A principios de la década de 1980, el profesor norteamericano Bertram Gross describía la sociedad estadounidense como «el fascismo de rostro amable». Pero ha bastado el ascenso de George W. Bush a la presidencia de los EE. UU. para que el mundo entero contemple el rostro abominable del fascismo que viene. Como dicen que «de […]
A principios de la década de 1980, el profesor norteamericano Bertram Gross describía la sociedad estadounidense como «el fascismo de rostro amable». Pero ha bastado el ascenso de George W. Bush a la presidencia de los EE. UU. para que el mundo entero contemple el rostro abominable del fascismo que viene.
Como dicen que «de muestra vale un botón», contemplen las almas dormidas e ingenuas estos dos.
El discurso patriótico de Bush a la nación pronunciado el 29 de enero de 2002 duró 45 minutos. Fue interrumpido 60 veces por los aplausos de los patrióticos padres de la patria, los congresistas y senadores. Que cada cual calcule la ilación de argumentos que se pueden exponer en tres cuartos de minuto, que es lo que resulta de dividir 45 por 60. La razón de semejante ardor patriótico estriba en que el presidente anunció los miles de millones de dólares que su Administración va a dedicar a combatir el terrorismo y el eje del mal. Esos gastos astronómicos en productos para matar los justifica con el pretexto de revitalizar así la economía, en clara recesión. Y todo ello en detrimento de los gastos sociales como educación y asistencia sanitaria, es decir en calidad de vida.
Y uno no tiene más remedio que recordar el ardor guerrero de los nazis alemanes aplaudiendo la política de cañones por mantequilla de Hitler y Goebbels.
Once días más tarde, el corresponsal de El Mundo en Estados Unidos publica la noticia de que dos congresistas republicanos han presentado una proposición de ley para reimplantar el servicio militar obligatorio. En ella piden el reclutamiento de todos los hombres de 18 a 22 años, el alistamiento voluntario de las mujeres y la preparación militar básica de los objetores.
Pero el Pentágono y el Ejército se les han adelantado. El primero ha intensificado su campaña de reclutamiento en los campus universitarios. El segundo recluta ya a escolares de 11 años en adelante en 3.000 escuelas públicas , bajo la supervisión de un Cuerpo de Entrenamiento de Jóvenes Oficiales de la Reserva. Se han creado, además, las Fuerzas de la Libertad, o sea, un ejército de 400.000 voluntarios para la seguridad interior. Todo ello con el entusiasta beneplácito de medios tan progresistas como el Washington Post.
¿No nos recuerda esta militarización de la sociedad y de los escolares a la llevada a cabo por los nazis y fascistas europeos, a la Hitlerjugend, a los Flechas y Pelayos del franquismo, denunciada en otros tiempos por la industria de Hollywood?
Efectivamente, el friendly fascism de Bertram Gross está perdiendo su rostro amable.