La historia de varios hombres de origen árabe secuestrados en varios países de Europa, y llevados a otros países donde son torturados, con todas las investigaciones apuntado a la CIA parece que sólo trasciende en un par de páginas de un periódico. El diario El País del 15 de marzo relataba algo espeluznante que no […]
La historia de varios hombres de origen árabe secuestrados en varios países de Europa, y llevados a otros países donde son torturados, con todas las investigaciones apuntado a la CIA parece que sólo trasciende en un par de páginas de un periódico. El diario El País del 15 de marzo relataba algo espeluznante que no parece que despierte la indignación de nadie. En un reportaje de dos páginas firmado por colaboradores del diario en Roma, Berlín y Estocolmo se relata con todo detalle cómo ciudadanos residentes en Europa, algunos con estatuto de asilo otros con nacionalidad europea, terminan secuestrados por comandos y torturados en países árabes.
En el centro de Milán dos agentes de Estados Unidos según los fiscales italianos, secuestran el 17 de febrero de 2003 a Asan Mustafá, un ciudadano egipcio residente en Italia. Lo introducen en un furgón y lo llevan a la base militar estadounidense de Aviano donde la dan una paliza. Desde allí lo trasladan a El Cairo y es torturado con descargas eléctricas y sesiones en cámara frigorífica durante catorce meses en la cárcel de Tora.
En enero de 2004 un vendedor de coches alemán de origen libanés de 41 años es interceptado en la frontera entre Serbia y Macedonia y le es retenido el pasaporte. Es llevado a un hotel de la capital de Macedonia donde lo someten a interrogatorios durante 23 días. Después lo llevan en un avión a Kabul y lo recluyen en una pequeña e inmunda celda con guardianes que hablan en inglés con acento norteamericano. Durante tres meses lo interrogan y torturan. El 29 de mayo lo vuelven a dejar en la frontera albanesa con Macedonia. Análisis de laboratorio del pelo han confirmado que efectivamente estuvo en esas fechas en Arganistán y el fiscal alemán considera la historia totalmente verosímil.
En Suecia dos ciudadanos egipcios con estatuto de asilados en ese país y sin ninguna causa judicial pendiente son detenidos por agentes de la policía de seguridad sueca en Estocolmo y Kalstad el 18 de diciembre de 2001 y a continuación son entregados esposados de pies y mano a agentes estadounidenses enmascarados, éstos los desnudan, les suministran un narcótico, les vendan los ojos y los llevan en un avión del gobierno norteamericano hacia Egipto donde son torturados.
Los países latinoamericanos del Cono Sur aún recuerdan con un escalofrío cómo los servicios secretos de las dictaduras de los años 70 se coordinaban para secuestrar y torturar a ciudadanos de cualquier país sin respetar fronteras, legislaciones ni soberanías. Y, menos aún, derechos humanos. El pasado diciembre, Venezuela y Colombia vivieron una crisis diplomática sin precedentes al demostrarse que el gobierno colombiano sobornó a agentes venezolanos para que secuestraran en Caracas a un líder de la guerrilla colombiana y lo entregaran a la policía colombiana en la frontera. Con evidente lógica, el gobierno venezolano entendió que se había violado su soberanía y transgredido la legalidad internacional. Y mientras tanto, en la legalista Europa de los históricos derechos humanos todo parece indicar que Estados Unidos está secuestrando con comandos secretos a personas sin acusación legal alguna para ser llevados en aviones a terceros países donde son torturados con total impunidad. Los políticos europeos miran para otro lado, parece que están ocupados en la campaña de defensa de su Tratado constitucional.