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El otro circo electoral

Fuentes: Al Ahram Weekly

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


Con Tzipi Livni, la persona designada por el anterior Primer Ministro, abandonando sus esfuerzos para formar un gobierno de coalición, la avanzada de EEUU en Oriente Medio está experimentando asimismo una gran fiebre electoral debido a las maquinaciones de los extremistas sionistas.

Los representantes de Livni han estado celebrando negociaciones exhaustivas con el ultra-ortodoxo partido Shas, en un esfuerzo por incluir al fanático e influyente grupo en lo que hubiera sido un gobierno de coalición, pero todo ha sido en vano.

Los dirigentes de Shas insistieron en que había que destinar cientos de millones de dólares en subsidios para familias con muchos niños, i.e., su tropel de judíos ultra-ortodoxos, como condición previa para unirse al gobierno. Shas exigió también que el gobierno se abstuviera de incluir la cuestión de Jerusalén en las negociaciones con la Autoridad Palestina.

Finalmente, las negociaciones entre Kadima, el partido de Livni, y Shas hicieron implosión. Por su parte, Livni calificó las demandas de Shas de «clara extorsión», sosteniendo que no iba a sacrificar los intereses económicos del país en aras a sobornar a un partido político «rapaz».

Los dirigentes de Shas, furiosos por los comentarios de Livni, le replicaron acusando a la gente de Livni de ser «farsantes, racistas y arrogantes». Racistas, porque Livni y su Partido Kadima son abrumadoramente ashkenazis o europeos, mientras que Shas representa a los judíos originarios del mundo musulmán.

» Si alguien que ayuda a los niños enfermos es etiquetado de extorsionista, entonces soy un extorsionista», se quejó Eli Yeshai, un político dirigente de Shas, que pide habitualmente consejo al líder espiritual del grupo, el rabino Ovadia Yosef.

Tras el colapso de las negociaciones Kadima-Shas, y el rechazo verdaderamente racista de Livni a contactar los partidos árabes israelíes para su posible inclusión en sus aspiraciones de gobierno, el Presidente israelí Simón Peres dijo en la Knesset esta semana que se celebrarían elecciones en Israel a fin de salvaguardar los intereses vitales del estado judío.

Peres instó a los políticos y a sus partidos a hacer introspección y a no ponerse demasiado febriles respecto a las elecciones. Sin embargo, en lugar de esa introspección, un torrente de discursos y comunicados de cara a las elecciones por parte de diversos políticos han ofrecido un anticipo de una elección que muy probablemente va a ser frenética y muy polarizada.

Inaugurando la temporada electoral, el representante parlamentario del Likud, el dirigente Benyamin Netanyahu hizo una sarta de exaltadas declaraciones destinadas a buscar potenciales votantes para su partido. Cuando habló en la apertura de la sesión de invierno de la Knesset el lunes 27 de octubre, Netanyahu juró que bajo su liderazgo Israel no negociaría nada relativo a Jerusalén, retendría la mayor parte de Cisjordania como parte de Israel y bajo ninguna circunstancia permitiría que los refugiados palestinos desarraigados de su patria retornaran a sus hogares.

Jugando a representar el papel de «chico amable», Netanyahu dijo que en vez de una «paz territorial», Israel impulsaría una «paz económica» a través de la cual los palestinos dispondrían de prosperidad económica y un cierto grado de autonomía bajo una dominación perpetua israelí.

Si llegara a convertirse en el próximo Primer Ministro israelí, lo cual entra bastante dentro de lo posible, Netanyahu dijo que Israel conservaría los Altos del Golán, Jerusalén Este y la mayor parte de Cisjordania. Es decir, que enterraría el proceso de paz de una vez por todas.

Los comentarios extremistas de Netanyahu provocaron que el parlamentario árabe de la Knesset, Ahmed Teibi, interrumpiera al dirigente del Likud diciendo, «Ya vivimos la experiencia de tenerle como Primer Ministro y fue un total fracaso». El intercambio de pareceres hizo que la portavoz de la Knesset, Dalia Itsek, bromeara después diciendo que la consigna de la campaña electoral debería ser «Bibi o Teibi». Otro integrante de la Knesset añadió «o Tzipi».

Es probable que las próximas elecciones tengan lugar a mediados de febrero. Según la ley israelí, el país debería ir a las urnas no más tarde de 90 días después de la disolución del parlamento israelí, la Knesset. Los medios israelíes han citado fuentes gubernamentales «bien informadas» diciendo que es probable que la disolución de la Knesset se produzca a mediados de la próxima semana [2-9 noviembre].

Según las últimas encuestas de opinión, el partido de Livni, Kadima, tiene posibilidades de ganar 31 escaños mientras que el Likud podría conseguir 29 de los 120 competidos escaños. Las encuestas, elaboradas por encuestadores supuestamente fidedignos, también mostraban que el Partido Laborista, que ahora tiene 19 escaños, no conseguiría más de 11 en caso de que las elecciones se celebraran ya.

Esto son ciertamente malas noticias para el jefe del Partido Laborista Ehud Barak, quien también estaba ansioso de vender un cada vez más agotado partido a un electorado desilusionado que va constantemente a la deriva, bien hacia el fascismo religioso o bien hacia una patriotería de extrema derecha. Barak podría intentar redimir algo de la reputación de su partido haciéndose eco de los desgastados eslóganes que decían que el Partido Laborista era el partido de los pobres. Podría intentar también anotarse algunos puntos contra el Likud de Netanyahu sacando partido de las taras del capitalismo codicioso, que tan patentes ha dejado la crisis financiera mundial que está ya impactando contra los estratos más desfavorecidos de la sociedad israelí. Hay un amplio rechazo hacia el Partido Laborista por haber perdido utilidad al convertirse en el partido de los viejos y caducos.

Aparece como un partido derechista, con sus corrientes religiosas y laicas, un tanto marginado. Esto podría significar malas noticias para los palestinos en general y para el «proceso de paz», ya que un gobierno cuyo premier sea Benyamin Netanyahu se mostraría muy mezquino a la hora de estar dispuesto a ceder territorios ocupados, tanto en Cisjordania como en los Altos del Golán.

Al-Ahram Weekly preguntó al veterano periodista israelí Roni Shakaid si pensaba que el gobierno israelí que pudiera salir de las elecciones supondría «malas noticias para la paz con los palestinos». «Me temo que así será. Lo menos que puedo decir es que la esencia del conflicto con los palestinos se mantendrá invariable. En otras palabras, si la situación global no empeora, tampoco va a mejorar».

Esta semana, el dirigente de Fatah y negociador principal de la AP, Ahmed Qurei, declaró que confiaba en que Livni fuera la próxima Primera Ministra de Israel. Aunque sus esperanzas pueden estar bien colocadas y ser compartidas por muchos, es muy dudoso que Livni esté en condiciones de conseguir mucho si hay un árabe que aparece apoyándola públicamente. Un comentarista israelí señaló que los comentarios de Qurei «van a percibirse finalmente como un lastre, y no como un activo, para Livni».

La sociedad judía israelí es demasiado racista y demasiado anti-árabe como para tolerar un alcalde al que los árabes apoyen, y mucho menos un posible primer ministro. En efecto, la negativa de Livni a contactar con cualquiera de los partidos árabes de Israel durante sus malogrados esfuerzos para formar un gobierno de coalición atestigua la situación real en el estado judío.

Enlace con texto original en inglés:

http://weekly.ahram.org.eg/2008/920/re1.htm