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En respuesta a Juan Francisco Martín Seco

El precio de la superficialidad

Fuentes: inSurGente

No valdría la pena contestar a un artículo tan superficial como El precio del desarme, de Martín Seco, de no ser porque expresa de manera clara, concisa y coherente (con su propia superficialidad) una opinión ampliamente difundida: la de que el Gobierno español tendrá que pagar un precio político por el alto el fuego de […]

No valdría la pena contestar a un artículo tan superficial como El precio del desarme, de Martín Seco, de no ser porque expresa de manera clara, concisa y coherente (con su propia superficialidad) una opinión ampliamente difundida: la de que el Gobierno español tendrá que pagar un precio político por el alto el fuego de ETA; un precio «inaceptable», pues, en última instancia, no será otro que el reconocimiento del derecho de autodeterminación de Euskal Herria. «Que nadie se engañe -dice Martín Seco-; el establecimiento de nuevas concesiones, tal como se ha hecho en el Estatuto catalán y como todo apunta que se va a efectuar en el País Vasco, lejos de servir para solucionar el problema lo agravará, abrirá aún más la sima entre los territorios y las formaciones políticas, y dará sin duda lugar a nuevas reivindicaciones».

La superficialidad, en este caso (que lamentablemente es el de millones de españoles e incluso el de algunos vascos), consiste en asumir el discurso del poder sin poner en cuestión ni una sola de sus premisas, en construirse una visión del mundo a partir de lo que dice la televisión y creer que, sobre esa base, uno está autorizado a opinar. Y, como decía Oscar Wilde (que, como decía Borges, casi siempre tenía razón), la superficialidad es el mayor pecado, el origen de todos los demás. Porque si aceptamos que el «problema vasco» consiste en que una «banda terrorista» atenta (o atentaba) contra la «democracia» y el «Estado de derecho», entonces tienen razón los Rajoy y los Seco. Sólo si apagamos el televisor y nos damos una vuelta por Euskal Herria, y después hacemos un poco de memoria y recordamos que aquí todavía reina un heredero de Franco que juró los Principios del Movimiento Nacional y que garantizó la continuidad de la oligarquía franquista, del clero franquista y de las fuerzas de represión franquistas, sólo entonces comprenderemos a qué nacionalismo y a qué problema nos enfrentamos realmente. Sólo entonces podremos ahorrarnos el terrible precio político que algunos quieren hacernos pagar. Porque, como nos enseña la historia reciente, en política el precio de la superficialidad es el fascismo.