podría garantizar una cobertura para todos, amparar la elección de médico, promover el ahorro de costes mediante el recorte de los derroches administrativos, y lograr mantener a las compañías aseguradoras alejadas. La alternativa se llama reforma de un solo pagador [single-payer: es decir, el término con el que se designa el pago, desde una única caja o fondo, a los médicos, hospitales y otros servicios necesarios para la atención sanitaria. N.T.] como un extenso y mejorado Medicare [el sistema federal de seguro médico en EEUU para los ancianos. N.T.] para todos. Los candidatos deberían demostrar la bravura para hablar sobre esta reforma real.
Rose Ann DeMoro es una dirigente de la Organización Nacional de Enfermeras y una vicepresidente nacional del sindicato norteamericano AFL-CIO.
Traducción para www.sinpermiso.info: Daniel Raventós