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Cronopiando

«El mundo es un mejor lugar sin…»

Fuentes: Rebelión

A George Bush, a Tony Blair, o al caballero iraquí que los Estados Unidos han puesto al frente de los destinos de Iraq, nadie les censura que piensen que «el mundo es un mejor lugar sin Sadam», frase ésta que como clones han repetido hasta la saciedad antes y después de apresarlo, y muy especialmente […]

A George Bush, a Tony Blair, o al caballero iraquí que los Estados Unidos han puesto al frente de los destinos de Iraq, nadie les censura que piensen que «el mundo es un mejor lugar sin Sadam», frase ésta que como clones han repetido hasta la saciedad antes y después de apresarlo, y muy especialmente desde que el pretexto de las inexistentes armas de destrucción masiva los puso en evidencia.

Tienen todo el derecho a pensar como gusten y a suponer que el mundo, efectivamente, es mucho más habitable sin la presencia de quien fuera su aliado y a quien armaran, respaldaran, protegieran y hasta condecoraran (Aznar) con la muy ilustre orden de Isabel la Católica.

A lo que no tienen derecho alguno es a pretender ese «mundo mejor» por encima de Naciones Unidas, de la opinión de sus propios pueblos y del sentir general de un planeta que, por más precarios que sean, dispone de mecanismos que regulen y arbitren las diferencias y conflictos entre Estados.

A lo que no tienen derecho es a «mejorar el mundo» vulnerando los derechos de los demás, irrespetando acuerdos y procedimientos, multiplicando el terror en todas sus formas y violentando todos los instrumentos jurídicos que el siglo XXI ha puesto en manos de los pueblos para dirimir sus conflictos de la mejor manera posible.

Y digo esto, dando por buena la inaceptable premisa de que el crimen de Iraq nada tenga que ver con la sucia rapiña de sus recursos petroleros, con razones de hegemonía política, y de que son las «buenas intenciones» de hacer un mundo mejor lo que motiva esa masacre que no cesa.

Porque si prescindimos de cualquier razón y derecho y sólo nos atenemos a nuestras propias consideraciones sobre lo que debe ser «un mundo mejor», si aceptamos por todo orden nuestro particular sentir sobre «el mejor de los mundos», que nadie venga después a llorar, a pretender conmovernos con el derrumbe de sus mitos, con el dolor de sus muertos cuando, con el mismo derecho que le asiste a Bush y al resto de sus cómplices, alguien pensó que «el mundo es un mejor lugar» sin torres gemelas; que «el mundo es un mejor lugar» con casi doscientos muertos tirados en una estación de trenes de Madrid o con algunos muertos menos en Londres; que «el mundo es un mejor lugar» con los centenares de niños rusos asesinados en su propia escuela; que «el mundo es un mejor lugar» sin Bush, sin Rumsfeld, sin la Condolezza, sin Chenney, sin Blair, sin Aznar, sin Rajoy, sin Berlusconi, sin Sharon…y en verdad que lo es.

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