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El imperial país de las maravillas

Fuentes: Dissidentvoice.org

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

La libertad significa conocer cómo es de grande tu celda

El 20 de enero de 1969, durante el desfile de toma de posesión de Richard Nixon, me encontraba entre una multitud de mirones en la Pennsylvania Avenue y, al pasar la limusina de Nixon, lancé una manzana hacia su coche que rebotó hacia el que seguía al de Tricky Dick [1] (quien ahora, completamente en serio, me parece un liberal comparado con tipos como George W. Bush, Bill Clinton y John Kerry). Ningún agente de seguridad se precipitó hacia la multitud para buscar al responsable. Imaginen qué habría ocurrido si se hubiera repetido algo semejante en la toma de posesión de hoy. Hubieran tirado al suelo a toda la gente que se encontrara en un radio de diez pies, los hubieran esposado, si no tratados como cerdos, y arrastrados lejos, a alguna versión local de Guantánamo ya que había un helicóptero justo encima de nosotros.

Confío en que el Estatuto de Prescripción de Delitos se aplique a esta confesión y confío también en que el Departamento de Justicia respete más ese Estatuto que lo que respeta las Convenciones de Ginebra.

Si cuento esta historia no es para defender lo que hice- que no se puede decir que fuera exactamente un acto de sofisticación política- sino para poner de manifiesto lo que han cambiado los tiempos, y por qué creo que Estados Unidos se ha convertido en un estado policíaco. Seguro que no en el peor de los estados policíacos de la historia; ni el peor de los estados policíacos del mundo actual; pero, en cualquier caso, en un estado policíaco. La guerra contra las drogas hizo de Estados Unidos casi un estado policíaco; la guerra contra el terrorismo ha terminado con el casi. Desde expulsar de la escuela a una niña de 10 años por llevar unas tijeras hasta la desaparición del habeas corpus como un preciado e inviolable principio, con otras mil nefastas medidas tomadas entre medias, la sociedad estadounidense se está convirtiendo a toda velocidad en un gigantesco aeropuerto. Vivimos rodeados de centenares de agentes de seguridad- militares y civiles, federales, estatales, municipales y de empresas privadas, con uniforme y de paisano.

Las gentes no se convierten en agentes de la autoridad porque ardan con pasión por defender la justicia. Y los agentes de la autoridad ya tienen lo que desean en el ámbito de la «seguridad» y de la «delincuencia»: La Patriot Act , la Seguridad del Estado, los arrestos masivos preventivos; a quiénes quieren detener, dónde y cómo quieren arrestarlos; cuánto tiempo desean mantenerlos detenidos; disponer de sus conversaciones telefónicas, sus ordenadores, su declaración de la renta, sus datos del censo, sus caries…los agentes tienen todo lo quieren, exactamente igual que en un estado policíaco. ¿Existe algo que la administración Bush o sus camaradas ideológicos de niveles más bajos pudieran hacer para violar los derechos humanos o las libertades civiles que realmente sorprendiera y conmocionara a aquellos de Ustedes que siguen con atención las noticias? ¿Qué sería? ¿Podrían nombrar para el puesto de Fiscal General al arquitecto legal de la política de las torturas?

«Guerra contra las drogas»…»guerra contra el terrorismo», con términos semejantes los agentes se creen guerreros que luchan en una batalla, y en una guerra se utilizan las tácticas de la guerra, nada más. «Por supuesto, después de todo, no se trata de una guerra real» dice el periodista de Washington, Sam Smith, «sino que se ha establecido un nuevo status, en el que la violencia y la paranoia y los registros integrales no son sólo parte del sacrificio que hay que asumir para conseguir un futuro mejor. SON el futuro».

