Algunos califican el tiroteo masivo en San Bernardino de «el peor atentado terrorista» en Estados Unidos desde el 11 de septiembre de 2001. Con ello florecen otra vez las especulaciones y análisis de políticos, expertos y agencias de seguridad pública y nacional sobre el enemigo en el interior del país. Se habla de un nuevo […]
Algunos califican el tiroteo masivo en San Bernardino de «el peor atentado terrorista» en Estados Unidos desde el 11 de septiembre de 2001. Con ello florecen otra vez las especulaciones y análisis de políticos, expertos y agencias de seguridad pública y nacional sobre el enemigo en el interior del país.
Se habla de un nuevo tipo de terrorista -criado en este país y, por ello, difícil de detectar, pero radicalizado (palabra que ahora se define como algo negativo) que obra en nombre de enemigos extranjeros. El sábado, el secretario de Seguridad Interior, Jeh Johnson, comentó que con lo de San Bernardino hemos pasado a una fase completamente nueva en la amenaza global terrorista y en nuestros esfuerzos de seguridad interna. El presidente Barack Obama abordó la nueva naturaleza de esa amenaza y las medidas que adoptará el gobierno para proteger el país.
Los incidentes en San Bernardino y París han detonado un ensordecedor ruido de incesantes comentarios en los medios, retórica rabiosa entre los políticos y contagio del temor entre la población. Todo supone que este país está o estará bajo ataque por extranjeros enloquecidos, cuyo propósito es matar a los estadunidenses.
Pero resulta que, empíricamente, la mayor amenaza a la seguridad pública y nacional de Estados Unidos no es la que proviene de fuera, sino es muy estadunidense y se expresa, por un lado, con una ultraderecha que usa casi el mismo vocabulario de guerra religiosa que la ultraderecha musulmana. Por otro, una sociedad armada hasta los dientes, que se balacea entre sí al ritmo de, en promedio, un muerto por bala cada 16 minutos.
El consenso entre los encargados de seguridad pública y nacional es que la mayor amenaza de violencia armada proviene de la proliferación de individuos y agrupaciones estadunidenses de ultraderecha. Como reporta The New Yorker, desde el 11-S de 2001 Estados Unidos ha sufrido 65 atentados vinculados con agrupaciones o ideologías de ultraderecha (antifederales, supremacistas blancos, extremistas antiaborto), y sólo 24 por extremistas musulmanes.
Expertos académicos, quienes realizaron sondeos en más de 400 agencias policiacas del país, concluyeron que para los oficiales de seguridad pública la mayor amenaza terrorista en Estados Unidos no es la de extremistas musulmanes violentos, sino de extremistas derechistas.
En 2014 existían al menos 784 grupos de odio en el país, según el Southern Poverty Law Center, el cual se especializa en asuntos de crímenes de odio y grupos extremistas de derecha.
Casi nunca se llama terrorismo a actos de violencia masiva de fundamentalistas cristianos contra, por ejemplo, clínicas de aborto o de supremacistas blancos contra iglesias afroestadunidenses.
A la vez, en esta sociedad, una de las más armadas del mundo, se compra armamento hasta de más. El resultado de cada tiroteo masivo o atentado, junto con una creciente sensación de inseguridad por la circulación de armas, es la adquisición de más, para defendernos de los malos que las tienen. Hubo un alza notable en la venta de éstas en Estados Unidos después de lo de San Bernardino y el tiroteo masivo por un estadunidense blanco en Colorado pocos días antes. Igual ocurrió justo después de la peor balacera masiva en tiempos recientes, en la cual murieron 26 personas en una primaria en Connecticut en 2012. De hecho, el viernes, después del Día de Acción de Gracias, se reportó el número más alto de solicitudes de verificación de antecedentes a la FBI en un día (185 mil 345 personas), paso previo para adquirir armas de fuego (y eso que 40 por ciento fueron adquiridas en el país en ferias y otras transacciones que no requieren ese trámite).
«Es un escándalo moral y una desgracia nacional que civiles pueden comprar legalmente armas diseñadas específicamente para matar gente con velocidad y eficiencia brutal… éstas son guerra», afirmó el New York Times en un editorial sobre armas y tiroteos masivos, que por primera vez publicó en su primera plana desde 1920. Condenó a los políticos que ofrecen oraciones para víctimas mientras rechazan todo intento por imponer restricciones a la venta de armas, y los acusó de distraernos con argumentos sobre la palabra terrorismo. Seamos claros: estas matanzas masivas son, todas a su manera, actos de terrorismo.
Esta combinación perfecta para los ultraconservadores de un enemigo externo y más armas para defenderse es cultivada cada día sobre todo por los derechistas republicanos que buscan la presidencia. Llaman a que los ciudadanos se armen para defender el país de las amenazas externas, sean terroristas musulmanes, migrantes (todos) o refugiados. Donald Trump no cesa de advertir contra la amenaza de ellos contra nosotros, repitiendo que estos son tiempos muy peligrosos y que tenemos que atacar a los que nos amenazan. Ted Cruz promete bombardear hasta el olvido al Estado Islámico y pocas horas después de la balacera en San Bernardino convocó a seguidores a un evento para tirar al blanco con rifles, el cual afirmó que era para parar a los malos usando nuestras armas. El rector de la políticamente influyente, cristiana y fundamentalista Universidad Liberty, Jerry Falwell Jr, declaró ante sus estudiantes que si más gente buena tuviera permisos para portar armas ocultas, podríamos poner fin a esos musulmanes antes de que entren y matarlos, reportó el Washington Post.
Toda esa retórica demagógica, que llega a tener tintes fascistas, anima a sectores desesperados a cometer actos de violencia con armas como actos de autodefensa. Estos mensajes de intolerancia justifican lo que es, en los hechos, nada menos que un tipo de locura social de armarse para matarse entre sí -aunque es un espejo de las políticas bélicas de este país durante los últimos años. Hay que disparar para defender el nosotros contra la amenaza de ellos.
El enemigo sí está aquí adentro, pero no son «ellos», sino «nosotros».
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2015/12/07/opinion/033o1mun