Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Cuando los republicanos del Congreso de EE.UU. completen la manipulación de la tragedia de Bengasi, será hora de que el silencioso comité de inteligencia del Senado considere tres importantes temas que generalmente se han ignorado. El comité debe investigar el hecho de que la presencia de EE.UU. fue una plataforma de inteligencia y solo nominalmente un consulado; la politización por parte de la Casa Blanca y del Departamento de Estado del análisis de la CIA de los sucesos de Bengasi y la politización por parte del gobierno de Obama de la Oficina del Inspector General (OIG) de la CIA, que prácticamente ha destruido la oficina y ha privado al comité de inteligencia del Congreso de su instrumento de supervisión más importante.
Cuando se trasladó en avión al personal estadounidense desde Begasi la noche del ataque, había siete oficiales del Foreign Service y del Departamento de Estado y 23 agentes de la CIA a bordo. Este hecho indica que el consulado era primordialmente una cobertura diplomática de una operación de inteligencia conocida por los grupos de milicias libios. La CIA no suministró una seguridad adecuada a Bengasi y su torpe manejo contribuyó al trágico fracaso. En la noche del ataque, el pequeño equipo de seguridad de la CIA en Bengasi reaccionó lentamente, basándose en una organización de inteligencia libia sin experiencia para mantener la seguridad del personal estadounidense. Después del ataque, la larga demora del interrogatorio del personal evacuado contribuyó a las confusas evaluaciones.
El comité de inteligencia del Senado debería investigar por qué el Departamento de Estado modificó el análisis de la CIA sobre Bengasi antes de enviarlo al Congreso. El Congreso tiene derecho al mismo análisis de inteligencia que se suministra a la Casa Blanca, con pocas excepciones. Después de las audiencias de mediados de los años 70 en respuesta a los abusos de inteligencia durante la Guerra de Vietnam, la CIA perdió su relación exclusiva con el presidente y tuvo que aceptar un equilibrio aproximado entre la Casa Blanca y el Congreso. Sirve a ambos poderes del Estado y tiene que rendir cuentas a ambos. No puede actuar a peticiones presidenciales sin la aprobación del Congreso.
El éxito de los gobiernos de Bush y Obama en el debilitamiento de la OIG de la CIA ha asegurado que los fracasos de la CIA no se hayan expuesto se hayan corregido. El puesto estatutario de Inspector General se creó tras el escándalo Irán-Contra para garantizar la integridad de la CIA. Sin embargo, después de que la oficina publicara informes críticos tanto sobre el rendimiento de la CIA antes del 11-S como la implementación de su programa de entregas extraordinarias y detenciones, los jefes de operaciones de la CIA querían que se cerrara la oficina.
Los directores sucesivos han cumplido. El director de la CIA Michael Hayden autorizó una revisión interna de la OIG en 2007 que tuvo un efecto escalofriante sobre el personal. El director de la CIA Leon Panetta fue aún más lejos, nombrando un Inspector General en 2009 que carecía de experiencia profesional en la administración de las investigaciones de inteligencia así como de la mentalidad de control que requiere el puesto. Cuando nueve agentes y contratistas de la CIA murieron en un ataque suicida en una base de la CIA en el este de Afganistán, Panetta proclamó que el atentado no tenía que ver con fallas operativas y permitió que el buró operativo responsable del programa se investigara a sí mismo en lugar de solicitar una inspección del IG. Incluso cuando la OIG documentó las mentiras de la Agencia ante el Congreso respecto a un programa secreto contra las drogas en Perú, no se emprendió una acción disciplinaria significativa.
El resultado fue que los defectos de la Agencia no se corrigieron. La politización de la inteligencia en los preparativos de la guerra de Iraq de 2003 fue el peor escándalo de inteligencia de la historia de la CIA, pero no hubo castigos a los que apoyaron los esfuerzos del director de la CIA George Tenet por presentar como auténtica la inteligencia falsa así como una información «fehaciente» del Director Adjunto John McLaughlin al presidente George Bush. La producción por parte de la CIA de un libro blanco no clasificado para el Congreso en vísperas de la votación para autorizar el uso de la fuerza en octubre de 2002 marcó el abuso de información clasificada para influenciar la opinión del Congreso, pero no hubo consecuencias.
La destrucción de las cintas de grabación de torturas, un caso evidente de obstrucción de la justicia en vista de las órdenes de la Casa Blanca de proteger las cintas, no condujo a ninguna recriminación a la CIA. La controversia sobre el uso de aviones no tripulados [drones]; la falla de inteligencia que acompañó a la Primavera Árabe en 2011 y la inadecuada presencia de seguridad en Libia después del asesinato de Muamar Gadafi no han recibido el escrutinio necesario. Cualquier componente de la CIA en Medio Oriente y el Norte de África es un probable objetivo de organizaciones militantes y terroristas debido al papel clave de la Agencia en la guerra contra el terror del gobierno de Bush y del uso cada vez más generalizado de drones por el gobierno de Obama.
El hecho de que el atacante nigeriano con explosivos cosidos a su ropa interior pudiera subir a un avión comercial en diciembre de 2009 marcó una falla de toda la comunidad de la inteligencia, pero no hubo ningún intento serio de examinar el fracaso de la coordinación entre cinco o seis agencias de inteligencia, y mucho menos que se hiciera rendir cuentas. En su lugar, el presidente Obama detuvo todos los esfuerzos para devolver a su país a los prisioneros yemenitas de Guantánamo. Como el uso de los drones, la prisión de Guantánamo alista más reclutas para el terrorismo que cualquier otra acción de EE.UU.
Si no se presta más atención a la inscripción bíblica de la entrada a la sede de la CIA en Langley, Virginia, de que solo «la verdad os hará libres», la decadencia de la CIA y de la comunidad de la inteligencia continuará.
Melvin A. Goodman, asociado sénior del Centro para Política Internacional, fue analista en la CIA durante 24 años. Es autor del libro publicado recientemente National Insecurity: The Cost of American Militarism (City Lights Publishers).
Fuente: http://www.counterpunch.org/2013/05/15/the-real-benghazi-scandal/
rCR