La explícita hipocresía del gobierno de los EE.UU. no deja de impresionarnos. A veces, hay que darles el beneficio de la duda, como buenos seres humanos que convivimos en la comunidad mundial. ¿Será que andan confundidos o mal informados? ¿O será que simplemente la ignorancia intencional y la hipocresía descarada y peligrosa es el nuevo […]
La explícita hipocresía del gobierno de los EE.UU. no deja de impresionarnos. A veces, hay que darles el beneficio de la duda, como buenos seres humanos que convivimos en la comunidad mundial. ¿Será que andan confundidos o mal informados? ¿O será que simplemente la ignorancia intencional y la hipocresía descarada y peligrosa es el nuevo lema de Washington? Difícil es pensar que alguien, o un gobierno, puedan tener tan malas intenciones que miente abiertamente, distorsiona realidades y constantemente viola la verdad, la justicia y la soberanía de los pueblos. Desafortunadamente, Washington es la excepción. Su agresión hacia Venezuela aumenta cada día más, junto con sus intentos de sofocar la voluntad expresada multitudes de veces por la mayoría de venezolanos. Y se va abriendo más y más su tumba política con cada discurso y cada declaración llena de mentiras, engaños y falsedades que fácilmente son desenmascarados y desmontados con sus propias herramientas.
Les doy un ejemplo. El día miércoles, 21 de junio, durante una audiencia en el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense, se hicieron varios comentarios que ponen en duda la seriedad de esa institución. El salón del Congreso, distinguido en su historia, fue convertido en un set de «Comedy Central», metafóricamente hablando, por supuesto. Primero se montó el Subsecretario de Estado por el Hemisferio Occidental, Thomas Shannon, a declarar, sin reírse, que el gobierno estadounidense estaba dispuesto a ayudar a Venezuela, mejorar sus instituciones electorales y apoyar para construir más confianza en los procesos y cuerpos electorales en el país. Esta declaración sería un insulto a nuestra inteligencia si no fuera tan graciosa. Washington ha invertido millones y millones de dólares en esfuerzos para desacreditar al Poder Electoral en Venezuela, y ha recomendado abstenerse de los procesos electorales en el país a grupos como Súmate y otros partidos políticos y organizaciones de la oposición. Ha intentado fomentar un ambiente antielecciones en Venezuela a través de su financiamiento y asesoría a sectores violentos que emplean tácticas fuera del marco constitucional y solo bajo presión de organismos y entidades internacionales ha reconocido los resultados de los últimos procesos electorales en el país. Y ahora, después de sus millones gastados en derrocar y manchar a las instituciones venezolanas, ofrecen su «ayuda» para «reconstruirlas». Su burla de la inteligencia venezolana no tiene límites. Realmente son los EE.UU. donde una mayoría no participa en los procesos electorales porque no confían en sus instituciones, porque siempre gana el fraude y las multinacionales y los candidatos con los bolsillos más grandes y poderosos. Deberían mejor invertir sus esfuerzos en arreglar sus propios organismos electorales y construir la confianza de su propio pueblo en sus instituciones públicas.
La segunda parte del show del Congreso se convirtió en un circo. El Subsecretario Shannon comenzó a tartamudear que «el respaldo de Chávez a candidatos en los países vecinos de América Latina era un intento de comprar influencia y un lugar político en la región.» Una gran parte de los legisladores estadounidenses que participaban en la audiencia, también criticaron a Chávez por inmiscuirse en las elecciones en países como Bolivia, Perú y Nicaragua. ¡Qué broma! Solamente en América Latina, el gobierno de Washington gasta más de $810 mil millones en «promover la democracia» en los distintos países de la región. Esta cifra no incluye los gastos en esfuerzos antinarcotráficos, apoyo económico y financiamiento a programas para niños y familias en estados de necesidad. La National Endowment for Democracy invierte más de $6 millones cada año en procesos electorales, partidos políticos, sindicatos, medios de comunicación y movimientos sociales en la región que promueven la agenda de Washington. La Agencia Internacional del Desarrollo de los EE.UU. (USAID) gasta más de $250 mil millones en programas que «apoyan al desarrollo de la democracia» («democracia» según Washington) en el continente. Este dinero no es para mejorar la situación de los pobres de América Latina, ni es para ayudar a los países latinoamericanos ser más autosuficientes, productivos y prósperos. Es para imponer la agenda neoliberal de Washington y asegurar su dominación sobre los recursos naturales energéticos y estratégicos en la zona. Y los EE.UU. tienen una larga historia de intervenir en los asuntos internos de la mayoría de las naciones en este hemisferio. Ironía es que el gobierno de George W. Bush acuse a Venezuela de injerencia en las elecciones en Nicaragua cuando fue durante el primer gobierno de su papá (Reagan-Bush) que invirtieron más de un billón de dólares para lograr derrocar al gobierno sandinista en ese país. Y es el gobierno de Washington que ha ejecutado, financiado y apoyado más golpes de Estado contra gobiernos que no se subordinaron a sus intereses que cualquier otro de la historia; solo hay que recordar los golpes conducidos por la mano de la CIA contra Jacobo Árbenz, en Guatemala; Joao Gulart, en Brasil; J.M. Velasco Ibarra, en Ecuador; Juan Bosch, en República Dominicana; Salvador Allende, en Chile; Jean-Beltrand Aristide, en Haití; y Hugo Chávez Frías, en Venezuela, para nombrar algunos.
El gobierno de Washington prefiere ver la historia y la actualidad con ceguera en lugar de enfrentar sus malévolas intenciones y aceptar su responsabilidad de haber causado miseria en el mundo y de haber violado la voluntad de la humanidad.
BUSH EN VIENA
Ciegos pueden vivir por ahora, pero algún día, no podrán resistir más el grito de justicia y la salvación de la comunidad internacional. El presidente George W. Bush estuvo este miércoles en la ciudad austriaca de Viena en la primera visita de un Presidente estadounidense en 27 años (la última visita fue por Jimmy Carter, quien se encontró allá con el líder soviético Leonid I. Brezhnev para firmar un acuerdo sobre armas nucleares). Pero Bush no tuvo la misma recepción calurosa, solidaria y amistosa que dieron al presidente Hugo Chávez cuando estuvo en Viena durante la cumbre de la Comunidad Europea y América Latina a finales de mayo del 2006. Mientras Chávez fue recibido por miles y miles de jóvenes europeos en las calles de Viena, quienes gritaban su apoyo al líder venezolano en todos los rincones de la ciudad, Bush fue recibido con gritos de un tono distinto. Miles de personas marcharon por las calles de Viena para recibir a Bush, pero no con pancartas que expresaban su solidaridad y aprobación, sino con pendones enormes que decían «El Terrorista ‘Número 1’ del Mundo.» Y la prensa fue brutal en contra del jefe del estado norteamericano: «George W. Bush es probablemente el peor presidente de los últimos 100 años», leía un titular en el periódico más importante de Austria, Der Standard. «El mundo lo tiene que sufrir hasta el 2008,» lamentaba el periodista Hans Rauscher.
Y seguro que Bush seguirá enfrentando esa clase de recepción en todas partes que visita en este mundo, mientras la popularidad de Hugo Chávez va creciendo a nivel internacional cada día más. Hasta que Washington deje de ver el mundo al revés, es dudable que cambie mucho esta realidad.