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El Partido Republicano y los latinos

Fuentes: Progreso Semanal

Entre la espada y la pared es un mal lugar donde estar, ya sea que hablemos de la vida en general o de cualquiera de los juegos que la gente practica: amor, ajedrez, guerra o política. En estos momentos, esa es la exacta posición política del Partido Republicano en un asunto nada pequeño: su supervivencia […]

Entre la espada y la pared es un mal lugar donde estar, ya sea que hablemos de la vida en general o de cualquiera de los juegos que la gente practica: amor, ajedrez, guerra o política. En estos momentos, esa es la exacta posición política del Partido Republicano en un asunto nada pequeño: su supervivencia como partido nacional capaz de ganar la Casa Blanca.

El problema del PR, que ha levantado su fea cabeza una vez más a tiempo que los republicanos tratan de lidiar con su respuesta a la revelación no oficial de la administración Obama, recientemente anunciada, de que planea presionar al Congreso para que apruebe una reforma inmigratoria total, incluyendo una vía a la ciudadanía, para la mayoría de los inmigrantes no documentados.

El problema para los republicanos se resume en un solo sustantivo plural: latinos. Hay varias maneras de medir la gravedad del dilema de los republicanos más allá del hecho evidente de que el voto latino ya es grande y sigue creciendo con rapidez.

Una forma es pensar acerca del sorprendente comportamiento del voto latino en las elecciones de noviembre de 2012. En su primer intento, por la presidencia, Barack Obama prometió hacer una prioridad máxima de la reforma inmigratoria total durante su primer año en el cargo. No hizo tal cosa. Es más, acerca de este punto, Obama gastó una muy pequeña parte del capital político que adquirió en virtud de vapulear de mala manera a John McCain.

La cosa empeora. Una cifra récord de inmigrantes no documentados fueron deportados bajo el mando de Obama. Y la gota que cualquiera hubiera pensado que iba a rebosar la copa -el alto desempleo, en especial entre los latinos- no lo hizo.

Todo parecía indicar un desastre político garantizado para el presidente y una clavada para su adversario. Sin embargo, después de haber contado todos los votos, Obama recibió 71 por ciento del voto latino, una avalancha desde cualquier punto de vista. ¿Cómo sucedió?

El hecho es que aunque los latinos estaban desencantados de Obama, estaban aterrados de los republicanos. La campaña primaría del PR fue un circo, y uno de los principales números de ese circo fue una competencia acerca de cuál de los contendientes, como presidente, podría adoptar una línea más dura contra los «extranjeros ilegales».

El más payaso de todos, Herman Cain, quien encabezó a los contendientes por un brevísimo tiempo antes de hacer implosión, llegó a proponer una cerca electrificada en la frontera EE.UU.-México. Pero la competencia por el título de mayor machacador de los inmigrantes no terminó cuando Cain y los otros bufones quedaron fuera del juego.

El ganador de esta triste emulación, el hombre que superó a todos los rivales en la categoría de «Yo seré más xenófobo que tú» fue nada menos que Mitt Romney, quien terminó por ser el candidato republicano. Romney hasta logró que el gobernador de Texas Rick Perry, que nadie cree que pueda ser un liberal compasivo, pareciera débil en el tema de los «ilegales».

Una cosa es negarse a clavarse mi espada y otra cosa es escupirme la cara, prometer electrocutar a mis primos o hacer tan miserable la vida para millones de mi gente que, según las orwellianas palabras de Mitt Romney, ellos decidan «autodeportarse». Es decir, preferir el purgatorio en vez del infierno.

En la campaña de 2012, el PR celebró un curso acerca de cómo indignar a los electores de piel más oscura -en grande. Les costó.

Es más, los latinos no acudieron a los republicanos debido a su frustración porque Obama no cumplió su palabra ya que sabían la razón: los republicanos en el Congreso estaban categóricamente en contra de lo que ellos llaman «amnistía». Hasta durante los dos años que los demócratas tuvieron la mayoría en ambas cámaras, los republicanos en el Senado tenían suficiente voluntad política y votos para bloquear cualquier legislación de ese tipo por medio de su herramienta obstruccionista favorita: el filibusterismo. Los republicanos en el Congreso llegaron a eliminar la Ley Sueño, una ley que hubiera ayudado solo a la categoría más necesitada de los inmigrantes, los que sus padres indocumentados trajeron aquí cuando eran niños.

Ahora, según reportes de prensa, la administración Obama está decidida a tratar de que se apruebe una reforma inmigratoria total. Es una buena movida, ya sea que se mire desde el punto de vista humanitario o de una medida. Políticamente es también una gran movida, porque pone a los republicanos entre la espada de su base rabiosamente antinmigrante y la pared de la furia del grupo de electores que más rápidamente crece en el país.

No podía llegar en un momento peor, cuando los republicanos están tratando desesperadamente de descifrar cómo evitar recibir en futuras elecciones el tipo de castigo que propinó el año pasado a Romney el electorado latino.

Los republicanos tienen un crítico problema latino, un problema que puede que no sean capaces de solucionar. La latinofobia republicana es en gran medida un reflejo de uno de los peores vicios del PR: el racismo. Debido a esto, Obama los tiene atrapados.

La estrategia republicana para escaparse de este atolladero puede describirse, caritativamente, como errada. En vez de una única ley de reforma inmigratoria que cubra a todo el mundo que se haya portado bien desde que llegó al país, como se ha dicho que Obama propondrá, ellos quieren dividirla en muchas pequeñas partes, cada una de las cuales cubra a un solo tipo de inmigrante. Eso es como ofrecer a alguien un juego de neumáticos mientras otro ofrezca vender un auto nuevo por el mismo precio. Los latinos no tendrán que pensar dos veces para saber cuál negocio es mejor.

A pesar de lo mezquina que es la mejor oferta de los republicanos, muchos en el seno del partido se oponen incluso a este enfoque poco sistemático. Así que en realidad es una competencia entre el individuo que quiere vender un auto y otro que quizás, con toda reserva, quiere vender un juego de neumáticos por el mismo precio.

Es evidente que demasiada gente dentro del PR, en bien del partido, no escarmentaron con la golpeadura que los latinos les dieron en 2012. Eso probablemente signifique que el ambicioso plan de Obama no sea aprobado en el Congreso, Pero al menos tendrá la virtud de desenmascarar a los republicanos y arruinar totalmente su fantasía de hacer las paces con la comunidad latina por una bicoca. No podría haberles pasado a nadie mejor.

Fuente: http://progreso-semanal.com/ini/index.php/eeuu/6444-el-partido-republicano-y-los-latinos