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Entrevista al diputado Marcelo Expósito

«El problema de Catalunya es el problema de toda España»

Fuentes: L'Ombelico del Mondo

Mientras en Barcelona imperaban furiosas negociaciones para resolver el grave problema que aqueja el Govern de Catalunya, frente a la imposibilidad de elegir a un nuevo President desde las elecciones de diciembre pasado, el diputado Marcelo Expósito, elegido en el Parlamento español por la formación catalana En Comú Podem emprendía una gira por Argentina para […]

Mientras en Barcelona imperaban furiosas negociaciones para resolver el grave problema que aqueja el Govern de Catalunya, frente a la imposibilidad de elegir a un nuevo President desde las elecciones de diciembre pasado, el diputado Marcelo Expósito, elegido en el Parlamento español por la formación catalana En Comú Podem emprendía una gira por Argentina para explicar su visión sobre uno de los fenómenos políticos más impactantes de los últimos años.

Es que el independentismo catalán se ha ganado un lugar de protagonista en las discusiones políticas europeas y mundiales. Especialmente luego de la decisión por parte del ex president, Carles Puigdemont, de celebrar el enésimo referéndum independentista en octubre pasado, pese a la férrea oposición del gobierno de Madrid. Una contraposición más histórica de cualquier derby. La moderna, liberal y cosmopolita Catalunya buscando desvincularse del tradicional poderío ibérico. Lo decía ya el General español Baldomero Espartero en 1842: «A Barcelona hay que bombardearla por lo menos una vez cada 50 años para tenerla a raya». Y así lo hizo España, retratando el nuevo bombardeo unionista en la violencia de la policía mientras la población intentaba votar en aquella consulta declarada como ilegal. La ambigua declaración unilateral de independencia que vino pocas semanas después terminó de desdibujar el panorama. Una dirigencia independentista exiliada, en prisión o directamente desanimada vio desde afuera la intervención de Catalunya por parte del estado español, y el llamado a nuevas elecciones. Pero, y una vez más, las urnas le birlaron el triunfo al partido del presidente del gobierno Mariano Rajoy justo cuando creía estar claramente en ventaja. Y ahora los independentistas buscan, sin éxito aún, retomar el control del gobierno catalán.

Expósito, oriundo de Castilla La Mancha pero barcelonés de adopción, visitó Buenos Aires justo mientras la justicia le negaba la libertad a los únicos candidatos a presidir la Generalitat, el gobierno catalán, y Alemania rechazaba el pedido de extradición para que Puigdemont se reuniera con sus compañeros en una cárcel española. El reconocido artista y docente, referente de las plataformas ciudadanas nacidas tras la crisis económica española hace menos de una década, habló una vez concluido su viaje en Argentina con L’Ombelico del Mondo, en una extensa entrevista sobre la política catalana, la independencia y las posibilidades a futuro.

– ¿Podemos decir que buena parte de la población catalana siente alguna identificación con el ser español y esto lo lleva hacia lo político?

-Yo diría que sí. Creo que hay una confusión con el ascenso del independentismo en los últimos años particularmente del 2006 para acá, una década. Una confusión que pareciera que el independentismo o se creería que el independentismo crece porque hay un número de personas que se sienten catalanas y dejan de sentirse españolas. En realidad la parte importante del crecimiento del independentismo por los bloqueos que desde hace 15 años se vienen produciendo de parte del gobierno español a la hora de dialogar, a las reclamaciones que se vienen haciendo desde muchísimos años atrás, de aumentar el autogobierno de Cataluña y permitir de esta manera que Cataluña, como comunidad política, ejerza su derecho a decidir, sus relaciones, su anclaje político con el conjunto del Estado. Como consecuencia de este bloqueo ha ido creciendo el independentismo hasta una cifra estable de un 40% de la población catalana, que son unos 2 millones de votos. Pero yo diría que eso no quiere decir que los independentistas en su totalidad se consideren catalanes y no españoles. Sino que en realidad entienden que siendo catalanes tienen derecho justamente a ejercer su soberanía, a decidir, a ampliar su autogobierno y el gobierno español ha bloqueado este diálogo reaccionando de manera altamente agresiva como hemos visto en los últimos meses y eso hace que muchísimas personas sean independentistas desde un punto de vista político, consideran que más o menos la fuerza de diálogo con el gobierno y el bloqueo que existe con respecto a Catalunya les refuerza o se ven obligados a tomar posiciones que son de ruptura de Catalunya con el resto del Estado. El independentismo genera muchos tipos de sentimiento e incluso de diversidad política.

