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Observaciones a un artículo de Joan B. Culla i Clarà

El elogio más envenenado

Fuentes: Rebelión

«Un sectarismo antiguo» es el título del artículo que el historiador Joan B. Culla i Clarà publicó en El País-Cataluña el pasado viernes 2 de septiembre [1]. Lo repito por si no han reparado: Joan B. Culla es historiador y, salvo error por mi parte, profesor de la UAB. Se le supone objetividad, corrección argumentativa, […]

«Un sectarismo antiguo» es el título del artículo que el historiador Joan B. Culla i Clarà publicó en El País-Cataluña el pasado viernes 2 de septiembre [1]. Lo repito por si no han reparado: Joan B. Culla es historiador y, salvo error por mi parte, profesor de la UAB. Se le supone objetividad, corrección argumentativa, estilo afable, ausencia de descalificaciones personales, precisión histórica, etc. Veamos.

Como es natural tratándose de un partido de trayectoria larga en tiempos muy difíciles, señala Culla, «la herencia del PSUC tiene claroscuros», si bien, añade, predominan de modo rotundo en esa herencia las luces: «su heroica oposición al franquismo, su papel integrador de la inmigración obrera de mediados del siglo pasado [2], sus capacidad y voluntad unitarias en los años 1960 y 1970…» Pero existen sombras: «episodios de sectarismo extremo (alrededor del caso Comorera, por ejemplo) e incluso alguna conducta digna de figurar en la historia universal de la infamia». Culla piensa «en aquellos días de 1937-38, cuando los poumistas perseguidos pintaban furtivamente por las paredes de Barcelona: «On és en Nin?» Y militantes de un PSUC cómplice al menos pasivo de su asesinato escribían al lado, como respuesta: «A Salamanca o a Berlín» (¡la exactitud histórica de esta consideración es sonrojante!)». Como no se puede hablar de todo, no entre en detalles. Digamos que la herencia del PSUC, un partido que sigue existiendo como PSUC-viu, tiene muchas luces y algunas sombras. Las señaladas en segundo lugar son muy pero que muy antiguas.

Tras el preámbulo, viene el ataque. Lamentablemente, afirma Culla, «se diría que los actuales albaceas de aquel partido [para él, erróneamente, ICV] o, al menos, sus dirigentes, abrazan con más fervor el legado del sectarismo que cualquier otro». ¿El legado del sectarismo? ¿Y por qué abrazan ese legado? Porque, según Culla, «a lo largo de las últimas semanas la coordinadora nacional de ICV, Marta Ribas, ha dado un par de ejemplos brillantes de ello». Dos ejemplos son suficientes, suponiendo que fueran realmente ilustraciones de lo que se pretende argumentar, para la descalificación global. ¿Y eso de dónde y por qué?

Los ejemplos. Por una parte, señala Culla, «ha descrito a la CUP como «la muleta de la derecha catalana». ¡Caray! Quizá, con semejante muleta, a la derecha de marras le convendría más andar coja, ¿no?». Sin olvidar que la derecha de marras no puede andar coja (lo haría si pudiera) y necesita por ahora la CUP-muleta, ¿criticar políticamente a la CUP por apoyar y sostener el gobierno de Junts pel sí, es un ejemplo de sectarismo? ¿Es acaso Culla un sectario por criticar las posiciones políticas de ICV?

