Recomiendo:
0

El jardin bajo el mar

Fuentes: Rebelión

En Tierra Santa, para encontrar la paz, debes ir bajo el mar. Doscientos cincuenta metros bajo el nivel del marse encuentra la región más pacífica y tranquila de una tierra martirizada por la ocupación militar, por la ideología política y por la ortodoxia religiosa: se llama Valle del Jordán. En ningún otro rincón de la […]

En Tierra Santa, para encontrar la paz, debes ir bajo el mar. Doscientos cincuenta metros bajo el nivel del marse encuentra la región más pacífica y tranquila de una tierra martirizada por la ocupación militar, por la ideología política y por la ortodoxia religiosa: se llama Valle del Jordán. En ningún otro rincón de la que era la Palestina histórica se encuentra el bienestar espiritual como en este valle. Jerusalén ahora es una ciudad donde se respira pesadez, al Este porque los barrios árabes están aislados del resto de Palestina, al Oeste porque los símbolos de la civilización del consumo se mezclan con obsesivas medidas de seguridad. En Cisjordania, el Muro y los checkpoints han ghettizado aldeas y ciudades. En Israel, la mayoría vive ignorando el precio humano de la ocupación, y esto corroe los valores fundamentales de la convivencia. Por lo que no queda sino el fondo del mar, la depresión del Valle del Jordán, donde la primavera llega primero, donde el aire tiene el perfume de los campos y de la sal, y donde las palmas y los bananos la hacen exuberantes como un oasis en el desierto.

El Valle del Jordán, evoca refugio y protección en la historia bíblica. Jacob acampa en Gilead, donde se reconcilia con su tío Labano y su hermano Esaú (Génesis, 32). El rey David huye de su hijo Absalón y se refugia en Mahanaim (Samuel 2, 17: 24-29). El profeta Elias se refugia cerca del torrente Carit durante la sequía (Re 1, 17: 2-6). Los israelís de Judea huyeron a Moab, cerca del Mar Muerto, durante el asalto babilonio de Jerusalén (Jeremias, 40:11). Juan Bautista vive y predica en Perea, en el lado oriental del valle, y bautiza en las aguas del río. Cristo huye de las amenazas de lapidación encontrando asilo en Betania, más allá del Jordán (Juan, 10; 40). Los primeros cristianos perseguidos por los romanos se refugiaron en Pella.

Llego al Valle, viniendo de Cisjordania, a través del desierto de Judea, después de haber dejado las colinas, los olivos y las aldeas palestinas, esquivando un precipicio por carreteras tortuosas y escarpadas que te hacen pensar que estas cambiando de mundo. Y es con un respiro de alivio, entre los campos floridos, que te dejas sorprender por una certeza: la calma tiene aún morada. No es una casualidad que Jericó fuese la primera ciudad en ser transferida a la Autoridad Palestina después de los Acuerdos de Oslo en mayo de 1994. Tampoco que haya sido la primera ciudad «devuelta» a la Autoridad después del «alto el fuego» acordado entre Sharon y Abu Mazen en Sharm-El-Sheikh, en febrero de este año. Y no es tampoco una casualidad que Jericó sea considerada la primera ciudad de la historia con sus 8.000 años de vida. Jericó, la «ciudad de las palmas», pero también de los frutos tropicales, de las hortalizas y de las especias, donde el invierno no llega nunca, y las aguas brotan de manantiales a los piés de las laderas empinadas de Palestina. Aquí Cristo devolvió la vista a un ciego (Lc, 18:35-43). Aquí es aún posible recuperar la vista de la razón. Vivir en Palestina es un ejercicio duro de resistencia cotidiana a la injusticia y a su aceptación, tanto para los palestinos como para los no-palestinos, aunque con intensidad y modalidad diferente. Y es por eso que saber que existe Jericó y el Valle del Jordán te ofrece la certeza de un refugio donde fortalecer el espíritu de las heridas de la opresión.

Jericó, palabra que tiene sus orígenes en el cananeo, Yarah, la luna, y en el sirio, Riha, perfume y olor: o sea jardín suspendido entre la tierra y el cielo. Paraíso de los arqueólogos, esta ciudad se ha convertido en la capital de la identidad histórica reencontrada de los palestinos. «Antes de la entrada en vigor de los Acuerdos de Oslo, los únicos carteles en lengua árabe que había estaban en lugares arqueológicos y decian: «Prohibido pisar las ruinas». Todas las indicaciones turísticas estaban en hebreo e inglés».-cuenta Hamdan Taha, Director General del Departamento de Antigüedades y del Patrimonio Cultural de la Autoridad Palestina. «Los arqueólogos palestinos no podían llevar a cabo ninguna investigación sobre los lugares. Ahora se nos ha devuelto finalmente nuestra história milenaria»- continua. El trabajo que hace Hamdan no tiene fin. La Cooperación italiana, junto con la ONG Cooperación Internacional Sur-Sur y con Studium Biblicum Franciscanum– el Instituto arqueológico franciscano- ha echado una mano, abriendo en 1999 una escuela de restauración de mosaicos, a partir de aquellos extraordinariamente bellos del Palacio de Hisham, joya de la arquitectura omeya del siglo VIII d.C.