Por lo que yo aprecio no todos los independentistas se sienten catalanes y no españoles. La mayor parte, muchos independentistas yo creo lo han sido en los últimos meses porque, insisto, han ido radicalizando su posición política como consecuencia del bloqueo político del Partido Popular. En esta situación, al posición es más política que de sentimientos.

-Acá se tiende a asociar al independentismo catalán con una suerte de reivindicación de izquierda, con una agenda más social, pero luego entre sus líderes vemos posiciones sumamente liberales y hasta conservadoras. ¿Lo puede explicar?

-En realidad el independentismo hoy día es una alianza coyuntural de fuerzas políticas que tienen como mínimo común denominador poner por delante el énfasis en su agenda político el conflicto nacional de Catalunya con el Estado español. Eso significa que cada uno llega a su posición desde lugares muy diferentes, desde por ejemplo, un nacionalismo más de corte cultural, hasta un nacionalismo más de corte esencialista. Uno puede pensar que en definitiva la relación económica de Catalunya con el estado es tan negativa que sería más beneficioso para la ciudadanía catalana o para la sociedad civil catalana sencillamente tener un estado propio. Hay un independentismo no nacionalista, personas que consideran que no son nacionalistas pero abogan por un estado, entre comillas, que no tiene que ver con el nacionalismo catalán surgido a fines del siglo XIX. Es un dibujo muy simplificado. Pero efectivamente uno de los grandes conflictos que tenemos con el bloque independentistas es que justamente se ha ido construyendo bajo la hegemonía de lo que anteriormente fue la fuerza política hegemónica en la construcción de Catalunya desde la transición española hasta el momento que es el nacionalismo conservador, que es Convergencia y Unió. Una parte de ese nacionalismo conservador, Convergencia, se desgaja y ha ido sufriendo diferentes mutaciones. Primero la alianza con Esquerra Republicana (ERC), el partido histórico de la izquierda independentista catalana, en una formula electoral que se llamó JuntsXSí, que ganaron las elecciones de 2015 y han sido el gobierno de donde surge el president Puigdemont. Eso después se transmuta en lo que es hoy el grupo de Puigdemont que está ligado al PdCat aunque no se quiere confundir con el partido. En fin, hubo muchas mutaciones en lo que un importante cronista político catalán, Pep Giuliana, ha denominado el gen convergente. Es decir el gen de ese nacionalismo conservador, liberal, hegemónico, ha ido mutando en diversas configuraciones y se ha ido radicalizando el bloque independentista en los últimos quince años. Y efectivamente los gobiernos que han existido en Catalunya surgieron mayoritariamente de ahí. Incluso ahora, los gobiernos independentistas se construyen bajo la hegemonía de lo que proviene de ese tronco histórico del nacionalismo liberal y conservador. El propio presidente Puigdemont, no es precisamente un presidente izquierdista.

Es uno de los problemas que algunos tenemos justamente con la configuración de ese bloque que pone como prioridad el conflicto nacional por delante de una agenda social para Catalunya. Hay que tener en cuenta de hecho que el predecesor de Puigdemont, Artur Mas, aplicó muy pronto, inclusive antes del estallido del 15M, recetas de ajuste y austeridad en Catalunya. Incluso antes de que el gobierno español se viera forzado a aplicarlas en el conjunto del estado. Y las aplicó con toda convicción. Entonces no es que el independentismo sea necesaria y homogéneamente una fuerza de izquierda, sino por lo contrario, los gobiernos independentistas vinieron de ese gen convergente que desde la transición a la democracia ha sido una fuerza nacionalista, conservadora y liberal.

-¿Dentro de ese crisol que se ha generado en Catalunya, como se ubica En Comú Podem, una coalición que reúne a muchas plataformas políticas muy diferentes, que surgen de esa agenda social a la que hacía referencia, y cómo se ubica frente al dilema de la independencia?