El Washington Post (10 de enero) informa de que » los oficiales de policía de Washington están haciendo uso de nuevas técnicas sobre perfiles de comportamiento cuando patrullan por las estaciones de metro, identificando a sospechosos a quienes llevan aparte para interrogarlos. Los policías afirman que se centran en gentes que evitan mirarles, vagabundean o dan la impresión de mirar en las estaciones de tránsito más a su alrededor que los otros pasajeros. Cualquiera a quien se considere sospechoso será detenido e interrogado sobre lo que está haciendo y adonde se dirige. «No se ha hecho sólo durante la toma de posesión sino que es la política que ahora la policía sigue normalmente en el Distrito de Columbia y en todas partes.

Hay un problema: acostumbro a retirar la mirada de los oficiales de policía porque vuelvo la cara a los seres humanos que se han convertido en policías.

Lady Dragón hace de las suyas, un poco.

Nosotros, los disidentes, la gente marginal de Estados Unidos, los mendigos, no tenemos muchas ocasiones de ser defendidos y encontrar satisfacción en los principales escenarios políticos. Los «tipos malos» siempre parece que salen adelante indemnes. Por ello, el 18 de enero, experimenté cierto placer al oír cómo la senadora Barbara Boxer interpelaba en el Senado a Condoleezza Rice en relación con su candidatura a la Secretaría de Estado. Boxer documentó detalladamente algunas de las mentiras y contradicciones más graves en las que Rice había incurrido en sus intentos de justificar la guerra de Irak; nada de lo que no hubiéramos informado los disidentes en innumerables sitios pero el lanzarlo a la cara de Lady Dragón suponía algo más. Ahora su voz sonaba claramente crispada cuando pidió que se le preguntara «sin menoscabar mi credibilidad o mi honradez». Ella se puso a defender sus pasadas declaraciones y en el proceso falseó todavía más la historia al decir que las zonas de exclusión de vuelo, de las que Estados Unidos y Gran Bretaña hicieron uso durante años para bombardear Irak sin descanso, habían sido autorizadas por la ONU. No fue así, sino un invento creado conjuntamente por Washington y Londres. A continuación dijo que EE.UU. tenía buenas razones para temer a Saddam Hussein porque sabíamos que tenía posibilidad de fabricar armas biológicas, callándose que lo sabíamos porque fuimos nosotros quienes le habíamos dado esa capacidad en los años 80.

Tuve la impresión de que si esas antiguas declaraciones de Rice hubieran sido contestadas por los senadores, así como otras de las discutibles afirmaciones que hizo sobre Cuba, Haití y Venezuela (llegó a afirmar que no se le ocurría nada positivo que decir sobre el gobierno de Chávez), Lady Dragón se hubiera podido resquebrajar un poco. Me acordaba de Humphrey Bogart en El motín del Caine cuando, sometido al intenso interrogatorio del equipo de fiscales de la Armada, sacó de pronto un par de bolas de metal de su bolsillo y empezó a jugar con ellas de forma compulsiva y nerviosa. Ese fue el fin del capitán Queeg.

Al fin y al cabo, un desgraciado, un pobre disidente puede soñar ¿o no?.

Hacer frente a los matones del patio de recreo

El reciente artículo de Seymour Hersh en The New Yorker sobre los planes de EE.UU. para invadir Irán, me recuerda algo que sucedió hace exactamente 51 años.

En enero de 1954, Estados Unidos estaba preparándose afanosamente para invadir Guatemala con un ejército encubierto para derrocar al gobierno progresista elegido democráticamente (debido a que ese Gobierno no hacía exactamente lo que quería Washington, esa era la razón. ¿No es suficiente motivo para Ustedes? ¿Acaso son Ustedes de ese tipo de pacifistas alborotadores y terroristas?) De repente, la operación parece que sufrió un grave contratiempo cuando documentos clave llegaron a las manos del Gobierno guatemalteco y fueron publicados seguidamente en la prensa de Guatemala, sacando a la luz la existencia de los planes organizativos, de entrenamiento e invasión en los que los estadounidenses estaban implicados.

