Con las elecciones congresionales de noviembre ante la puerta, la querella política se agudiza en Estados Unidos y los partidos demócrata y republicano hurgan en las trastiendas para hallar cadáveres en el closet y exponerlos ante la opinión pública. La última de estas polvaredas ha sido el descubrimiento del escándalo sexual del legislador Mark Foley, […]
Con las elecciones congresionales de noviembre ante la puerta, la querella política se agudiza en Estados Unidos y los partidos demócrata y republicano hurgan en las trastiendas para hallar cadáveres en el closet y exponerlos ante la opinión pública. La última de estas polvaredas ha sido el descubrimiento del escándalo sexual del legislador Mark Foley, que envió mensajes sexuales explícitos a jóvenes mensajeros del Congreso. Tanto legisladores demócratas como el periódico conservador ‘The Washington Times’ han exigido la dimisión del presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Dennis Hastert, al considerar que los republicanos «taparon» el comportamiento de Foley.
Foley, que representaba a un distrito del sur de Florida, renunció a su cargo el viernes después de que salieran a la luz pública una serie de mensajes electrónicos de contenido sexual. Bush declaró: «Me sentí asqueado por la revelación y decepcionado porque (Foley) hubiera violado la confianza de los ciudadanos que le eligieron para el cargo». Esta gresca ha dejado atrás la intención del partido republicano de enfatizar la seguridad nacional y la llamada «lucha antiterrorista» en su campaña comicial. Una vehemente homofobia se ha desatado.
El gobierno cavernario y retrógrado de George Bush adoptó en su plataforma electoral algunos argumentos en contra de los derechos de los homosexuales. Los movimientos de gays y lesbianas que se han desarrollado y fortalecido en los últimos tiempos son un síntoma de una mentalidad más madura y desprejuiciada. Las nuevas generaciones no han absorbido los convencionalismos y fobias de sus mayores y admiten que las conductas heterodoxas no deben formar parte de una condena social ni de una reprobación moral. Estados Unidos es uno de los países más atrasados en ese sentido y el gobierno de Bush, con su facistoide puritanismo mojigato, ha agudizado el cerco gubernativo contra quienes eligen una forma disímil de manifestación sexual.
Estas inminentes elecciones definirán en buena medida el futuro del país. Después que Franklin Delano Roosevelt ganó en 1932 los republicanos no volvieron a triunfar en veinte años, hasta Eisenhower en 1952. El Demócrata Kennedy ganó en el 61 y Lyndon Johnson, su sucesor, permaneció en la Casa Blanca hasta 1969. En el 64 los Republicanos perdieron las elecciones con Barry Goldwater de candidato, quien sólo ganó seis de cincuenta estados. En el 68 fue electo Nixon. Los Demócratas retomaron el poder con Carter en el 77. La Era de Reagan se inicio en 1981 y duró hasta el 93 con Bush.
Ningún otro presidente de los Estados Unidos en tiempos recientes -salvo Kennedy -, llegó al poder abriendo tanta esperanza en su gestión, suscitando tanta expectativa de cambios como Clinton. Sin embargo, en el preciso momento del repunte, las elecciones parciales marcaron una debacle para el partido Demócrata y constituyó un referéndum negativo para aquél presidente. El pueblo puso a los demócratas en minoría en el Congreso, no obstante ello Clinton ganó su reelección.
Los Republicanos son ahora mucho más conservadores que antes y los Demócratas se muestran un poco más liberales. Los centristas se han eclipsado y los extremistas, de uno u otro signo, están tomando las riendas. Se han producido enfrentamientos más agresivos, menos conciliaciones, un diálogo improductivo. Pero aún así existen matices
El proyecto económico republicano tradicional incluye cortes en la asistencia social, limitaciones a la migración, merma de los presupuestos dedicados a educación y cultura, eliminación de buena parte de los subsidios agrícolas, aminoración del número de becas. También se pretende fortalecer el sistema judicial, sostener la pena de muerte, incrementar la construcción de prisiones. En el plano fiscal plantean reducir el impuesto a la ganancia de capital y limitar el gasto público.
Ningún gobierno había llegado a los extremismos en que está incurriendo el actual presidente Bush con su pretensión de dominio mundial usando la excusa de la cruzada antiterrorista; a lo cual se añade la limitación de los derechos civiles a los estadounidenses con el pretexto de controlar a los fanáticos fundamentalistas. El partido republicano nunca fue tan antipopular y elitista, tan agresivo y derechista como en esta administración de Bush.
El escándalo Foley pudiera ser un elemento decisivo para el electorado a la hora de reflexionar ante las urnas. Si los republicanos pierden su mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes ello significará una contención de la ambición absolutista de los halcones de la Casa Blanca. La ocupación de Irak, que ya es bastante impopular, hallará obstáculos para el otorgamiento de nuevos y onerosos presupuestos para las conquistas imperiales.