-En España y en Catalunya a partir de 2008 estalla una crisis económica en la onda expansiva de la crisis financiera global, que como ha sucedido en Argentina en 2001, desencadenó inmediatamente una crisis en el sistema político. Una crisis de régimen, como nosotros la solemos llamar. De esa crisis simultáneamente económica y de régimen político, en Catalunya en particular surgen dos ejes de ruptura, de intento de superación política de esa crisis. Por un lado el eje que proviene de la irrupción del 15M, es decir del movimiento de ocupación de las plazas, que fue general de todo el estado español, en la misma onda de la serie de insurrecciones globales que hubo en 2011, como Occupy, o los movimientos estudiantiles en Chile, las primaveras árabes. El 15M fue particularmente fuerte en Barcelona, y de ahí surge un eje de ruptura política que se hace cargo justamente de esa crisis de régimen. Pero también surge otro eje, que se puede nombrar con otra fecha, el 11S. El 11 de septiembre es el día en que se celebra la fiesta nacional de Catalunya, la Diada, y se ha ido convirtiendo en los últimos años en el principal espacio simbólico donde un número creciente de manifestantes ha ido transformando esa reivindicación nacional de Catalunya, en una reivindicación por la independencia. Son dos ejes de ruptura que surgen simultaneamente. Evidentemente la Diada se celebra desde mucho antes, pero como espacio simbólico de expresión masiva en la calle a favor de la independencia surge más o menos en ese mismo periodo del 2011. Esos dos ejes de ruptura a veces van de la mano, se imbrican, pero a veces no. A veces son contrapuestos. Las plataformas políticas de las que yo vengo, originalmente vienen más del tronco del 15M. En 2014 organizamos una plataforma electoral ciudadana, para competir en las elecciones municipales de Barcelona, que se llama Barcelona en Comú, que integran algún partido de izquierda previamente existente, está caracterizada por la aparición de Podemos en el conjunto del estado español. Nosotros ganamos las elecciones municipales en mayo de 2015 y conformamos el gobierno municipal que ahora está liderado por la alcaldesa Ada Colau. En septiembre de 2015, en parte también como respuesta a la aparición de nuestra fuerza de nuevo signo, que no es una fuerza independentista, pero si de ruptura política, en las elecciones catalanas hay una lista que aúna las dos principales fuerzas independentistas de izquierda y de derecha, Convergencia y ERC. Esa alianza gana con un programa independentista las elecciones catalanas apenas tres meses después de que nosotros, no independentistas pero también de ruptura, ganamos las municipales.

Luego se convocan las elecciones generales españolas para diciembre de 2015. Nosotros allí organizamos para el ámbito catalán una coalición electoral, que es En Comú Podem y fuimos primera fuerza, con Podemos terceros a nivel nacional. Y volvimos a ganarlas en Catalunya cuando se volvieron a hacer en julio de 2016. Ahí estamos dándonos la mano los dos ejes de ruptura. Tenemos en común el reclamo soberanista. Muchos hemos llegado allí no desde el independentismo, ni el catalanismo político, sino porque planteamos que la crisis económica que está vinculada a la crisis de régimen político tienen que tener una salida democrática que consiste, entre otras cosas, en la recuperación de la capacidad de decisión por parte de la ciudadanía. Porque la crisis política y la crisis económica estallan porque hay poderes no democráticos que nos usurpan nuestra capacidad de decidir, nuestra propia soberanía como pueblos. Por eso nosotros somos soberanistas, de diversos tipos, Hay quienes vienen del tronco más independentista, y otros que venimos con este enfoque político, por una salida democrática de la crisis. Ese reclamo, en tanto que haya movimiento ciudadano amplio en Catalunya a decidir su condición política con respecto a España, es nuestro punto de acuerdo con los independentistas. Pero nosotros no estamos de acuerdo con un programa de ruptura unilateral con España. Por dos motivos. Primero porque no parece que es imposible desconectarse sencillamente de un estado que tiene el monopolio de la fuerza, el apoyo del conjunto de las instituciones internacionales y de otros país de la Unión Europea etc… Estratégicamente nos parece, como creo que se ha demostrado en los últimos meses, que esa pretendida desconexión de España no puede darse. Pero es que también que nosotros pensamos que el derecho a decidir de Catalunya no significa necesariamente la decisión de la independencia. Yo estaría de acuerdo con que haya un referéndum por la autoderminación de Catalunya, pero no estoy seguro de que votaría por la independencia, probablemente votaría para que se modifique la relación de Catalunya con España, pero no votaría independencia. Eso es lo que nos separa. No solo no estamos de acuerdo con el unilateralismo por motivos estratégicos, sino que también pensamos que se tiene que reconfigurar la relación de Catalunya con España en un proceso de hermanamiento de las fuerzas de ruptura política en Catalunya con las fuerzas de cambio político en el conjunto del Estado. Eso se materializa en nuestro acuerdo en que debería haber un referéndum de autodeterminación, donde no esté prefigurado qué va a votar cada uno y haya diferentes posiciones en lista. Pero al mismo tiempo, el hecho de que ese referéndum se celebrase, ya sería un reconocimiento en sí de que los catalanes y catalanas son una comunidad política que tienen derecho a decidir su encaje en el estado o no.

-Entiendo que en la coyuntura actual de la política catalana la posición de ustedes se encuentra bastante en dificultad. Parece que la discusión está hoy centrada en consolidad algún tipo de solidez institucional y poder seguir con la autonomía catalana frente a la embestida del gobierno de Madrid.