Por otro lado, prosigue nuestro historiador no sectario, «a coro con Lluís Rabell y Joan Coscubiela, la señora Ribas [¿por qué Ribas es señora y Rabell y Coscubiela no son señores?] ha proclamado que ICV se siente ajena e incluso excluida de las manifestaciones del próximo once de septiembre». ICV ha dado razones de ello. Una de las que cita Culla: no comparte «la hoja de ruta unilateral» hacia la independencia. Su observación: «Espero impaciente que, en fecha no lejana, los citados u otros portavoces de ICV y de Catalunya Sí que es Pot nos expliquen su fórmula para lograr la celebración -a ser posible, dentro de este milenio- de un referéndum de autodeterminación que no sea unilateral, que cuente con la aquiescencia del Gobierno español». A lo mejor lo hacen o a lo mejor no lo hacen; incluso, por qué no, la dirección de ICV y colectivos próximos pueden llegar a la conclusión de que no tiene ningún sentido el ejercicio del derecho de autodeterminación por parte de la ciudadanía catalana que ni está oprimida, ni es colonia, ni es esclava, ni está explotada (sí, desde luego, por la burguesía catalana, española e internacional) ni nada que se le asemeje. Sea como fuere, ¿por qué esa posición, la defendida por ICV, sus razones para no acudir a las manifestaciones netamente secesionistas del 11S son un ejemplo de sectarismo? ¿Decir que no, cuando pensamos que es justo decir que no, es ser sectario? O ser indepe o ser sectario, ¿es esa la disyuntiva de Culla, la amplia, generosa y nada sectaria cosmovisión de nuestro historiador?

Pero, entretanto, Culla prosigue señalando que «ciertas comparaciones son inevitables, aunque a alguien le resulten odiosas». ¿Qué comparaciones? La siguiente: «Marta Ribas reprocha a la CUP haber hecho presidente a Carles Puigdemont. Y uno se acuerda del apoyo inquebrantable (sic) de Antoni Gutiérrez Díaz, el Guti, al retorno y a la figura de Josep Tarradellas, que era bastante más de derechas que Puigdemont y, además, carecía del mandato democrático de éste». Que Terradellas fuera más de derechas que Puigdemont está por ver (puede ser, no digo que no, aunque es muy difícil), pero, ¿qué tendrá que ver el apoyo (en absoluto inquebrantable) del PSUC y de muchas otras fuerzas políticas al regreso de Terradellas con lo que estamos comentado? ¿Es razonable una comparación así por parte de un historiador informado? ¿Hay que recordar a un profesor de Historia que no tiene apenas nada que ver la situación de Cataluña y del conjunto de España en 1977 con la situación actual, 40 años más tarde? Por lo demás, si el PSUC y la dirección del partido encabezada por «el Guti» cometieron un error en su día, ¿por qué habría que repetirlo?

«Muleta de la derecha», arremete la coordinadora de ICV, prosigue el historiador, y su memoria, la de Culla, le traslada veintitantos años atrás «cuando Vidal-Quadras creía descalificar a Rafael Ribó tachándole de ‘pujolista de izquierdas». ¿Creía? ¿No era claramente una descalificación política (no digo que fuera certada o errada)? ¿O es que el pujolismo confesado de Culla le hace pensar que calificar a alguien como pujolista es siempre un honor?

Pero es al final del artículo cuando llega la guinda envenenada. Es esta: «Para desgracia de los dirigentes de Iniciativa a los que aludo, su sectarismo y su estrechez de miras han quedado más puestos en evidencia por el contraste con el posicionamiento de Ada Colau». La alcaldesa de Barcelona, vienen ahora los elogios, «poseedora de un olfato y de una cintura políticas de los que carecen sus aliados de ICV», y, por si fuera poco, libre ella por «decreto Culla», de «las orejeras doctrinarias de estos, ha actuado en la misma línea que la llevó, antes de los comicios que le darían la vara, a informar de que había votado sí-sí en la consulta del 9-N de 2014». Es decir, va a hacer e hizo en 2014 lo que Culla y los secesionistas quieren que haga. Por eso, precisamente por eso, no es sectaria y es lúcida. ¡Mejor imposible! ¡Qué lucidez!

