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El exitoso AVE Madrid-Toledo

Fuentes: Rebelión

Están muy orgullosos los políticos con la inauguración del AVE Madrid-Toledo. Incluso airean el precio del viaje por considerarlo barato, ocho euros. Hay que aclarar que la distancia es de tan solo 74 kilómetros, una distancia que en automóvil supone un gasto de aproximadamente seis euros, más barato que el tren con la diferencia de […]

Están muy orgullosos los políticos con la inauguración del AVE Madrid-Toledo. Incluso airean el precio del viaje por considerarlo barato, ocho euros. Hay que aclarar que la distancia es de tan solo 74 kilómetros, una distancia que en automóvil supone un gasto de aproximadamente seis euros, más barato que el tren con la diferencia de que pueden viajar hasta cinco personas por ese coste.

Tradicionalmente el transporte público era el método destinado a las clases más humildes, los acomodados viajaban en su coche particular. Con el paso de los años, el uso del automóvil se ha extendido, las carreteras se han saturado, los accidentes multiplicado y el aparcamiento se convierte en una desesperación. Como resultado de todo ello, viajar en coche no es sinónimo de lujo. Además, como podemos comprobar en los precios del AVE, la administración, a pesar de la importante inyección de dinero público a costa de todos los ciudadanos, ofrece un transporte público que resulta más caro que el coche particular. De este modo, a los ciudadanos les resulta más caro viajar desde Madrid a Toledo en grupos de más de doscientos que es la capacidad del AVE, que desplazarse individualmente en sus correspondientes doscientos coches.

Parece lógico que los ejecutivos que deban viajar de Madrid a Toledo irían en el AVE y las familias o los albañiles que deban de ir todos los días a Madrid deberían recurrir a su coche por motivos económicos. Por tanto, se habrían cambiado los papeles, ahora son los ricos los que viajan en transporte público, seguro, cómodo y rápido, pero más caro; y las clases humildes las que deben utilizar su automóvil, soportar atascos, dificultades para aparcar, pero más barato, sobretodo si se agrupan para viajar juntos en el mismo coche.

Lo grave de todo esto, es que la Administración es quien está destinando los recursos públicos a un medio de transporte utilizado por las clases más acomodadas. Los trabajadores, en cambio, pagan el impuesto de la gasolina, siempre mayor que el del billete del tren, para poder financiar el transporte de la elite. Asumir vía impuestos determinados servicios públicos debería ser razonable, pero no lo es cuando lo que estamos financiando es un medio que sólo permite sustituir al automóvil cuando el usuario tiene un determinado poder adquisitivo.

Pero hay algo, en mi opinión, todavía más triste. Con el AVE, el transporte ferroviario, más ecológico por ser colectivo y eléctrico, termina siendo más caro que el automóvil que consume energía fósil. No es así como se combate el uso del transporte individual y contaminante.

Ese es el éxito que inauguraron el pasado 15 de noviembre.

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