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El social-neoliberalismo como pócima mágica

Fuentes: Rebelión

«El socialista que ama los mercados». Así titulada Lluís Pellicer su cónica del pasado 9 de mayo de 2013 [1] a propósito de la presentación de un libro de Maurici Lucena -‘En busca de la pócima mágica’, Antoni Bosch editor- en el Círculo de Economía, un marco muy, pero que adecuado para la ocasión, el […]

«El socialista que ama los mercados». Así titulada Lluís Pellicer su cónica del pasado 9 de mayo de 2013 [1] a propósito de la presentación de un libro de Maurici Lucena -‘En busca de la pócima mágica’, Antoni Bosch editor- en el Círculo de Economía, un marco muy, pero que adecuado para la ocasión, el mismo ámbito en el que conseller Mas-Colell anunció hace un par de añoss, entre aplausos, risas y vítores, su planificado ataque y derribo total-parcial del demediado estado de bienestar catalán.

La cosa, en el fondo, no tiene la menor importancia pero como algunos gestos o gesticulaciones «críticos» del PSC o del PSOE en las últimas semanas pueden despistar un poco, acaso valga la pena recordar el material esencial del que se compone su cosmovisión en el territorio esencial de la política económica.

Maurici Lucena es alguien con peso en el partido, es el actual portavoz parlamentario del PSC en el Parlament de Catalunya. Para mostrar y ostentar frente a los suyos (en sentido amplio) su peso político, el día de la presentación de su libro contó con la presencia de algunos dirigentes y diputados de su partido y de organizaciones políticas afines. Entre estas personalidaes, Pere Navarro, el secretario general, y don Andreu Mas-Colell, el conseller de Economia ultraneoliberal del gobierno catalán..

Estaban, también, representantes de casi todos los grupos parlamentarios, ese usual aire de familia de la clase política institucional catalana. El público estaba densamente poblado de la «sociedad civil» próxima de directivos, empresarios y emprendedores, amigos de toda la vida.

¿Y cómo reaccionaron los miembros de las élites catalanas, los miembros de las familias que al decir de don Millet dominan y mandan en Catalunya como si se tratara de una gran masia o un gran cortijo? Pues con enorme satisfacción como era de esperar. No es de extrañar: el discurso de don Lucena abogaba porque la intervención pública de la economía, si la hubiera, estuviera siempre muy pero que muy justificada. En cualquier otro caso, el mercado tiene la última y primera palabra.

En simple, simplificado y gastado lenguaje neoliberal, como si fuera un alumno aventajado de cualquier patum ortodoxa, el portavoz parlamentario de un partido que sigue llamándose «socialista» señaló que hay buenas razones para que «el gobierno refuerce la competitividad de las empresas». Advirtió, además, para que su posición se entendiera bien, que la «guía fundamental» de la «intervención pública» debía basarse en «las señales que envía el mercado». En síntesis: si la cosa va bien, es decir, si hay negocio, acumulación y beneficios, el mercado es el Rey de Reyes; si éste se tambalea por alguna de sus conocidas burbujas o por alguna «caza de elefantes» belicista, el papá Estado debe acudir en su ayuda. Este es el papel del Estado en la cosmovisión del portavoz.

La intervención pública, proseguía don Lucena transitando desde luego por la misma senda, sólo debe realizarse «por una mala asignación de los recursos» y por las desigualdades sociales que esta puede (¿puede?) generar. Como ahora, por ejemplo, tras la inadecuación asignación de recursos en el ámbito inmobiliario. ¡Qué lenguaje, cuánta ocultación! Ni que decir tiene que quien asigna los recursos en primera instancia es el Dios mercado, tan intocable como la familia Pujol. En política industrial, el libro del portavoz va de eso, don ML apostó por una intervención pública para impulsar «proyectos de calidad» que no parece que definiera con precisión. ¿Eurovegas fue uno de esos proyectos de calidad por ejemplo?

La tesis fueron respaldadas por supuesto por el consejero de Economía del gobierno catalán, el gran privatizador Andreu Mas-Colell. «¿Quien iba a decirnos hace 25 años que Cataluña hoy sería gastronomía, piscinas y sangre?», preguntó en voz alta. No puedo decir nada respecto a la referencia del último término pero sí cabe apuntar una curiosa paradoja: alguien que encuentran absolutamente inconcebible, así lo parece cuanto menos, que la economía Catalunya tenga como motores esenciales la cocina, los restaurantes de lujo y el turismo, apuesta como gobernante por algo tan opuesto a la economía productiva (y tan próximo a la economía delictiva) como Eurovegas. ¿Alguien puede ingerir bien y sin acidez ese melón contradictorio?

Además de don Mas-Colell, avalaron el libro el catedrático de Economía y ex presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) Julio Segura, y el ex ministro «socialista» de Economía y Hacienda Carlos Solchaga.

Don Solchaga sostuvo que el ensayo era de lectura obligada para concejales, parlamentarios y ministros en ejercicio. Inferencia: recomendado por él, no vale entonces la pena. Tras lamentar la formación de «algunos políticos», sin incluirse en el grupo por supuesto, añadió: «Es más fácil destacar en política, basta ver quien destaca, que en la academia». ¡Toma ahí! ¡Lo dijo él, don Solchaga, el que gritó y aireó que era bueno enriquecerse y que España era un lugar de fábula para hacer negocios! ¡El mismo que fue Ministro de Economía con don Felipe Gas Natural, y más tarde jefe parlamentario del PSOE, lo más granado y fanatizado del neoliberalismo de aquellos años!

La presencia de don Andreu Mas-Colell, antiguo dirigente universitario del PSUC, y de Julio Segura, gran economista del CE (llegó a presentar y editar en la editorial Materiales unos textos de Enrico Beringuer, el que fuera secretario general del PCI) demuestra que algo, entre gordo y muy extraño, ha pasado entre los miembros de aquella generación joven-resistente y que, definitivamente, hay que evitar que habite aquí el olvido, uno es lo que es, lo que sigue siendo, no lo que fue.

El propio Maurici Lucena ha confesado que en algunas ocasiones le ha costado algún disgusto defender la economía de mercado en términos teológicos leibzianos, «como el mejor de los sistemas» entre sus compañeros de militancia o lo que es lo mismo, reparen en la densidad y profundidad de la «broma inteligente», como «el peor de los sistemas con excepción de los demás».

Conclusión: a dormir, pues, que el fin de la historia económica se impone de nuevo. ¡Portavoz parlamentario del partido «socialista» de Catalunya! ¡Qué cosas!

Nota:

[1] L. Pellicer, «El socialista que ama los mercados». El País, 10 de mayo de 2013, p. 18.

Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.