-El principal responsable de la situación en la que estamos es, indiscutiblemente, del gobierno de Mariano Rajoy. Por su negativa a establecer un marco, una situación de diálogo político con respecto al reclamo de soberanía en Catalunya. Eso tiene que quedar siempre claro en cualquier debate de manera preliminar. Pero una vez dicho esto, yo creo que los últimos meses también han demostrado el fracaso de la agenda de ruptura unilateral. Es evidente que la ruptura unilateral con España no se ha podido producir. Uno puede hacer las valoraciones que quiera sobre si ahora se está en mejores o peores condiciones de negociar con España, y si era o no imprescindible que esa ruptura se produjera o no, pero queda claro que la hoja de ruta de la ruptura unilateral y del proceso constituyente que llevaría a una constitución de la República Catalana, no se ha podido producir. Me parece que eso es evidente. La estrategia simultánea del gobierno del Partido Popular, con el apoyo de Ciudadanos, la fuerza de la nueva derecha en España, y una parte de la justicia, tienen como perspectiva seguir boicoteando cualquier posibilidad de salida de la situación catalana que no pase por el impedimento, la destrucción. Nosotros seguimos pensando que la máxima responsabilidad la tiene Rajoy, pero también que las estrategias que provienen de declaraciones de intenciones de máxima tampoco están funcionando. Lo razonable ahora sería que más allá de que uno pueda pensar en la legitimidad que tienen las fuerzas independentistas en declarar presidente de la Generalitat a quienes ellos consideren, lo cierto es que no está pudiendo hacerse. Y eso está enquistando la situación de tal manera que, en opinión de muchos, se dificulta la posibilidad de una salida política. Nos parece que tiene que haber una salida razonable por parte de las fuerzas independentistas, que son la mayoría en el parlament de Catalunya, y si no llegan a ponerse de acuerdo sobre quien embestir como president, y que tipo de gobierno ejercer, entonces será necesario otro tipo de diálogo. Podrían dar los números para que hubiera una correlación de fuerzas independentistas y no independentistas pero de signo progresista que consiga desbloquear la situación, con algún tipo de presidencia de coalición, o un gobierno monocolor de alguna de las fuerzas principales pero apoyado desde una coalición de fuerzas progresistas en el parlament de Catalunya. Hay diversas soluciones. Pero la responsabilidad en primer lugar de designar presidente y gobierno de Catalunya es de las fuerzas independentistas, pero si no lo están consiguiendo quizás haya que explorar otras posibilidades. En cualquier caso lo que me parece evidente es que en un escenario de medio plazo, el problema de Catalunya pasa por la apertura de un espacio de diálogo con el gobierno de España. Pero es que es la solución también para el gobierno de España. Porque tampoco pueden tener la situación catalana eternamente bloqueada porque también es un bloqueo de la situación política española. Es que en realidad el problema de Catalunya, es el problema de España. Lo que está sucediendo en Catalunya es uno de los estallidos históricos que ha habido de los muchos que hubo en los últimos 200 o 300 años, de un problema que no es ni más ni menos que el de cómo desarrollar la configuración territorial del estado moderno y democrático español. Ese es el problema que surge cada vez que en la historia de nuestro país ha habido un momento de apertura democrática. El problema de la organización federal del estado se planteó durante la Primera República; hubo declaraciones del primer estado catalán, y se decretó el primer estatuto de Catalunya durante la Segunda República; la organización territorial del estado es un problema que vuelve a surgir a la muerte de Franco y con la transición a la democracia; y ahora con la crisis de régimen vuelve a resurgir con una forma particular, pero con ecos históricos importantes. En definitiva, lo que está sucediendo en Catalunya, más allá de los reclamos legítimos de ejercicio de soberanía por parte de un sector importante de la ciudadanía catalana, es el problema de España, de la construcción del estado moderno. Que en medida en que el estado español ha agotado configuraciones fundamentalmente autoritarias, homogeneizantes, centralizadoras, es normal que haya ido creciendo históricamente el reclamo independentista. Es un problema histórico al que hay que ver cómo se le encuentra una solución coyuntural, provisional, como en cada problema político que no deja de agotar soluciones coyunturales, que con el tiempo habrá que revisar, pero hoy hay que buscar otra forma de resolución de este problema. Partiendo de la premisa que empieza a resultar inevitable que la ciudadanía catalana vote en un referéndum si quiere seguir o no en el marco del estado español y en qué nuevas condiciones. Pero el problema es el de la configuración de un estado español como un estado plurinacional.

Fuente: https://ombelico.com.ar/2018/04/16/el-problema-de-catalunya-es-el-problema-de-toda-espana/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.