Una vez más estamos en ese momento del año en que Estados Unidos celebra oficialmente la vida y legado del héroe supremo y mártir del movimiento de derechos civiles, el reverendo Dr. Martin Luther King, Jr. El hecho de que Barack Obama, un afro-norteamericano, sea hoy el que habita la Casa Blanca, nos recuerda cuánto […]
Una vez más estamos en ese momento del año en que Estados Unidos celebra oficialmente la vida y legado del héroe supremo y mártir del movimiento de derechos civiles, el reverendo Dr. Martin Luther King, Jr.
El hecho de que Barack Obama, un afro-norteamericano, sea hoy el que habita la Casa Blanca, nos recuerda cuánto ha avanzado este país. Sin embargo, aunque muchos hablan y actúan hoy como si hubiéramos alcanzado la sociedad post racial, hay un sin número de hechos inconvenientes que nos recuerdan que aún nos encontramos muy lejos de hacer realidad los sueños de MLK.
Una de las fuentes de la falacia es que, en los más de treinta años desde ese terrible día en Memphis, cuando la bala de un asesino derribó a King en la flor de su corta pero transformadora vida, la completitud de la filosofía progresista de MLK ha sido bastardizada y reducida a tal grado que hasta un demagogo derechista como Glenn Beck se siente con derecho a considerarla como propia. Mientras tanto, el complejo y contradictorio hombre en evolución que fue King ha sido transformado en un fetiche, una especia de santo seglar que debe ser adorado en un Día Feriado.
Pero hay que recordar que, ya en 1963, la reunión multitudinaria en la capital de la nación organizada por Martin Luther King y sus seguidores -el acto del 28 de agosto en que pronunció su inmortal discurso «Yo tengo un sueño»– fue bautizado como la «Marcha hacia Washington por Empleos y Libertad».
Es una prueba del poder de la ideología que ha dominado este país y cada vez más al mundo desde poco después de la muerte del Dr. King -la ideología de variantes cada vez más salvajes de capitalismo–, que la totalidad del pensamiento y la praxis del Dr. King ha sido reducida a un simple deseo: la esperanza de un Estados Unidos daltónico en la cual sus cuatro pequeños hijos fueran juzgados por el contenido de su carácter, y no por el color de su piel.
A partir de esa formulación reduccionista, falsa y maliciosa, solo queda un pequeño salto para poder decir: Ustedes, los pueblos negros y morenos han llegado a la Tierra Prometida de King. ¿De qué se quejan todavía? ¿No es Barack Obama el presidente de Estados Unidos? Es una falacia, pero una que la mayoría de los blancos aceptan, especialmente si son republicanos, si apoyan al Tea Party.
La verdad, como nos recuerda el nombre de la Marcha hacia Washington, nos recuerda que para MLK la justicia racial y la económica van de la mano. Y si estamos lejos de lograr una verdadera medida de justicia racial -y lo estamos-nunca hemos estado más lejos de alcanzar ni siquiera algo parecido a la justicia social.
En el frente racial, hay alguna evidencia de que, al menos en alguna dimensión significativa, puede que estemos retrocediendo. Un ejemplo evidente es lo que ha estado sucediendo últimamente en el Distrito Escolar del Condado Wake de Carolina del Norte. Se ha presentado como modelo de integración económica y social, en un claro contraste con el patrón de segregación racial y de clase que caracteriza a la inmensa mayoría de los sistemas de educación pública de este país, al Distrito Escolar de Wake, un área de 800 millas cuadradas que incluye la ciudad de Raleigh, la capital estatal, así como a las áreas circundantes. Pero en el año pasado, un esfuerzo conjunto liderado por un rico operativo republicano conservador y apoyado por el Tea Party nacional, logró apoderarse de la junta escolar de Wake.
La nueva junta escolar no tardó en deshacerse del celebrado programa de diversidad del distrito, lo cual inevitablemente provocará la re-segregación por razas y clases en las escuelas. Richard Kahlenberg, miembro principal de la Fundación Century, dijo a The Washington Post: «No es que esta sea una idea nueva: ‘Vamos a experimentar y ver qué sucede cuando ponemos juntos en una escuela a los niños pobres’… Ya lo sabemos. Los resultados casi siempre son desastrosos». Es decir, desastrosos principalmente para los niños negros pobres, lo cuales soportarán la carga del nuevo régimen en el Distrito Escolar del condado Wake.
Al mismo tiempo, en los últimos años no ha habido otro momento en que los inmigrantes, especialmente latinos y particularmente los indocumentados, hayan estado bajo tal ataque tan fiero y generalizado. Desde los gobiernos municipales hasta los salones del Congreso, pasando por las legislaturas estatales, la retórica y las leyes aprobadas o propuestas son reaccionarias y de gran alcance. Un ejemplo de primera: a fin de negar el status legal a los hijos de inmigrantes indocumentados, algunos republicanos en el Congreso están tratando de crear una excepción al concepto de ciudadanía por derecho de nacimiento, consagrado en la 14ta. Enmienda. Un número de estados también amenaza con negar el derecho por nacimiento a los hijos de «inmigrantes ilegales».
En el frente económico, las constantes réplicas de la Gran Recesión han subrayado la intersección entre desigualdad económica y racial. Aunque la tasa oficial de desempleo entre los blancos es de 8,5 por ciento -casi el doble de la tasa de empleo total- la situación es peor para los latinos, los cuales sufren una tasa de desempleo de 13 por ciento y peor aún para los negros, cuya tasa de desempleo es de 15,8 por ciento. La verdadera tasa de desempleo, que incluye no solo a los que buscan trabajo, sino también a los trabajadores desalentados, es mucho mayor para todos los grupos. Y si el inmenso ejército de jóvenes negros y latinos que actualmente está en la cárcel estuviera incluido en la fuerza de trabajo, la cifra de desempleo sería aún más escalofriante. La educación tampoco es la gran ecualizadora. Para los blancos con título universitario, la tasa de desempleo es de 5,5 por ciento; para los negros, es de 9,9 por ciento. Sin embargo, la mayor desigualdad corresponde a la riqueza. Los negros poseen un valor neto de 10 centavos y los latinos 12 por cada dólar de valor neto de los blancos.
¿Cuán lejos estamos de alcanzar el sueño de King? En la cúspide del boom de la postguerra de la década de 1960, cuando la desigualdad económica en Estados Unidos estuvo en uno de sus puntos más bajos de la historia moderna, Martin Luther King creía que había una enorme injusticia económica. ¿Qué pensaría y estaría haciendo hoy, cuando la desigualdad se encuentra en su más alto nivel desde 1928?
En especial hacia el fin de su vida, MLK habló también con fuerza en contra de la guerra de Viet Nam y, de manera más general, en contra del papel que Estados Unidos desempeñaba en el mundo demasiado a menudo: el de oponerse a los movimientos populares y el de apuntalar a dictadores derechistas. ¿Qué pudiera pensar él de las prioridades de nuestro gobierno, incluyendo el ruinoso costo de tres guerras oficiales (Irak, Afganistán y la guerra al terror), además de varias no oficiales (Yemen, Pakistán, Somalia, etc.), en momentos en que la gente en el frente interno está muriendo porque el gobierno se niega a pagar por trasplantes de órganos?
Sin lugar a dudas, celebremos la vida y los hechos de Martin Luther King -el hombre verdadero, transgresivo, no la versión desnaturalizada, emasculada que se ha inventado para que convenga a los intereses creados y a la ideología dominante de nuestra época.