El Departamento de Estado calificó las acusaciones de «ridículas y falsas» y afirmó que no haría más comentarios porque no quería darles una importancia que no merecían. Un portavoz del Departamento dijo: «La política de Estados Unidos es la de no interferir en los asuntos internos de otros países. Esta política ha sido repetidamente ratificada por la presente Administración (la de Eisenhower)».

La revista Time dio por finalizado el asunto con la afirmación de que todo lo revelado había sido «dirigido por Moscú». El New York Times coincidió en los juicios (1).

Y la CIA continuó con sus preparativos como si no hubiera ocurrido nada. En junio, se produjo la invasión, el derrocamiento del gobierno y se sentenció para siempre al pueblo de Guatemala a la más absoluta pobreza, a los escuadrones de la muerte y a las torturas.

En su artículo, Hersh afirma que, al menos desde el pasado verano, Estados Unidos está llevando a cabo misiones secretas de reconocimiento en el interior de Irán para identificar posibles objetivos que atacar. Una de las fuentes de Hersh dice: «Los civiles del Pentágono quieren atacar a Irán y destruir todas las infraestructuras militares posibles».

No se trata de la primera ocasión en la que se ponen al descubierto los planes de Washington para invadir Irán, ni será la última. Y, aunque sea triste decirlo, no va a echar atrás la preparación de la guerra más de lo que lo hicieron las revelaciones sobre Guatemala en 1954 ni las numerosas revelaciones de la preparación de la invasión de Irak, mientras se nos decía una y otra vez que no se había tomado ninguna decisión de invadirla.

La arrogancia de los dirigentes estadounidenses es tal que no se les puede poner en aprietos. No les preocupa especialmente quedar ante la opinión pública como mentirosos- salvo que sea cara a cara- o como violadores de las leyes estadounidenses y de las internacionales.

Sin embargo, ha habido algunos momentos en los últimos años en los que la administración Bush ha tenido que dar marcha atrás en algunas decisiones o proyectos, o ha tenido que modificarlos. Así ha sucedido cuando la Unión Europea, China u otros países han plantado cara a los matones del recreo. Semejantes actuaciones podrían haber sido mucho más efectivas si los demócratas se les enfrentarar en casa.

Pero los demócratas continúan más preocupados en imitar a los republicanos que en oponerse a ellos. Así ha sucedido hace pocas semanas, cuando el senador Edward Kennedy declaraba que era útil que un candidato demócrata «hablara de Dios»; Nancy Pelosi, líder de la oposición en la Cámara de Representantes, decía que las Escrituras «nos indican que atender a las necesidades de la creación de Dios es un acto de adoración»; y en una reunión de los demócratas del Senado se invitó a un clérigo que les presionó para que hablaran más en público sobre religión. «Dedicaron más tiempo a esto (la religión) que a cualquier otro asunto», dijo el pastor después (2).

Debido a la disminución de las asignaciones federales, el estado de Tennessee está reduciendo, en gran medida, su muy innovador y elogiado programa de asistencia médica para los trabajadores pobres- 323.000 adultos se han visto afectados, entre ellos 67.000 personas con graves situaciones de salud y 97.000 con tratamientos médicos muy caros. Cuando leí esta información, mi primer pensamiento fue que me gustaría encontrarme con alguna de esas personas afectadas por el recorte y preguntarles si habían votado a Bush. Y si decían que sí me hubiera gustado sacudirles y sacar a relucir mis mejores sarcasmos con ellos. Pero el segundo pensamiento que me vino a la mente fue que los demócratas tampoco les habían ofrecido nada que garantizara su salud.

Como he mencionado con anterioridad en este lugar, Harry Truman tenía razón cuando dijo: «Si propones a los electores que elijan entre un republicano y otro republicano siempre elegirán un republicano». ¿Quién sabe cuántos liberales y radicales se quedaron en casa el día de las elecciones porque Kerry fue incapaz de ofrecerles algo parecido a una alternativa decente a Bush?

