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El sistema carcelario en Estados Unidos, un buen tema para discutir en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra

Fuentes: AIN

Una de las grandes paradojas de esta época es la situación de los derechos humanos en Estados Unidos, erigido por obra y gracia divina del presidente George W. Bush en gran tribunal calificador del tema a nivel planetario.Al escándalo provocado por las monstruosas crueldades con los presos en la cárcel de Abu Ghraib, reanimado ahora […]

Una de las grandes paradojas de esta época es la situación de los derechos humanos en Estados Unidos, erigido por obra y gracia divina del presidente George W. Bush en gran tribunal calificador del tema a nivel planetario.

Al escándalo provocado por las monstruosas crueldades con los presos en la cárcel de Abu Ghraib, reanimado ahora con nuevas revelaciones, se suma el mantenimiento de 550 personas en virtual limbo jurídico, en la ilegal Base Naval en Guantánamo.

Este más de medio millar de supuestos combatientes talibanes, sometidos a similares maltratos y condiciones infrahumanas, se encuentran allí no obstante los apuros, presiones y mentiras a que se vieron precisadas las autoridades norteamericanas para impedir la discusión de la denuncia presentada por Cuba durante las sesiones de la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, (CDH), el pasado año.

Pero nada de esto debe causar asombro. El empleo de tales métodos deviene perfectamente coherente con el discurso político de la actual Administración norteamericana, caracterizado por doctrinas agresivas y un tono amenazante, descrito por no pocos políticos y analistas de retórica fascista.

Las casualidades, como las iniciativas locales están excluidas de este análisis, por más que Condoleezza Rice, otros ilustres personeros y el propio mandatario intenten limpiar sus responsabilidades buscando ‘chivos expiatorios’ entre carceleros y sus jefes inmediatos.

Estos, en fin de cuentas, no hacen otra cosa que cumplir con las ordenanzas ‘legalmente establecidas’ por los más altos círculos de poder.

Ahora se sabe que existe una orden emitida por Bush el 19 de mayo del 2004, autorizando el uso de técnicas de interrogatorio a prisioneros iraquíes, que incluyen la privación del sueño, amenazas y ataques con impresionantes perros entrenados para matar, el uso de capuchas y la exhibición de los presos desnudos, práctica especialmente humillante y degradante, aún mas según las concepciones religiosas predominantes en esa región.

Se conoce también un proyecto para construir cárceles destinadas a los acusados de terrorismo, los que podrán ser confinados en ellas por tiempo indefinido sin recibir asistencia legal, ni ser instruidos de cargo y presentados a juicio, tal como ocurre en Guantánamo.

Pero acaso ¿todo esto no es coherente con lo que ocurre en el territorio de la Unión con los propios ciudadanos del país?

Norteamérica, con el cinco por ciento de los habitantes del planeta, tiene el 25 por ciento de la población penal del mundo.

Cerca de dos millones y medio de norteamericanos, en su mayoría negros, hispanos, árabes y blancos pobres, se hallan hacinados en establecimientos penitenciarios que cada vez resultan más insuficientes.

En muchos de estos lugares los reos son encadenados para cualquier traslado, procedimiento prohibido por los reglamentos disciplinarios en la inmensa mayoría de las naciones.

También es común la utilización de armas paralizantes que pueden llegar a causar la muerte. Algunas, como los gases con pimienta, producen graves afecciones en las vías respiratorias y dermatológicas.

3.400 ciudadanos se encuentran desde hace varios años en pabellones de la muerte esperando ser ejecutados, de ellos 80 son menores de edad. Entre los récords de EEUU se encuentra el de poseer el mayor número de ejecuciones.

Un tercio del total de los jóvenes negros estadounidenses está en prisión o en libertad condicional.

El confinamiento prolongado en celdas de castigo es también algo cotidiano. No constituye casualidad entonces que 17 por ciento de los encarcelados sufran de enfermedades mentales, adquiridas durante el cautiverio.

El uso de drogas resulta tolerado por las autoridades mediante sobornos de los jefes de las pandillas organizadas en los penales, quienes controlan en no pocos casos los presidios.

Este sistema carcelario, nada alejado de las escenas descritas por Dante para enseñar el infierno, cuesta a los contribuyentes norteños 167 mil millones de dólares cada año, cifra más que suficiente para alcanzar un régimen modelo, verdaderamente reformador de conductas.

Pero no se puede pedir peras al olmo. Se trata de un país dirigido por un equipo para el que los derechos humanos solo son tomados en cuenta como un instrumento para ser utilizado con interesados fines políticos.

Tiene aquí por ende la Comisión de Derechos Humanos un buen tema para analizar y hacer una provechosa contribución a la humanidad, aquejada en no pocos sitios de elementales derechos a la vida y la dignidad del ser humano.