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El presidente estadounidense pide ayuda a su padre

Fuentes: El Mundo

La Guerra de Irak abrió una distancia insalvable entre el hijo y el padre. Nueve meses después de la ofensiva, exultante aún por la caída de Sadam, George W. Bush reconoció que no necesitaba el apoyo de su predecesor, que prefería encomendarse a «un padre más alto» (o sea, Dios). Las plegarias cayeron en saco […]

La Guerra de Irak abrió una distancia insalvable entre el hijo y el padre. Nueve meses después de la ofensiva, exultante aún por la caída de Sadam, George W. Bush reconoció que no necesitaba el apoyo de su predecesor, que prefería encomendarse a «un padre más alto» (o sea, Dios). Las plegarias cayeron en saco roto. La violencia que no cesa en Irak y el batacazo electoral del martes le han obligado a morder el polvo.

Bush ha tocado el fondo resbaladizo de la impopularidad (31% de aceptación, el nivel más bajo de su mandato) y ha tenido que recurrir al patriarca, que también sabe lo suyo de tropezones.

El acercamiento se produjo en primavera, cuando empezaba a mascarse la derrota. Como en otros momentos de aprietos, Bush reclutó a James Baker y le puso al frente del Grupo de Estudio de Irak, para ayudarle a escapar.

El ex secretario de Estado ha sido siempre el vaso comunicante entre padre e hijo, el proverbial salvavidas al borde del naufragio, como cuando acudió a Florida, al frente de un ejército de abogados, para defender a toda costa su «victroria» sobre Al Gore. Para Baker, «el jefe» -en español original- sigue siendo el padre, aunque tenga que rendir cuentas ante el hijo y necesite ponerle velas al espíritu santo en mitad del temporal.

Usando a Baker como salvoconducto, fue Bush padre quien sacó de la chistera el nombre de otro estrecho colaborador -el ex director de la CIA Robert Gates- para borrar del mapa a Donald Rumsfeld y eliminar los últimos vestigios de los neoconservadores. Todo hace pensar que la operación Gates estaba tramada desde hace tiempo: varios analistas interpretan su presencia como miembro destacado del Grupo de Estudio de Irak como una catapulta hacia el Pentágono.

«Una de las personas con las que he hablado últimamente y que podría ser útil es Robert Gates», dicen que le dijo Bush padre a Bush hijo, de acuerdo con fuentes próximas a la familia citadas por la revista Newsweek.

Así las cosas, la operación Gates podría no ser más que la primera fase de la operación Rescate de Bush, ejecutada por Baker y urdida por su propio padre.

«Todo parece llevar la impronta de Bush padre» , dice al Houston Chronicle el coronel Bill Smullen, ex asesor de Colin Powell y director de la cátedra de Estudios de Seguridad Nacional en la Universidad de Syracuse. «Con los cambios en el Capitolio, tiene que ser necesariamente algo más que un simple cambio de chaqueta… Puede suponer también la vuelta al realismo pragmático en política exterior».

Otro hombre de confianza de Bush padre que vuelve a primer plano estos días es Lawrence Engleberger, que reemplaza a Robert Gates en el Grupo de Estudio de Irak y podría inyectar nuevas ideas al cambio de estrategia en la guerra. Con los refuerzos de la vieja Administración Bush, la secretaria de Estado Condoleezza Rice se moverá previsiblemente en un terreno mucho más familiar en los próximos meses.

Después de seis años luchando por salir de la sombra del padre y empeñado en dejar una impronta comparable a la revolución conservadora de Ronald Reagan, Bush se ve obligado ahora a enmendar la plana y a virar hacia el centro.

Según el sondeo de Newsweek, el 85% de los norteamericanos cree que la debacle electoral es un voto de castigo por la Guerra de Irak, y el 71% opina que la baja popularidad del propio Bush ha sido el factor clave.

Para James Jay Carafano, experto en Seguridad Nacional de la Heritage Foundation, el doblete Baker-Gates es una manera de tender una mano a los demócratas y de reconocer la necesidad de consenso: «Son dos personas de confianza, más que dos figuras de alta relevancia política».