La oleada de menores indocumentados pone en evidencia la falta de una reforma migratoria. Estados Unidos mantiene alojados a miles de pequeños en condiciones de hacinamiento y sin una alimentación adecuada.
En Estados Unidos ya se mencionan dos palabras para definir la crisis humanitaria que desató una oleada de menores indocumentados que ingresó al país: desastre y tragedia. 46.188 niños y adolescentes cruzaron la frontera sur, entre octubre de 2013 y mayo de este año, provenientes de Centroamérica. No es la primera vez que sucede, pero sí la primera en que el gobierno de Obama se ve desbordado por el problema. A tal punto, que mantiene alojados a miles de estos pequeños migrantes en condiciones de hacinamiento, sin una alimentación adecuada y en sitios como centros de refugiados y bases militares.
La situación es tan crítica que el vicepresidente de EE.UU., Joe Biden, viajó a Guatemala el viernes pasado donde se reunió con el presidente local, Otto Pérez Molina, su colega Salvador Sánchez Cerén, de El Salvador, y funcionarios de Honduras y México. De los tres primeros países son la mayoría de los menores afectados. Desde el cuarto saltan a Estados Unidos para buscar a sus padres indocumentados o tratando de escapar de la violencia y la miseria.
Biden dijo: «Nosotros reconocemos que esta situación no es sostenible, es inaceptable y tenemos una responsabilidad compartida de tomar pasos significativos para poder abordar este tema». Citado por el diario guatemalteco La Hora, agregó que «es un problema compartido fundamentalmente entre Estados Unidos, México y toda esta región».
Las imágenes que tomaron los medios que ingresaron a los centros de Brownsville (Texas) y Nogales (Arizona) amplificaron la dimensión del conflicto migratorio. Miles de niños duermen en el piso envueltos en cobertores de aluminio, y en lo que se asemejan a pajareras iluminadas por tubos fluorescentes, los más pequeños descansan unos sobre otros. Se ven también bebés con sus madres, baños químicos, integrantes de las patrullas fronterizas y muchos adolescentes solos. Ese es el principal problema. Que viajan sin la compañía de un mayor a Estados Unidos o con hermanos menores y ahora, la gran mayoría, espera por la deportación.
Biden señaló tras la reunión con Pérez Molina que «los niños van a ser tratados humanamente y con justicia en nuestro país antes de ser devueltos a Guatemala como quisiéramos que fueran tratados nuestros niños». La Unión Americana de Libertades Civiles de Arizona (ACLU), una activa ONG que denuncia los atropellos contra los inmigrantes en proceso de ser deportados, desmintió al vicepresidente de EE.UU.: «Documentamos la forma terrible de cómo los menores están siendo abusados sexual y físicamente, con agresiones verbales; no les dan tratamiento médico y obviamente los niños están en condiciones terribles e inhumanas. Es un problema que hemos documentado por años», explicó Alessandra Soler, directora ejecutiva de ACLU.
«Había, por ejemplo, una chica de 16 años con un bebé de 2 años, y no le querían dar leche al niño. Otra chica tenía un ataque asmático y no era atendida», agregó la representante de la ONG en declaraciones publicadas por el diario Prensa Libre, de Guatemala. Once mil niños detenidos en EE.UU. son oriundos de ese país.
Honduras es otra de las naciones más afectadas por la migración de sus menores indocumentados. La embajadora estadounidense en Tegucigalpa, Lisa Kubiske, lejos de aportar una solución civilizadora, declaró: «No tienen status legal para quedarse en los Estados Unidos. Y punto. No importa si son niños o adultos, serán deportados». La diplomática también lamentó que el presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, no se reuniera con Biden en Guatemala para tratar el conflicto migratorio. El mandatario está viendo el Mundial de Fútbol en Brasil. Pero al menos habló por teléfono con el vice norteamericano. En una visita reciente a Washington, Hernández había definido a los pequeños migrantes como «desplazados de guerra» y dijo que EE.UU. «tiene que hacer más».
El consulado de El Salvador en Tucson, Arizona, relevó que en esa ciudad había 1154 menores indocumentados, de los cuales 379 eran de ese país. En un comunicado, la cancillería salvadoreña señaló: «Hacemos el más firme llamado a tomar en cuenta que los niños, las niñas y adolescentes, con independencia de su situación migratoria, son sujetos de derechos y todos los Estados deben asegurar su bienestar, cuidado, seguridad y protección en todo momento, sin distinción alguna. La viceministra para los salvadoreños en el exterior, Liduvina Magarín, constató que al menos en un centro de recepción, los menores «están en una condición deprimente y de total falta de espacio, higiene y alimentos. Es en el Centro McAllen de la Patrulla Fronteriza».
Las estadísticas indican que el problema se agrava con el paso de los años. Sobre todo, las que maneja el senador de origen cubano Ted Cruz, un republicano del ala más derechista del partido que cuestiona a Obama por su presunta permisividad.
«En 2011, había aproximadamente 7 mil menores no acompañados que fueron detenidos. En 2012, ese número aumentó a 14 mil. En 2013, se elevó a 24 mil. Y en 2014, se calcula que va a llegar a 90 mil, y en 2015, el gobierno está estimando que subirá hasta llegar a 145 mil», describió Cruz, de 43 años y jugado a ser presidenciable en 2016. En Estados Unidos ya lo comparan con Joseph McCarthy, el senador republicano que hizo escuela con su anticomunismo en los años ’50. Robert Menéndez, otro senador de origen cubano, aunque del Partido Demócrata, habló de «tragedia». Y propuso atacar el problema en varios frentes, sin exceptuar el de la seguridad nacional.
Los menores capturados en la frontera -se estima que por día unos 400 intentan entrar a EE.UU.-, son por lo general retenidos 72 horas en centros como los de Brownsville y Nogales. Muchos de ellos, vencido ese plazo ya son enviados a bases militares en California, Oklahoma y Texas. El 60 por ciento terminarán deportados, según la ONG Niños en Necesidad de Defensa (KIND). México, por donde necesariamente deben pasar los menores indocumentados, también deporta: 8577 fueron expulsados del país en 2013. En los primeros cuatro meses de este año, Estados Unidos tomó una medida semejante con niños mexicanos. Rechazó a unos seis mil.
Es un círculo vicioso que relató con agudeza el escritor hondureño Roberto Quesada, un especialista en temas migratorios y autor de la novela Nunca entres por Miami: «Estados Unidos debe recordar que Centroamérica no es Afganistán, ni Irak, ni esos países lejanos en donde se va a promover el caos, sino los vecinos inevitables, y ante la catástrofe local, el destino se llama Estados Unidos. Si continúan patrocinando y respaldando la antidemocracia, los fraudes electorales, la impunidad, entonces abran espacio que masivamente se moverán los centroamericanos hacia los Estados Unidos».