El Tsunami

Estoy sorprendido por no haber leído todavía que un superviviente diera las gracias a dios (o Dios, si lo prefieren) por haberle salvado la vida y calificara el hecho de «milagro». Si algún lector sabe que existe esa persona, por favor que se ponga en contacto con ella y le informe de que la administración Bush tiene un puesto de trabajo honrado y bien pagado esperándole en Irak en el Departamento de Destrucción basada en la Fe.

«He estado en la guerra y he estado en operaciones de ayuda de numerosos huracanes, tornados y otras catástrofes, pero nunca he visto algo semejante», declaraba Colin Powell, tras un viaje en helicóptero sobre la zona afectada en Indonesia. «No puedo siquiera imaginar el horror que se abatió sobre familias enteras y sobre toda la gente que escuchó aquel ruido que se acercaba para a continuación ver sus vidas segadas por esa ola» (3).

¿Y el horror de Faluya? ¿Puede siquiera imaginarlo? ¿o el de Panamá en 1989 o Irak en 1991, en los que desempeño un papel destacado?

Lo anterior va dirigido a muchos de los izquierdistas que creen que Powell es, de alguna manera, un imperialista más decente que Cheney, Bush, Rumsfeld y sus compinches. ¡Ah! ¿He mencionado su encubrimiento de los crímenes de guerra de Vietnam?

George en el país de las maravillas

«La comunidad judía de Alemania ha rechazado las recientes propuestas del gobierno nazi para mejorar sus tensas relaciones, lo que ha obligado a Berlín a responder con una política más dura hacia los judíos, ha declarado ayer la administración de Hitler»

Eso, NO fue publicado en Alemania en 1934.

Sin embargo, lo siguiente sí ha sido publicado en Estados Unidos en 2005.

«El Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha rechazado las recientes propuestas de Estados Unidos para mejorar las crispadas relaciones entre los países, lo que obliga a Washington a responder con una política más dura hacia el país, declararon ayer funcionarios de la administración Bush.»

«Para nosotros, es evidente que la implacable hostilidad hacia Estados Unidos impide el mantener unas relaciones normales», declaró un alto funcionario de la Administración. El funcionario expresó también su preocupación sobre la «militarización de su sociedad», recalcando que Caracas está intentando comprar más de 100.000 AK-47 «para un ejército de poco más de 40.000 soldados» (4).

Estas declaraciones se producen después de la directa implicación de Estados Unidos en el golpe de Estado para derrocar a Chávez en 2002, su pública satisfacción por el éxito inicial del golpe y tras haber sido el principal financiador del movimiento para echar a Chávez mediante un referéndum dos años después.

En cuanto a que Estados Unidos critique a otro país por exceso de militarización…lo absurdo e hipócrita de semejante idea puede producir un terrible dolor de cabeza en cualquier persona que piense.

Un cuento sobre dos tipos de médicos.

The New England Journal of Medicine (6 de enero) ha declarado que médicos militares estadounidenses han violado las Convenciones de Ginebra al ayudar a funcionarios de los servicios de inteligencia a llevar a cabo interrogatorios abusivos en los centros militares de detenidos, con «fundadas sospechas» de que los médicos han participado en torturas».

Hay médicos en Estados Unidos que han perdido sus licencias médicas por mucho menos que eso. Si los nombres de los médicos implicados en los abusos/ tortura de prisioneros se pudieran conocer, quizás alguno de mis lectores relacionados con la profesión médica quisiera informar sobre ellos. Physicians for Social Responsability y Physicians for Human Rights podrían ser dos organizaciones también interesadas en el asunto.

En 1990-91, una doctora llamada Yolanda Huet-Vaughn, objetora de conciencia, se negó a presentarse para ser movilizada con su Unidad de la Guardia Nacional de Kansas en las acciones de lo que llegó a convertirse en la Guerra del Golfo. Habló claramente en público oponiéndose en TV y en una manifestación contra la guerra antes de volver a Kansas City para comparecer voluntariamente ante las autoridades militares y enfrentarse a un Consejo de Guerra por deserción. «Todo lo que hice en 1990-91 se basó en mis más profundas convicciones morales y en mi compromiso con los grandes principios de la ética médica», dijo en una reciente declaración. «En aquellos momentos traté desesperadamente de evitar lo que veía como el innecesario desastre sanitario que iba a producir la Guerra del Golfo Pérsico».

