La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha complicado mucho la geopolítica mundial. Trump llega al poder a caballo del descontento generalizado de la población que ha sufrido las consecuencias de la crisis del capitalismo financiero global, levanta la bandera de un nacionalismo aislacionista y contrario a la libre circulación de mercancías y […]
La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha complicado mucho la geopolítica mundial. Trump llega al poder a caballo del descontento generalizado de la población que ha sufrido las consecuencias de la crisis del capitalismo financiero global, levanta la bandera de un nacionalismo aislacionista y contrario a la libre circulación de mercancías y personas, a las que acusa de ser la principal causa de haber dejado en el paro o hacer perder poder adquisitivo a las clases medias y populares de los países industrializados. Un nacionalismo conservador, xenófobo y fundamentalista en lo cultural. Donald Trump, está emparentado con las Marine Le Pen, Nigel Farange, Geert Wilders, Alternativa por Alemania, Alba Dorada (Grecia), FPO (Austria), el populismo no xenófobo pero contradictorio Beppe Grillo en Italia, o los gobiernos ultraconservadores de Hungría y Polonia.
La política económica aislacionista de imposición de aranceles al comercio mundial propuesta por Trump, choca abiertamente con el neoliberalismo y las grandes corporaciones y transnacionales en el resto del mundo. El neoliberalismo ha permitido una concentración de capital en muy pocas manos cómo no había sucedido en toda la etapa de guerra fría, y se ha extendido por todo el mundo permitiendo un crecimiento de capital que otorga mucho poder a sus poseedores. Así, será difícil que el capitalismo industrial de economía productiva local, que defendía Trump, se imponga al capital financiero basado en la libre circulación de mercaderías y capitales. Sobre todo, porque a pesar de las contradicciones internas del capitalismo en EEUU, será difícil que un millonario como Donald Trump, con grandes capitales en el sector financiero, acabe dando la espalda a sus adinerados compañeros de viaje en favor del capital industrial nacional.
De esta contradicción principal, salen las últimas acciones bélicas de Trump. Si en un primer momento Trump había pronosticado el aislacionismo y buscar solución a los conflictos donde está embarrado EEUU, en Afganistán e Irak, o enfrentado con Rusia en Siria y Ucrania, y se anunciaban acuerdos con Putin para pacificar esos conflictos, inesperadamente, Trump, dio la orden de lanzar el pasado abril, misiles Tomahawk sobre la base aérea de Shayrat en Siria, desde donde habían salido los aviones que bombardearon la población de Jan Shijún, en manos del ISIS, que causaron 72 muertos por inhalación de gas sarín, un arma química prohibida, que Al-Asad y Rusia niegan se utilizara.
Escalada belicista que Trump prosiguió pocos días después arrojando una bomba GBU-43 de proporciones colosales sobre un refugio de talibanes en Afganistán. Una bomba mal llamada «madre» de todas las bombas (para escarnio de todas las mujeres). Un tipo de bomba de 10 tm que rompe los límites entre armas convencionales y armas de destrucción masiva, porque esta bomba tiene un radio de acción de 3 km y en 1,6 km no deja nada con vida. Y seguidamente enviaba la armada a los mares de Corea y amenazaba a Corea del Norte con un ataque si el país de Kim Jong-un proseguía haciendo pruebas con misiles. Una excusa para situarse frente a China, país al que EEUU ve como gran rival en la lucha por los recursos fósiles y que enfrenta el capitalismo chino con el de EEUU. La primera visita al exterior iniciada por Donald Trump fue en Arabia Saudí, donde anunciaba un soporte total a la monarquía saudí con una venta de armas inmediata de 110.000 millones $ y 350.000 en los próximos diez años, visita continuada en Israel y posteriormente en la sede de la OTAN en Bruselas, donde se reafirmó en pedir que los estados miembros incrementen el gasto militar para hacer, según él, un mundo más seguro a través del belicismo.
El choque entre diferentes formas de capitalismo no es nuevo y ha sido motivo de muchas guerras y es causa de algunos de los conflictos hoy existentes, quizás en menor grado que otras causas más sobresalientes, pero sin duda presente en Siria y Yemen. La escalada belicista de Trump, que incluye un aumento de 60.000 millones de dólares en gasto militar para el próximo año fiscal, apunta en sentido contrario al aislacionismo inicial por él anunciado, y anuncia que se inclina por proseguir con la expansión globalizadora de control de la economía mundial, algo que sin duda favorece al neoliberalismo financiero. Un neoliberalismo impuesto por las corporaciones financieras que ha obligado a rectificar las promesas electorales de Donald Trump y es un buen ejemplo de las paradojas de la política. Una cosa es predicar y otra la realidad del sistema económico financiero mundial. Así, los nacionalismos que quieren cerrar fronteras lo tendrán difícil para impedir que la globalización neoliberal continúe.
Respecto del belicismo, como bien sabemos es la continuación de la política por otros medios. Así, los ataques lanzados por Donald Trump a Siria y Afganistán o el despliegue de la armada por los mares de China, demuestran que el neoliberalismo, cuando lo necesite, utilizará la fuerza militar para imponer sus designios.
Fuente: http://blogs.publico.es/cronicas-insumisas/2017/06/14/el-neoliberalismo-y-belicismo-de-donald-trump/