Cuando el ministro de Defensa de Bélgica afirmó este año que en América del Norte se cometió el mayor genocidio de la historia mundial, en referencia a la matanza de millones de indígenas, la indignación se apoderó de muchos en la región
Es que el asunto raramente se trata en público, aunque hace tiempo que el hecho fue aceptado por gran parte de la población norteamericana.
La afirmación, realizada el 8 de abril pasado, fue incluida en un informe de 16 páginas del gobierno belga, titulado «Genocidios» y publicado en conmemoración del décimo aniversario del genocidio de Ruanda, en que murieron entre 500.000 y un millón de personas.
El ministro belga André Flahaut sostuvo que sólo en América del Norte fueron asesinados 15 millones de indígenas desde que Cristóbal Colón puso pie en este continente en 1492, y sugirió que el exterminio continúa hasta hoy. Otros 14 millones fueron masacrados en América del Sur, agregó.
Aunque la cantidad de víctimas no se puede saber con certeza, sí existen pruebas irrefutables de una campaña deliberada de exterminación, despojo y aculturación de los pueblos nativos, opuestas a distintas teorías negacionistas.
Tales teorías sostienen que las enfermedades que mataron a gran parte o la mayoría de los indígenas fueron un subproducto desafortunado del «contacto» entre culturas, y que el sistema de escuelas residenciales tendente a borrar todo rastro de cultura indígena fue un intento equivocado de aculturación.
«Estamos haciendo numerosas investigaciones para nuestro centro cultural, y cada vez es más evidente que hubo un plan calculado para apropiarse de los recursos de Haida Gwaii», nombre indígena de las islas Queen Charlotte, afirmó Andy Wilson, miembro del Comité de Repatriación de Haida.
El despojo aludido por Wilson ocurrió en pleno siglo XX. El archipiélago de las Haida, situado a 100 kilómetros de la costa de Canadá sobre el Pacífico y a veces denominado «Galápagos canadiense», tiene actualmente 4.000 habitantes, pero se estima que tuvo más de 10.000 antes de caer a 588 en 1915, tras el primer contacto con los europeos.
El Comité de Repatriación ha viajado a museos de Canadá y Estados Unidos en los últimos ocho años, recolectando los restos de 400 ancestros haida que murieron de viruela y otras enfermedades introducidas por los europeos, en lo que Wilson llamó una «guerra de gérmenes».
«Por lo que leímos en las bitácoras de capitanes y otros (europeos) que viajaba en los barcos, archivadas en los museos, ellos sabían exactamente lo que hacían para obtener acceso a Haida Gwaii», declaró Wilson en una entrevista.
Muchos otros activistas y académicos han reiterado ese argumento en relación con otras matanzas de norteamericanos nativos.
Las escuelas residenciales o internados son otra arma contra los pueblos ancestrales y su cultura en Canadá y Estados Unidos.
«Ya en noviembre de 1907, la prensa canadiense reconocía que la tasa de mortalidad dentro de los internados para indígenas superaba 50 por ciento», dice el informe «Oculto en la historia: El holocausto canadiense», de un grupo indígena llamado Comisión de la Verdad sobre el Genocidio en Canadá.
«Sin embargo, esa masacre ha sido borrada de la conciencia y el registro público de Canadá en las últimas décadas… La historia oculta revela un sistema tendente a acabar con la mayoría de los nativos a través de las enfermedades, la reubicación o el asesinato», dice el informe.
«Mientras, una minoría de colaboradores fueron entrenados para servir al sistema genocida», agrega el documento.
En las últimas dos décadas, sobrevivientes de ese sistema educativo, que funcionó hasta la década de 1960, demandaron al gobierno canadiense y a las iglesias que administraban los internados. En 1998, Ottawa pidió disculpas por los abusos físicos y sexuales y la pérdida de cultura sufrida por niños indígenas en esas instituciones.
Hasta el 3 de este mes, más de 12.400 de unos 90.000 sobrevivientes del sistema habían iniciado acciones judiciales contra el gobierno federal, que llegó a un arreglo con 1.250 de ellos a un costo de 71 millones de dólares, de acuerdo con la Resolución Gubernamental sobre Escuelas Residenciales Indígenas.
En Estados Unidos, sobrevivientes de los internados y sus familiares están redactando una petición al Congreso legislativo en reclamo de compensación por los 100.000 niños nativos que los conquistadores europeos arrancaron de sus hogares en los siglos XVIII y XIX, con el objetivo de asimilarlos a la sociedad blanca.
Activistas unidos en el Proyecto de Curación para Víctimas de los Internados sostienen que Washington es responsable, en virtud del derecho internacional, por los efectos de ese sistema que perduran hasta hoy, como la pérdida de idiomas aborígenes y la violencia imperante en muchas comunidades nativas.
Una propuesta de disculpa del gobierno estadounidense a los indígenas está en discusión en el Congreso.
«Esta nación debe hacerse cargo de los acuerdos rotos y las malas políticas federales que les siguieron, como la exterminación, el desplazamiento forzado, la proscripción de religiones indígenas y la destrucción de sitios sagrados», dice la disculpa propuesta.
Aunque Bélgica señaló a América del Norte como lugar del peor genocidio de la historia, también mencionó a otras regiones que masacraron a pueblos indígenas, por ejemplo el resto de América y algunas partes de Asia.
En 1992, los pueblos indígenas reunidos en la Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro, redactaron una «Carta de la Tierra de los Pueblos Indígenas» para promover cambios en la Convención de las Naciones Unidas contra el Genocidio, de modo que reconozca «las numerosas formas de genocidio de pueblos indígenas».
La definición internacional de genocidio «obviamente abarca a los pueblos indígenas cuando son víctimas de algún tipo de exterminación», dijo a IPS el nuevo relator especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre la prevención del genocidio, Juan Méndez.
Por supuesto, «el derecho internacional no reconoce el genocidio cultural o económico», pero «eso no significa cerrarse a nuevas interpretaciones de la Convención contra el Genocidio», agregó.
Desde la Cumbre de la Tierra, la ONU comenzó a abrir sus puertas a representantes indígenas.
En diciembre de 1994, la Asamblea General decidió establecer el «Día Internacional de los Pueblos Indígenas», a celebrarse el 9 de agosto de cada año durante el Decenio Internacional de los Pueblos Indígenas del Mundo. Esa fecha recuerda el día en que se celebró la primera reunión del Grupo de Trabajo sobre las Poblaciones Indígenas de la Subcomisión de Promoción y Protección de los Derechos Humanos.
El objetivo del Decenio Internacional es fortalecer la cooperación para la solución de los problemas que enfrentan las poblaciones indígenas en áreas tales como derechos humanos, medio ambiente, desarrollo, educación y salud. El ente coordinador del Decenio es la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
En abril del 2000, la Comisión de Derechos Humanos adoptó la resolución que establece el Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas, que fue apoyada por el Consejo Económico y Social en julio de ese mismo año. El mandato del Foro Permanente es examinar las cuestiones relativas al desarrollo económico y social, la cultura, el medio ambiente, la educación, la salud y los derechos humanos. (FIN/2004)
Pueblos indígenas, cobertura especial de IPS, en inglés
Página de la ONU sobre pueblos indígenas http://www.un.org/spanish/Depts/dpi/boletin/indigenas/index.html