En un periodo de ocho meses, la policía mató a siete hombres afroamericanos en Miami.
Según se desprende de una investigación llevada a cabo por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, la Policía de la ciudad de Miami le hizo caso omiso a las recomendaciones que ellos le hicieron después de otra investigación que ellos realizaron en el 2002. Los tiros alegres de antes siguieron siendo los tiros alegres de ahora. Tal parece que el entrenamiento de los oficiales de la policía miamense es llevado a cabo por pistoleros del lejano oeste norteamericano, ya que a estos no les tiembla la mano para sacar con rapidez las pistolas de los fundas. En el periodo que fue desde el 2008 al 2011, los oficiales dispararon en 33 ocasiones separadas. Solamente en un periodo de ocho meses, mataron a siete hombres de la raza negra. Es verdad que las víctimas no eran ningunos monjes benedictinos, pero fueran lo que fueran, se comprobó que estaban desarmados cuando cayeron abatidos.
No es nada extraño que sucedan casos de ese tipo en otras partes de los Estados Unidos. Siempre me ha parecido criminal que cuando la policía se ve amenazada no dispare a desarmar sino a matar. Recuerdo que hace años atrás esa misma policía de Miami le disparó mortalmente a un viejito cubano que había enloquecido momentáneamente y amenazó a los oficiales con un machete. Bien podían haberle disparado a un brazo o a una pierna, pero prefirieron tirarle al corazón.
Es verdad que el trabajo de la policía no es nada agradable, por lo menos, cuando están tratando con delincuentes y criminales, pero bueno, no hay que convertirse en lo que ellos combaten. El solo hecho de llevar un uniforme que los identifica como cuidadores del orden no le da derecho a la policía a tratar a los demás ciudadanos como si fueran seres inferiores. Aquí, el trato de un ciudadano con un oficial de policía llega a esos extremos. La obediencia tiene que ser total, so pena de terminar arrestado por faltarle el respeto a la autoridad. Válgale Dios a cualquier ciudadano resistirse, aunque solo sea con palabras, a un arresto policial en esta o en cualquier ciudad de este país. Aquí sí que los agentes de la ley no creen en cuentos de caminos, y esa realidad la están conociendo los cubanos que han ido llegando a estos lares y que están acostumbrados a un trato diferente en nuestra tierra. Solamente con mirar mal a un oficial de policía ya te estás metiendo en tremendo problema. Hace años atrás, cuando yo era más irreverente de lo ahora soy, tuve que ponerle el pestillo por dentro a la puerta de la patrulla en la que me encontraba arrestado por un problema de tráfico, evitando así que me partieran el cráneo con un toletazo que me tiró el oficial de la policía, solo porque le estaba discutiendo el arresto.
El informe del Departamento de Justicia no es sobre los pequeños incidentes diarios entre policías y ciudadanos, no es sobre problemas en el tráfico o alteraciones del orden de mayor o menor cuantía en el que estén relacionándose policías y ciudadanos. Es sobre los disparos mortales que ocurrieron durante esa etapa del 2008 al 2011, los cuales llevaron a la comunidad negra de la ciudad a la indignación y a la protesta cívica. Una de las conclusiones de la investigación se refiere a la demora por parte de las autoridades administrativas en tomar cartas e investigar los actos donde los agentes han disparado contra algún ciudadano. «El fallo del Departamento de Policía de Miami de investigar rápida y ampliamente los tiroteos que involucran a policías, socava la responsabilidad y expone innecesariamente a la comunidad y a los policías a riesgo» afirmó el informe.
En la investigación salió a relucir que siete policías estuvieron involucrados en casi la tercera parte de los altercados. Incluso, encontraron que dos de ellos mataron mientras estaban aún siendo investigados por otros incidentes. No se sabe si el Departamento de Justicia va a presentar cargos criminales contra algunos de estos oficiales policiacos. Lo más probable es que no lo haga y deje las cosas como están. Por lo menos ha habido una investigación federal que le ha sacado los trapos sucios a la Policía de Miami, ya que, evidentemente, nada iba a suceder ni a nivel local, ni condal, ni estatal.
Ahora vienen las promesas del alcalde de la ciudad y del jefe de la policía, de que estos hechos de violencia policial no van a volver a suceder. Ojalá sea verdad y cumplan, pero me temo que esto será como aquel refrán que dice que perro huevero, aunque le quemen el hocico. Llevan muchos años entrenando ser gatillos alegres para cambiar de la noche a la mañana, y solamente por un informito del Departamento de Justicia.
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