«Estamos trabajando en un plan de gestión del futuro Parque Arqueológico de Jericó»- cuenta el arquitecto Giovanni Fontana Antonelli, responsable del proyecto de la UNESCO para el patrimonio cultural palestino. «Jericó tiene potenciales extraordinarios: recursos naturales, cultura, história, agricultura floreciente. Podría constituir un modelo para el desarrollo sostenible en Palestina»-añade. Pero para que esta visión tome cuerpo, necesita contar con los vecinos, los israelís. El Valle del Jordán fue la primera zona de los Territorios Ocupados en 1967 en que se establecieron asentamientos israelís, y la mayor parte de las reservas de tierra que posee Israel en Cisjordania están situadas en el Valle del Jordán. Esto ha limitado fuertemente el potencial de desarrollo económico, en particular agrícola de Jericó, Auja y de las aldeas palestinas más al norte. Más del 80% de los manantiales subterráneos de la «montaña acuífera», la reserva hídrica alimentada de las aguas que bajan de la dorsal palestina paralela al Valle del Jordán, están bajo control israelí. Todas las bombas palestinas para extraer el agua del Jordán fueron destruidas después de 1967 (Palestinian Hydrology Group,2004). El control de los recursos hídricos será la verdadera prueba de la voluntad del Gobierno de Israel de hacer las paces. La prueba de la verdad, apropiado en la región donde Cristo fue tentado por Satanás después de cuarenta días y cuarenta noches de ayuno.

El Monasterio griego-ortodoxo de las Tentaciones está adosado a las paredes de un barranco, 350 metros sobre Jericó, desde donde se domina el Valle hasta el Mar Muerto. Aunque la construcción de un remonte turístico a unas decenas de metros ha roto el aislamiento, el Monasterio es aún un lugar de recogimiento extraordinario, quizás el que prefiero de toda la Palestina histórica. Está protegido también de la vista de la base militar israelí situada convenientemente sobre la cumbre de Jabal Quruntul, Mons Quaranta para los Cruzados, donde Cristo ayunó. «Durante la Intifada, algunos palestinos armados intentaron el asalto subiendo las pendientes a pié. El asalto falló y el ejército mató 19 «terroristas».»- cuenta Teodosius, uno de los frailes griegos.

Todos estaban esperando la remoción de los checkpoints que han estrangulado la ciudad en estos años. Uno ha sido retirado -el de la carretera a Ramallah, y llevado cerca de la colonia de Yitav – pero los otros permanecen: el del cruce con la carretera estatal 90, que atraviesa el Valle del Jordán de Norte a Sur, y el de la carretera a Jerusalén y al Mar Muerto. «Los soldados permanecen, aunque se hacen menos controles» -observa el taxista Riyad. La retirada del ejército de Jericó, anunciada después del «alto el fuego» de Sharm-El-Sheikh, no se ha dado nunca, ya que el ejército nunca ha estado dentro de la ciudad durante la Intifada, sinó a sus puertas.»Con los israelís se han de hacer las cosas un pasito cada vez, Schuwaya, schuwaya, poco a poco» -explica Alí, guía en el lugar arqueológico de Tell-Al-Sultan, donde se encontraba la Jericó milenaria. En el checkpoint de la carretera a Jerusalén y al Mar Muerto han retirado al menos los grandes bloques de cemento. Durante las labores de remoción, un cartel anunciaba en hebreo, árabe e inglés: «Perdonen las molestias ocasionadas por los trabajos de mejora del checkpoint que van en beneficio de la población». Casi una broma. ¿Nadie se excusa, por ejemplo, por los hoteles cerrados durante años debido al aislamiento de la ciudad?. Dos son las señales de novedad que se hacen esperar en la ciudad por lo menos: la vuelta de la policía palestina a las puertas de la ciudad, y los turistas palestinos que llegan en tropel de Ramallah para visitar una ciudad antes inaccesible.

Un poco más lejos, la frontera con Jordania. El puente dedicado al General Allenby y al rey Hussein de Jordania pasa sobre un río que discurre lento y exhausto hacia el estéril Mar Muerto, entre una vegetación palustre inesperada que rompe la monotonía de las laderas áridas y salobres circundantes, y que un poco más hacia el valle esconde Al-Maghtas, el lugar del bautismo de Jesús. En la frontera los controles israelís son rigurosos y exasperantes, el procedimiento puede alcanzar las seis o siete horas antes de poder entrar en Israel. Si eres occidental, sabes árabe y eres joven, te hacen la vida imposible para saber si tienes contactos con los palestinos o, peor aún, si te diriges a los Territorios Ocupados, y debes soportar humillantes interrogatorios – agarrado a una sólida coartada y con las direcciones dentro de los zapatos. Durante esta Intifada, se estiman en once mil los extranjeros rechazados en las fronteras de Israel por dirigirse a los Territorios Ocupados (International Solidarity Movement, 2005). Por lo tanto, en las fronteras externas, por ahora, no han cambiado mucho: debes aprender a mentir.

Pero cuando pasas, aunque te tiemblan aún las piernas y te sientes trastornado por el largo interrogatorio, el aire del Valle del Jordán te restablece. Según los arqueólogos, la civilización más antigua de la historia no aparece junto al Nilo o al Tigris y Eufrates, sino en el Valle del Jordán. Se sucederán las invasiones, los terremotos, los incendios y los saqueos, pero el hilo continuo de la civilización no se ha interrumpido aún. Aún hoy, en los campos de Jericó y Auja se encuentran manufacturas y paredes en ladrillos de barro secado al sol, los mismos materiales de construcción que se utilizaban hace miles de años. Estas cosas deberían hacer reflexionar a quienes se oponen a una paz justa y duradera en Palestina, traicionando la cuna de la humanidad. Pasarán, como pasaron saqueos e incendios.