Colau, prosigue Culla, «se ha apresurado a decir que ve más motivos para asistir a las concentraciones reivindicativas de la próxima Diada que para no hacerlo; y ha añadido que, frente a la ofensiva judicial y a las amenazas penales instigadas por el Gobierno de Rajoy, «toca estar al lado de las instituciones catalanas» y defender ‘la soberanía de Cataluña»». Luego, por tanto, Culla dixit, «la alcaldesa ha acertado». Es decir, cuando Colau y sus comunes en un claro error, que por supuesto no es sólo un error, publicitan y practican lo que hacen los que quieren romper identitariamente el demos común, cuando Colau va al lado de la mano de Forcadell la esclavizada y sus colegas explotados (Nuet probablemente entre ellos), entonces acierta. Culla y los secesionistas son la verdad; lo otro es el error, el sectarismo y la traición. ¿Entienden la lógica del argumento?

No, no lo digo yo, dice Culla con sarcasmo, «que tal vez -¿tal vez?- no sería objetivo. Lo certifica nada menos que Xavier García Albiol cuando reacciona describiéndola como ‘una farsante sin principios». Por la misma línea: «Nada semejante ha dicho el belicoso líder del PPC contra Lluís Rabell, contra Joan Coscubiela o contra Marta Ribas, quizá porque el unionismo light que estos representan debe de parecerle un aliado objetivo. Y a lo peor lo es». ¿Y? ¿Eso es lo que entiende Culla que es argumentar? ¿No es más bien golpear? Por la misma razón, se podría decir lo contrario juntando a Colau con Culla y preguntando por el secesionismo light que los comunes (que no comuneros) representan. También deben parecerle a Culla aliados objetivos (¿lo son de hecho?).

La lección final del historiador: «La acción política tendría que estar guiada por el sentido de la realidad, y no hay nada más real que el veredicto de las urnas». ¿El veredicto de las urnas siempre es «lo más real»? ¿Y eso por qué? ¿Un principio de alguna filosofía política hasta ahora desconocida? Si fuera así, admitámoslo, los resultados cantan: las elecciones han dejado en clara minoría en las tres últimas ocasiones al secesionismo. ¿Está o no está guiado Culla por el principio de realidad que él mismo defiende?

Pues bien, concluye nuestro historiador, «entre los años 2000 y 2015, bajo los liderazgos sucesivos de Joan Saura y del tándem Joan Herrera-Dolors Camats, los registros electorales de Iniciativa se movieron en una horquilla entre el 4,9% y el 10,4% de los votos». Todavía en 2015, la fórmula encabezada por Lluís Rabell no llegó al 9%. «Las candidaturas de Colau y Domènech, en cambio, han bordeado el 25%. Y ambos se manifestarán el 11-S». Luego, por tanto, Colau y Domènech han dado en el clavo. ¿En serio piensa Culla que una falacia de tales dimensiones puede pasar por un argumento correcto? ¿Se hablaba en algún momento en esas candidaturas que cita de manera elogiosa de apoyos al secesionismo? No, claro que no, luego entonces…

Flaco favor les ha hecho Culla a Colau y Domènech. Si alguien tan nacionalista como Culla les elogia, muy mal, federalmente hablando, deben estar haciendo las cosas.

Y las están haciendo mal desde luego. Errando en lo más esencial y alejándose años-luz del patrimonio federalista de la izquierda catalana, unida siempre históricamente al resto de la izquierda española, y traicionando -o pasando si se quiere usar un término más contenido- de muchos de sus votantes -yo soy uno de ellos- a los que nadie dijo que iban a apoyar posiciones nacionalistas, identitarias, secesionistas, etc., inventándose los relatos más adecuados paea el caso. ¿Alguien dijo alguna vez que no eran nacionalistas?

Notas:

[1] http://ccaa.elpais.com/ccaa/2016/09/01/catalunya/1472756288_038824.html

[2] ¡Algo se hizo mal si alguien como Culla nos felicita! ¿Era creíble, por ejemplo, aquello de «es catalán quien vive y trabaja en Cataluña», esto es, quien se asimila a unos patrones determinados? De hecho, ¿de qué iba eso de otorgar etiquetas identitarias?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.