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El error de Trump: dejar de molestarse en disfrazar de principios altruistas los descarnados intereses de EE.UU.

Fuentes: The Guardian / El Diario (España) - Imagen: Donald Trump, en el Despacho Oval, el 14 de febrero de 2025. Europa Press/Samuel Corum

Aunque pueda parecer lo contrario, el intento de Donald Trump de hacerse con los recursos naturales de Ucrania es otro síntoma del declive del poder de Estados Unidos. Exigir la mitad de todos los ingresos (y no solo los beneficios) que generan en Ucrania los minerales, el petróleo, el gas y las infraestructuras recuerda al comportamiento de un matón, con la fanfarronería y la fuerza como únicos argumentos. Se está hablando de 400.000 millones de libras esterlinas [unos 483.000 millones de euros] y aceptar el trato reduciría a Ucrania al estatus de colonia económica de Estados Unidos.

Es el abandono absoluto de uno de los tres pilares que han sostenido la hegemonía estadounidense hasta ahora. El primero es la superioridad militar, en añicos tras los desastres de Irak, Libia y Afganistán. El Ejército estadounidense se asocia desde entonces a atrocidades, violencia, caos y humillantes derrotas estratégicas. Una lista a la que ahora se podría añadir la defensa de Ucrania respaldada hasta hace poco por EEUU.

La segunda base es la superioridad económica. Sigue existiendo, pero gravemente debilitada por el derrumbe financiero de 2008 y por la prolongada incapacidad del modelo estadounidense para lograr aumentos sostenidos en los salarios reales. Y la tercera, cuyos restos Trump está esparciendo a los cuatro vientos, es la superioridad moral. Siempre fue una ficción, pero era importante como forma de legitimar el dominio de EEUU. Ahora está en ruinas.

En contraste con las tiranías del Viejo Mundo, Estados Unidos siempre se ha definido como una tierra de libertad, a pesar de que hace solo dos generaciones esclavizaba al 89% de su población negra. Cuando Washington se atrevió a seguir el modelo europeo de colonialismo, con la anexión de Filipinas tras la guerra hispano-estadounidense, miembros de la elite de EEUU fundaron la Liga Antiimperialista para alertar del intento del Gobierno de “extinguir el espíritu de 1776” y “transformar la República en un imperio”.

Lo de Filipinas resultó ser una aberración. En lo sucesivo, Washington buscaría medios indirectos de control. En 1917, cuando el presidente Woodrow Wilson llevó al país a la Primera Guerra Mundial junto a los aliados, acusó a la Alemania imperial de abandonar “prácticas humanas de naciones civilizadas” por el hundimiento indiscriminado de barcos por parte de los submarinos alemanes. “El mundo debe ser seguro para las democracias”, dijo. “Nunca podrá mantenerse un concierto firme por la paz si no es con la asociación de naciones democráticas”.

Cuando entró en la Segunda Guerra Mundial, el presidente Franklin Roosevelt también habló desde las alturas sobre “la lucha de la democracia contra la conquista del mundo”. El presidente Harry Truman alertaba al comienzo de la Guerra Fría del riesgo de que los pueblos del mundo se rindieran ante “la falsa seguridad que de forma tan tentadora ofrecen los regímenes totalitarios, a menos que podamos demostrar la superioridad de la democracia”. 

De hecho, y por mucho que fuera engañoso, Estados Unidos y la Unión Soviética presentaban su gran conflicto como un choque de dos filosofías universalistas que prometían la liberación de la humanidad. “Libertad y democracia”, por una parte; terminar con el capitalismo y con el colonialismo para lograr la igualdad, por otra.

Ronald Reagan, un republicano de derechas, decía que Estados Unidos solo libraba guerras “para defender la democracia y la libertad”, que era “una fuerza de paz, no de conquista” y que podría “haber logrado la dominación del mundo”. “Pero eso no se correspondía con el carácter de nuestro pueblo”.

Sí, todo se basaba en una mentira. Las pretensiones de democracia se vieron fatalmente comprometidas con la prolongada limitación de derechos para los afroamericanos del sur, que lucharon duramente para conquistarlos. 

En el extranjero, Estados Unidos fue responsable de horrores innumerables. En las décadas de los sesenta y los setenta, bombardeó el sudeste asiático e intervino para apuntalar una dictadura militar brutal en Vietnam del sur. Solo en Camboya, los bombardeos estadounidenses puede que mataran a hasta 500.000 civiles. Una de esas campañas se llamó Operación Pacto por la Libertad, un claro ejemplo de lenguaje orwelliano para justificar una dominación criminal.

En América Latina, Estados Unidos ayudó a instigar despiadados golpes de Estado y a mantener dictaduras tan crueles como la de la Junta Militar en Argentina. “No veo por qué tenemos que quedarnos de brazos cruzados y ver cómo un país se vuelve comunista debido a la irresponsabilidad de su propio pueblo”, dijo en una ocasión Henry Kissinger hablando de Chile. 

En Oriente Medio, el pacto con los tiranos de Arabia Saudí y armar a Sadam Huseín en Irak, antes de derrocarlo en la desastrosa invasión del país en 2003, ponen de relieve el cinismo de Estados Unidos. De la misma manera que el apoyo constante a la subyugación de los palestinos por parte de Israel dejó al descubierto la hipocresía estadounidense, incluso antes de que facilitara el genocidio enterrando en los escombros de Gaza cualquier pretensión de superioridad moral. 

Pero el apoyo abierto de Trump a la limpieza étnica en Gaza y su sugerencia de que Estados Unidos debería tomar el enclave con avaricia manifiesta; su deseo descarado de reducir Ucrania a una colonia e, incluso, su deseo evidentemente sincero de anexionar Canadá se basan simplemente en la fuerza bruta y la avaricia sin complejos, sin pretensión de ninguna causa moral majestuosa.

Esto representa un problema para la derecha en Occidente. Esta semana hubo una reunión derechista en el este de Londres, llamada de forma grandilocuente Alianza para la Ciudadanía Responsable. El periódico The Daily Mail resumió así el discurso de la líder conservadora, Kemi Badenoch: “Es hora de levantarnos de rodillas y empezar a luchar por los valores occidentales”. ¿Cuáles son exactamente esos “valores”, ahora que la principal nación occidental –dirigida por un hombre al que Badenoch considera un aliado político– se ha despojado de sus viejas pretensiones?

Que Estados Unidos deje de molestarse en disfrazar de principios altruistas sus descarnados intereses es un grave error estratégico. Esta reivindicación moral mítica sirvió para obtener el consentimiento, o al menos la aquiescencia, de la opinión pública estadounidense en la proyección global del poder estadounidense. La visión hollywoodiense por la que Estados Unidos siempre es “el bueno” viene de una autopercepción que para muchos estadounidenses es algo relevante. Una afirmación que también sirvió para seducir a un gran número de personas por todo el mundo, construyendo aliados naturales de Estados Unidos en todos los continentes.

Todo eso se ha terminado ahora. Lo único que queda es una superpotencia que se tambalea, con un poderío militar menguado, un modelo económico quebrado, una democracia en crisis y un comportamiento claramente de matón. La caída del poder estadounidense es de todo menos digna.

Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/theguardian/error-trump-molestarse-disfrazar-principios-altruistas-descarnados-intereses-eeuu_129_12069327.html