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El terrorismo y su entorno

Fuentes: La Haine

El terrorismo y su entorno, como no cesan de repetir los políticos y los medios de comunicación, constituyen el más grave problema del siglo XXI. En efecto: El terrorismo económico estadounidense lleva más de cuarenta años provocando el sufrimiento y la muerte de millones de cubanos sometidos a un bloqueo genocida. Su entorno son los […]

El terrorismo y su entorno, como no cesan de repetir los políticos y los medios de comunicación, constituyen el más grave problema del siglo XXI.

En efecto:

El terrorismo económico estadounidense lleva más de cuarenta años provocando el sufrimiento y la muerte de millones de cubanos sometidos a un bloqueo genocida. Su entorno son los gobiernos que, por miedo a las represalias de Washington, aceptan dócilmente la prohibición de comerciar con Cuba.

El terrorismo militar estadounidense invade, arrasa y saquea, mata y tortura masivamente en Iraq, en Afganistán… Su entorno son los gobiernos que, como el español, apoyan con sus efectivos y sus bases militares las campañas de expolio y exterminio del imperio más sanguinario de todos los tiempos.

El terrorismo sionista, heredero directo del nazismo, oprime y diezma al pueblo palestino con el beneplácito de los organismos internacionales, que se limitan a dictar resoluciones inoperantes. Su extenso entorno incluye a todos aquellos que llaman «terroristas islámicos» a quienes se defienden del terrorismo judeocristiano.

El terrorismo del capital causa en el Estado español una mortandad laboral cuatro veces superior a la media europea, porque sale más barato enterrar a los trabajadores que costear las medidas de seguridad que salvarían sus vidas. El entorno de los terroristas empresariales son los sindicatos que pactan con el poder a espaldas de aquellos a quienes supuestamente representan.

El terrorismo policial atropella, tortura y mata en comisarías, cuarteles y cuartelillos, en las calles y en las cárceles. Su entorno lo constituyen los jueces que absuelven a los asesinos y a los torturadores, los políticos que los encubren, los medios que mienten y omiten, los intelectuales que callan…

Pero para algunos el terrorismo consiste en romper cristales y quemar papeleras, y el «entorno» son todos aquellos que luchan por la autodeterminación de las personas y de los pueblos. Y eso hace posible, por ejemplo, que un juez con más ambición que cerebro promueva un macroproceso contra 59 presuntos colaboradores de ETA partiendo del supuesto de que quienes persiguen los mismos fines han de utilizar o propiciar necesariamente los mismos medios, lo que equivale, en la práctica, a sustituir la presunción de inocencia, base de la democracia, por la presunción de culpabilidad típica de las dictaduras. Un macroproceso que numerosas voces tan autorizadas como poco sospechosas de radicalismo califican de disparate jurídico, pero que a pesar de todo sigue adelante con el apoyo de las mafias mediáticoculturales, el poderoso entorno del verdadero terrorismo, el único digno de ese nombre, el terrorismo de Estado.

Resulta sorprendente, casi hilarante (como dice Eva Forest en su último artículo, «sería de reír si no fuera de llorar»), que este Gobierno de talante y pandereta haya propiciado un montaje tan burdo como el del sumario 18/98. Que se desmelene un juez exhibicionista y megalómano que ya no sabe qué hacer para llamar la atención, pase. Que se desmelene un Ejecutivo -y su entorno– que tanto cuida las formas y los tupés, no pasa. No pasará. No pasarán. Los juicios políticos, en un supuesto Estado de derecho, son armas de doble filo, y quienes creen tener la sartén por el mango pronto se darán cuenta de que han cogido el cuchillo por la hoja. El macroproceso, torpe culminación de un fracaso histórico (el de los herederos de Franco y de los GAL, el de quienes mediante el asesinato y la tortura han intentado someter a un pueblo irreductible), tiene los días contados: no sobrevivirá a este duro invierno político, y una vez más el Gobierno y la oposición harán el ridículo a dúo. Ya lo están haciendo.

La Historia no se repite, pero el poder, en su estulticia, tiende a tropezar una y otra vez con las mismas piedras, lo que en ocasiones da lugar a significativas coincidencias. En 1898, el caduco imperio español se estrelló contra Cuba, baluarte de la revolución en América Latina. Con el 18/98, el caduco reino de España se ha estrellado contra Euskal Herria, baluarte de la revolución en Europa Occidental.