Los conservadores intentaron que se revocara la licencia de Huet-Vaughn para ejercer la medicina pero no lo consiguieron. Sin embargo, tuvo que pasar ocho meses en una prisión militar y fue multada con 5.000 $ por la institución del estado de Kansas que supervisa las actuaciones médicas (5).

Cosas que no impiden tener éxito en Estados Unidos.

El Presidente de la Universidad de Harvard, Lawrence Summers, ha suscitado un pequeño escándalo por sus comentarios acerca de que el escaso número de mujeres científicas de elite puede deberse, en parte, a que las mujeres no tienen la misma «capacidad innata» o «capacidad natural» que los hombres en algunas materias. Las noticias que he visto sobre el asunto no nos recuerdan otros comentarios de Summers que reflejan incluso una mayor insensibilidad.

En diciembre de 1991, mientras era economista jefe del Banco Mundial, redactó un informe interno en el que afirmaba que el Banco debería promover el traslado de las «industrias sucias» a los países menos desarrollados porque, entre otras razones, los costes de la contaminación, que perjudica a la salud y causa muertes, serían menores. En vista de que esos costes se basaban en la pérdida de salarios de los trabajadores afectados, en un país con salarios muy bajos los costes a tener en cuenta serían mucho menores. «Creo», escribía, «que la lógica económica que se oculta tras el vertido de residuos tóxicos en países de bajos salarios es impecable y deberíamos afrontarla»(6).

A pesar de la amplia difusión y condena de este informa, Summers, en 1999, fue nombrado Secretario del Tesoro por el Presidente Clinton, lo que suponía una promoción desde su puesto de subsecretario del Tesoro para asuntos internacionales. Poco después, Harvard le eligió para su presidencia.

En el caso de que no sea suficientemente cínico o no tenga una mente conspiradora.

Un artículo del Washington Post del 19 de diciembre sobre los principales donantes para la toma de posesión de Bush mencionaba que el mismo Post había dado 100.000 $ para la primera toma de posesión de Bush en 2001. Sin explicar por qué se había realizado esa donación para el necesitado.

Frank McKenna es el nuevo embajador de Canadá en Washington. Es también el presidente del consejo consultivo canadiense del Grupo Carlyle. Las cuentas de Carlyle la sitúan como la mayor compañía privada en inversiones patrimoniales y está especializada en inversiones armamentísticas, facilitadas por las conexiones políticas de sus ejecutivos y miembros del Consejo de Administración como George Bush, padre; el antiguo Secretario de Estado, James A. Baker III; el ex primer ministro británico, John Mayor; el antiguo Secretario de Defensa y subdirector de la CIA, Frank Carlucci. Mc Kenna ha indicado que quiere que haya más inversión canadiense en Carlyle para aumentar la producción militar como estimulante económico para su lugar de origen. Existen grabaciones en las que promueve que el Fondo de inversión de pensiones de 60 millones de dólares de los canadienses se invierta en un Fondo de Carlyle.

En 2002, McKenna fue el anfitrión de una reunión de Carlyle en Canadá en la que participaron George Bush, padre, y muchos de los más importantes empresarios. Durante la conferencia de prensa, McKenna descartó cualquier preocupación sobre las conexiones de Carlyle con las inversiones militares y con personalidades políticas de alto nivel. «No estamos aquí para hablar de conspiraciones y globalizaciones del gobierno y la industria» declaró a los periodistas. «Estamos aquí, exclusivamente para intentar ayudar a la economía atlántica, Ni más, ni menos». Así es (7).

