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Editorial sobre el discurso de Barack Obama en El Cairo

El visitante perturbador

Fuentes: Al Hayat

Tratar con George Bush era más fácil. El día siguiente a los atentados del 11 de septiembre siguió el ejemplo de Ben Laden y dividió el mundo en dos tiendas de campaña. Bastaba con elegir una de ellas y taparse con un lenguaje de ruptura y hostilidad. Bush optó por extirpar el régimen de Saddam […]

Tratar con George Bush era más fácil. El día siguiente a los atentados del 11 de septiembre siguió el ejemplo de Ben Laden y dividió el mundo en dos tiendas de campaña. Bastaba con elegir una de ellas y taparse con un lenguaje de ruptura y hostilidad. Bush optó por extirpar el régimen de Saddam Huseín bajo pretextos inventados y le odiamos a pesar de que el régimen al que había tomado como objetivo no despertaba simpatías. Apoyó el cerco a Yasser Arafat y entre los árabes y los musulmanes fueron acumulándose sentimientos de enemistad hacia EEUU y Occidente.
Coincidieron varios sentimientos: el de injusticia ante la persistente arrogancia israelí, el de derrota ante una maquinaria militar más desarrollada y la conducta de vencedor. Además del desconcertante avance científico y la globalización. La injusticia generó un profundo sentimiento de miedo por los derechos, la presencia, la identidad, el dogma. Y entonces llegó Obama de otro sitio, de las lecciones extraídas de dos guerras abiertas sobre el territorio del mundo islámico, del empeoramiento de la imagen de EEUU en el mundo y su enredo con los sentimientos de la gente, que hizo que la relación con este país pusiera en un aprieto a los gobiernos. Llegó con la lección aprendida de la profunda crisis económica y los obstáculos de gobernar en solitario el mundo, de anteponer la fuerza a la prudencia, del choque violento con los dogmas o las interpretaciones, con los miedos y las tradiciones.

Obama llegó de un encuentro de religiones, culturas y raíces. Lo eligieron los estadounidenses en un momento difícil para las relaciones de EEUU consigo mismo y con sus valores, con el mundo y los musulmanes, con su papel y su capacidad para enderezar su destino y mejorar su imagen. Como si los estadounidenses hubieran votado para cambiar EEUU en EEUU, para cambiar EEUU en el mundo y cambiar también el mundo.

Ayer no nos quedó otra que sentarnos delante de la pantalla. No es necesario recordar la importancia del portavoz y de su país, estemos de acuerdo o no, ni de la importancia del lugar que eligió, del momento en el que lanzó su mensaje y del público al que iba dirigido ese mensaje. Parece claro que EEUU ni puede dimitir del destino del mundo islámico ni de su propio destino. Necesita de sus mercados, de sus recursos y necesita su desarrollo. La única opción es convivir sobre la base del reconocimiento mutuo, de la colaboración, de la búsqueda conjunta de la seguridad, la estabilidad y el crecimiento.

El discurso que ha modelado con cuidado, habilidad, responsabilidad y valor requiere una lectura detallada para recoger todas las posturas, mensajes y señales que contiene. Lo requiere porque el portavoz no es un profesor universitario ni un joven soñador. Es un hombre que ha querido decir que la gran potencia única ha hecho una revisión de estos años y no teme reconocer que ha cometido errores, que ha decidido dirigirse al mundo con la mano tendida y no con el puño cerrado y nervioso. EEUU busca socios que le alienten y no imponerse a ellos. Y estos socios también tienen que llevar a cabo revisiones necesarias sobre la base del respeto mutuo, los valores comunes y los intereses que pueden asentar una colaboración en el camino del futuro.

Mensajes sinceros y claros cargados de garantías y retos. No hay lugar para el terrorismo sean cuales sean sus pretextos. Es inevitable un Estado palestino pero su establecimiento impone, como ha dicho Obama, el reconocimiento del derecho a la existencia del otro Estado. El Estado palestino es un interés palestino, israelí y estadounidense y no es aceptable la ampliación de los asentamientos. Irán tiene derecho a una energía nuclear con fines pacíficos pero la bomba iraní tampoco es aceptable. Se pide respeto a las creencias, a los derechos de la mujer y de expresión, y a las minorías en las dos direcciones.

Es muy probable que el discurso no sea solo un discurso de «relaciones públicas» sino el balance de la lectura de los intereses prácticos de EEUU en un mundo de intereses y crisis cruzados; las lecciones de los últimos años han demostrado la imposibilidad de imponer un uniforme único a los Estados y pueblos de este mundo porque pertenecen a eras diferentes en cuanto a evolución económica y cultural y leen libros también diferentes. El profundo respeto manifestado por Obama al mundo islámico sitúa a este mundo ante el examen de garantizar las condiciones de la colaboración en sus Estados y sociedades.

Ahora hay que esperar para saber si Obama tiene capacidad después de confirmar que deseo no le falta, para saber si el mundo islámico tiene deseo y voluntad para incorporarse a participar en intereses, diálogo y soluciones.

La curiosidad periodística me pudo al término del discurso. Está claro que Osama Ben Laden lo consideraría una amplia respuesta violenta a «los ataques de Nueva York y Washington», pero, ¿qué sentiría Netanyahu al escuchar a Obama hablar del Estado, los asentamientos y Jerusalén? ¿Y qué sacaría en claro Ahmadineyad? ¿Qué sentiría Jáled Mishaal? ¿Qué lectura haría Hasán Nasralá? ¿Qué sentirían gobiernos y partidos? El visitante perturbó a los espectadores sobre todo al referirse al atractivo del «Gran Satán».

Fuente: http://www.daralhayat.com/

Traducción del árabe de Alfanar