¿Por qué al Super Comité bipartidista, el comité congresional encargado de idear 1,5 billones de dólares en ahorros adicionales para el 23 de noviembre, no lo llamamos «Comité Grover Norquist»? Sería mejor así, ya que los seis republicanos nombrados para el comité han firmado la «Promesa de Protección al Contribuyente» de Norquist para no votar […]
¿Por qué al Super Comité bipartidista, el comité congresional encargado de idear 1,5 billones de dólares en ahorros adicionales para el 23 de noviembre, no lo llamamos «Comité Grover Norquist»?
Sería mejor así, ya que los seis republicanos nombrados para el comité han firmado la «Promesa de Protección al Contribuyente» de Norquist para no votar nunca, nunca, nunca a favor de aumentar los impuestos. A nadie. A cualquier industria. Nunca, nunca, nunca.
En verdad, el Super Comité fue un callejón sin salida desde el primer día. La idea de que 12 miembros del Congreso tendrían más posibilidades de llegar a un acuerdo acerca de un plan balanceado de reducción de la deuda en septiembre en vez de las que tenían en junio es una broma -especialmente ahora que conocemos su composición.
Con sus tres nominados, el líder de la mayoría senatorial Harry Reid demostró que se toma en serio el trabajo del comité. Patty Murray, Max Baucus y John Kerry son nombramientos sólidos: legisladores experimentados que participarán en las negociaciones con mente abierta y tratarán de llegar a un compromiso justo.
Por otra parte John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes, y el líder de la minoría senatorial Mitch McConnell, claramente decidieron sabotear al comité desde el mismo inicio. De entre los miembros de la Cámara, Boehner nominó a tres de línea dura; Jeb Hensarling, Dave Camp y Fred Upton. McConnell siguió su ejemplo con los senadores Jon Kyl, Rob Portman y Pat Toomey.
Son cartas marcadas. Toomey, ex jefe del Club para el Crecimiento, es uno de los líderes del Tea Party -y llegó a votar en contra de la legislación de reducción de la deuda que creó el comité-. Heanserling llama a la Seguridad Social, Medicare y Medicaid «crueles conspiraciones Ponzi». Durante el debate del tope de la deuda, el presidente del Comité de Formas y Medios (para supervisar decisiones y legislaciones de finanzas) dijo que prefería un déficit mayor a que se aumentaran los impuestos «a los ricos», Upton ha declarado que los ingresos por impuestos «no van a ser parte de la ecuación». Como director del presupuesto bajo George W. Bush, Portman defendió -y aún favorece- la privatización de la Seguridad Social. Y Kyl se retiró de las negociaciones acerca de la deuda con el vicepresidente Joe Biden cuando los demócratas sugirieron aumentar los impuestos a los que ganaran más de 500.000 dólares anuales.
Al igual que Harry Reid, Nancy Pelosi adoptó una posición conciliadora al nombrar para el comité a James Clyburn, Xavier Becerra, and Chris van Hollen -tres miembros responsables que no tienen otra intención que el objetivo declarado por el comité de alcanzar compromisos balanceados-. Pero dada la ya establecida intransigencia de los republicanos, realmente no importa a quién hubiera nombrado ella.
Entonces, ¿qué posibilidad hay de la disposición de esta pandilla de aceptar cualquier compromiso que incluya una combinación necesaria de recortes presupuestarios y nuevos ingresos? Ninguna. Yo tengo más posibilidades de ganarme un puesto en el próximo equipo olímpico de EE.UU. Es imposible llegar a un acuerdo cuando la mitad de sus miembros, antes de la primera reunión del comité, ha trazado una línea en contra de cualquier nuevo ingreso.
La pregunta mayor es: ¿Cuándo se enfrentará alguien al hecho de que 235 representantes y 41 senadores republicanos han firmado la «Promesa de Protección del Contribuyente» de Norquist de no votar nunca a favor de cualquier incremento de impuestos? Es indignante. Piensen en esto: miembros del Congreso juran preservar y defender la Constitución de Estados Unidos. ¿Cómo pueden también jurar preservar y defender a un cabildero?
Eso es lo que es Grover Norquist. Un cabildero republicano. Presidente de «Estadounidenses a favor de la reforma tributaria», un grupo washingtoniano de fachada de fundaciones derechistas y grandes corporaciones. Su objetivo declarado es reducir a la mitad al gobierno para 2025. O como es bien conocido que dijo: «Yo no quiero abolir el gobierno. Simplemente quiero reducirlo a una dimensión en que pueda arrastrarlo al baño y ahogarlo en la bañera».
Ahora bien, imaginen por un segundo que cualquier demócrata miembro del Congreso hubiera firmado una promesa circulada por AARP (Asociación Estadounidense de Jubilados) de no votar nunca a favor de una medida a la que se opusiera el cabildo de los ancianos. Los republicanos se indignarían. Exigirían la renuncia de ese congresista. Seguramente nunca permitirían que fuera miembro de un comité encargado de solucionar nuestros problemas de reducción de la deuda.
Sin embargo, eso es exactamente lo que han hecho los miembros republicanos del llamado Super Comité. Han firmado un juramento de fidelidad. No con su país ni con sus electores. Han firmado un juramento a un cabildero republicano, y han puesto su lealtad a Grover Norquist por encima de su lealtad a la Constitución.
Lo cual les facilita mucho las cosas. Los republicanos no tienen ni que presentarse. Solo tienen que enviar a Grover Norquist a las reuniones. De todas maneras, él va a tomar todas sus decisiones.
rCR