Los responsables políticos estadounidenses, congresistas y el gabinete civil del Departamento de Defensa, esperan mucho de la creación de nuevas armas no letales que deberían permitir a los ejércitos que realizan misiones de mantenimiento de la paz o de ocupación, disponer de un arsenal más sofisticado que los simples gases lacrimógenos, cañones de agua y diferentes balas de goma. Por consiguiente, los laboratorios del Pentágono perfeccionan armas futuristas: cañones de sonido, microondas y láser. A partir del 11 de septiembre, se estudian aplicaciones específicas, sobre todo para neutralizar a los piratas aéreos sin herir a sus rehenes. Hoy día se realizan experimentos con prisioneros en Guantánamo y en el manejo de las multitudes en Irak
Frente a las realidades de las operaciones militares de mantenimiento de la paz en Somalia (1993), luego en Bosnia-Herzegovina (1994-1995), el Congreso de los Estados Unidos autorizó, en 1996, programas de investigación con armas no letales, dentro de los límites de las convenciones internacionales. Si bien las fuerzas de la policía utilizan ya de forma convencional gases lacrimógenos, cañones de agua, incluso balas de goma, ¿podrán los ejércitos en un futuro próximo disponer de medios invalidantes más poderosos, adaptados a sus nuevas misiones?
En el Departamento de Defensa se creó una Dirección de Armas No Letales que dispone de un presupuesto efectivo de cerca de 30 millones de dólares anuales, aunque en el servicio de todos los ejércitos, la misma está bajo el control del Cuerpo de Marines. Su divisa es «Pax Custimus, Vita Custimus» (Mantengamos la paz, mantengamos la vida).
En realidad, esa Dirección no data de 1996, sino que fue la continuación de una Célula de Coordinación de la No Letalidad que Paul Wolfowitz formara discretamente en el Pentágono a fines de la presidencia de George H. Bush (padre), en 1992. Se había formado para continuar en secreto investigaciones sobre nuevas armas químicas en el momento en que los Estados Unidos aprobaban oficialmente la Convención que las prohibía. Documentos de la época, que el The Sunshine Project hizo públicos esta semana, dan fe de la existencia de un programa ilegal de investigación sobre gases tranquilizadores realizados con el laboratorio Glaxo (hoy GlaxoSmithKline). Esos trabajos no fueron concluyentes como se comprobó con los gases tranquilizadores suministrados a Rusia durante la toma de rehenes del teatro de Moscú: una dosificación incorrecta costó la vida a 129 civiles.
Se realizaron otras investigaciones sobre armas futuristas: infrabajas, microondas, láser, sin más éxito. El almirante Arthur K. Cebrowski, nombrado precisamente después de los atentados del 11 de septiembre como nuevo director en el Pentágono para la Transformación de las Fuerzas y cercano a Paul Wofowitz, se interesó en dichos proyectos y en la manera de utilizarlos en la lucha contra el terrorismo. Ordenó a la Dirección de Armas No Letales que inventara algunos dispositivos para detener a distancia un vehículo capaz de ser conducido por un terrorista suicida o neutralizar en vuelo a piratas del aire, y quizás también que reactivaran los trabajos sobre armas químicas.
En respuesta al escenario de la embarcación con explosivos que dañó al USS Cole en octubre de 2000, la Dirección de Armas No Letales mandó a construir un cañón de sonido a la American Technology Corp. Este dispositivo, del tamaño de una antena de satélite, se coloca en la embarcación que debe defenderse y envía infrabajos insoportables para el hombre hacia los barcos amenazadores, obligándolos a alejarse.
Frente al escenario de piratas del aire suicidas, atribuido a los atentados del 11 de septiembre, la Dirección de Armas No Letales concibió colocar explosivos en los aviones de línea para neutralizar a todos sus ocupantes y tomar su control desde tierra [1]. En caso de ataque, el Comandante de la nave transmitiría el código de alerta tradicional a los controladores aéreos al desencadenar un sistema complejo. La puerta blindada de la cabina se cerraría de forma hermética; una red caería del techo sobre los pasajeros, impidiendo a los piratas circular por el aparato; un denso humo se difundiría instantáneamente obstruyendo la vista; un gas incapacitante dormiría a todos los pasajeros en menos de un minuto; la torre de control tomaría posesión de los mandos sin posibilidad de que cambiara la situación [2].
Los marines están experimentando algunas invenciones en conejillos de Indias humanos, sobre todo en el campamento de presos de la base situada en la bahía de Guantánamo, en la base de Kaneohe Bay (Hawai) y en la de Courtney (Okinawa) que albergan también a prisioneros. Se prueba la eficacia de diversos gases, flashs luminosos, e inyecciones de drogas para dominar a los individuos agitados. En Bagdad, el V Cuerpo del Ejército ha hecho un uso extensivo de porras eléctricas y de flash-balls [3]. Los Humvee (blindados ligeros) han sido equipados con cañones de ondas [4] cuyas vibraciones solo tocarían el cuerpo superficialmente, calentando las moléculas de agua de la piel, provocando un dolor intolerable, pero sin secuelas a largo plazo. Al menos eso es lo que pretenden los prospectos, ya que los estudios sobre diferentes tipos de cáncer y otras enfermedades consecutivas al empleo de esa arma todavía no se han realizado. De todas formas, los ensayos se consideraron prometedores, pero no totalmente satisfactorios frente a una multitud proveniente de todas partes. Sin embargo, ese experimento es negado por el Pentágono ya que es ilegal tanto en lo que respecta a la legislación estadounidense como al derecho internacional. Por ende, Donald Rumsfeld se quejó, durante una audiencia en el Congreso, de que sus soldados tenían derecho a disparar en Irak, pero no a utilizar esos dispositivos hi-tech. Congresistas poco conciliadores le replicaron que precisamente esa prohibición es la que obliga al uso moderado de la fuerza.
De manera general, esas armas de nueva generación son de uso múltiple. Según la intensidad y la duración de la exposición, son incapacitantes o mortales. Se trata solamente de la dosificación, en función de numerosos parámetros, con frecuencia difíciles de evaluar. En un primer momento, los accidentes deberían ser numerosos. Sin embargo, ese arsenal despierta más el interés de los responsables políticos que de los militares. Los civiles persiguen el fantasma de la fuerza sin daños humanos que permita dar prueba de autoridad sin parecer brutal, mientras que los militares son más conscientes del hecho que utilizar la fuerza significa que las políticas fracasaron.
Ver los artículos de Thom Saint Pierre
[1] El Departamento de Defensa equipó, desde 1997, numerosos aviones de línea marca Boeing (con excepción de los de Lufthansa que se opuso formalmente a ello) con un sistema de pilotaje a distancia Global Hawk, lo suficientemente sofisticado para permitirle teledirigir los aparatos, incluida la fase de aterrizaje.
[2] Ese modelo fue presentado por el coronel George Fenton en la Asociación de Pilotos de los Estados Unidos, en octubre de 2001, pero había sido concebido y perfeccionado antes de los atentados del 11 de septiembre. Algunos expertos de los EE.UU. no excluyen que se haya utilizado en aquella ocasión.
[3] » Exotic Non-Lethal Weapons to Quell Mob Rule «, por Kim Burger, Jane’s Defense Weekly, 13 de mayo de 2003.
[4] El Vehicle-Mounted Active Denial System (VMADS) fue realizado desde 2001. Ver » The Pentagon’s People Zapper «, Government Executive Magazine, 1o de mayo de 2001.