Las joyas de la familia de la Agencia

De los muchos esqueletos que la CIA guarda en el armario, pocos se encuentran más protegidos que la información sobre los muchos libros que la Agencia, de forma encubierta, ayudó a publicar durante las primeras tres décadas de la Guerra Fría. El Comité Church del Senado (N.T. Llamado así por el apellido del presidente demócrata de la comisión) entre otras muchas de sus revelaciones, hizo público en 1976 que «bastante más de mil libros» había sido publicados o patrocinados por la CIA hasta 1967, y más de 250 desde entonces hasta 1976. Muchos de aquellos libros se vendían en Estados Unidos y en el extranjero. Como muchos otros investigadores hice uso de la Ley de Libertad de Información para solicitar los títulos de esos libros pero fue en vano. En un momento dado, la Agencia me envió 84 páginas de materiales, que no contenían el título de un solo libro. Recurrí contra ello y precisamente el mes pasado, después de más de dos años, recibía una respuesta que decía, entre otras cosas:

«La Agencia se ve imposibilitada de llevar a cabo la búsqueda de los archivos requeridos porque es incapaz de identificar el sistema de registro de la Agencia donde los archivos por los que se interesa pudieran encontrarse con toda probabilidad».

Si yo comprendo el inglés, están diciendo que no pueden encontrar los archivos que les pedía porque no saben dónde buscar. Ejemmm. Bueno, ellos podían haber empezado con el nombre de uno de sus habituales editores, Praeger (antes F.A.Praeger) que ha publicado más de la mitad de los libros apoyados por la CIA de la lista siguiente, que han sido hechos públicos en un sitio u otro a lo largo de años: The Dinamics of Soviet Society , de Walt Rostow; The New Class by Milovan Djilas; Concise History of the Communist Party by Robert A. Burton; The Foreign Aid Programs of the Soviet Bloc and Communist China by Kurt Muller; In Pursuit of World Order by Richard N. Gardner; Peking and People’s Wars by Major General Sam Griffith; The Yenan Way by Eudocio Ravines; Life and Death in Soviet Russia by Valentin Gonzalez; The Anthill by Suzanne Labin; The Politics of Struggle: The Communist Front and Political Warfare by James D. Atkinson; From Colonialism to Communism by Hoang Van Chi; Why Viet Nam? by Frank Trager; and Terror in Vietnam by Jay Mallin.

Otra de las joyas de la familia es la Operación Gladio, la asombrosa campaña terrorista en Europa Occidental dirigida por la CIA, OTAN y varias agencias de inteligencia europeas durante décadas tras la Segunda Guerra Mundial, de la que he escrito en mis libros (8). La que promete convertirse en la Biblia de la materia acaba de publicarse: Operación Gladio: NATO’s Top Secret Stay-Behind Armies and Terrorism in Western Europe, en la editorial Frank Casas de Londres y en Amazon, y está punto de aparecer en la editorial de Roma, Fazi Editori. El autor suizo, Daniele Ganser, ha sido elegido para la tarea exclusivamente porque domina el italiano, alemán, francés e inglés, lenguas clave para la documentación de Gladio.

William Blum es autor de Killing Hope: US Military and CIA Interventions Since World War 2 , Rogue State: A Guide to the World’s Only Superpower , Freeing the World to Death: Essays on the American Empire

Notas.

(1) William Blum: «Killing Hope: US Military and CIA Interventions Since World War II, capítulo 10.

(2) Washington Post, 17 de enero de 2005

(3) Associated Press, 5 de enero de 2005

(4) Washington Post, 14 de enero de 2005

(5) Associated Press, 6 de marzo de 1998; The Humanist (American Humanist Association) Marzo-abril de 2002. Artículo de John Swomley.

(6) The Economist (Londres), 8 de febrero de 1992, p.66 de la edición para Estados Unidos.

(7) Daron Letts, www.rabble.ca , 10 de enero de 2005.

(8) Freeing the World to Death: Essays on the American Empire , p.7

http://www.dissidentvoice.org/Jan05/Blum0121.htm



[1] (N.T. El tramposo Dick, mote con el que se conocía a Nixon)