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En Egipto nada está totalmente decidido

Fuentes: Le Monde Diplomatique

Traducido para Rebelión por Susana Merino

La cadena satelital Al-Arabiya, competidora de Al-Jazira y afin a Arabia Saudí, publica una noticia asombrosa: el ex ministro del Interior, el responsable durante años de las detenciones y la tortura en Egipto, Habib Al-Adly, es sospechoso de hallarse implicado en el atentado del 31 de diciembre pasado contra la Iglesia en Alejandria (» Probe starts on Adly’s reported role in Alex church attrack. Ex-minister suspected behind Alex church bombing «, 7 de febrero).

«Según fuentes diplomáticas británicas, el ex ministro del Interior creó hace seis años una organización dirigida por 22 oficiales que utilizaba a antiguos islamistas radicales, traficantes de drogas y agencias de seguridad para, llegado el caso de que el régimen se viera en dificultades, llevar a cabo actos de sabotaje en todo el país».

Es preciso agregar, con relación a los coptos, que el poder quería atizar las divisiones entre musulmanes y cristianos para poder erigirse en garantía de estabilidad. Por otra parte desde el comienzo de los acontecimientos y cuando la policía desapareció de las calles no volvió a producirse ningún atentado contra los lugares cristianos de culto. En muchos casos los sacerdotes e imanes rezaron juntos protegidos por los jóvenes.

Ahora bien, el domingo pasado el vicepresidente Omar Suleiman, el hombre de los servicios secretos, mantuvo una reunión con la oposición (incluidos y esto es histórico, los Hermanos Musulmanes). El objetivo del poder es ante todo dividir a la oposición y eludir la exigencia central de los manifestantes: la inmediata salida del presidente Mubarak.

Ciertamente Mubarak eligió un vicepresidente y anunció que no se presentará a las elecciones presidenciales de septiembre; nombró un nuevo gobierno y algunos de los elementos más comprometidos y más corruptos (como el ex ministro del Interior) han sido arrestados; los dirigentes del Partido Nacional Democrático, el partido casi único han renunciado y han sido reemplazados. Y se sienten los crujidos del sistema, reflejados en la prensa oficial como Al-Ahram (así la primera plana del diario, hasta ahora reservada a las actividades del presidente, el 8 de febrero habla de las organizaciones que comenzaron a manifestarse el 25 de enero y que están tratando de crear una agrupación política)

La liberación de Wael Ghonim, jefe de márketing de Google en Medio Oriente y en el norte de África y uno de los instigadores de las manifestaciones del 25 de enero, confirma las dilaciones del poder (Issandr El Amrani, » Wael Ghonim relaunches the revolution «, The Arabist, 8 de febrero).

Pero en lo esencial, si bien algo quebrado, el régimen policial permanece. La desaparición de las fuerzas policiales no debe ilusionar. El testimonio de un periodista del New Yotk Times sobre su arresto y sobre lo que ha visto en las cárceles secretas (centenares de prisioneros políticos, gente golpeada y torturada, etc.) lo demuestra (Souad Mekhennet et Nicholas Kulish, » 2 Detained Reporters Saw Police’s Methods «, 6 de febrero).

En segundo lugar el ejército. Sus altos mandos están profundamente unidos a Mubarak, él mismo militar (desde 1952 el poder está controlado por el ejército), que constituye, preciso es no olvidarlo, también una fuerza económica que dirige no sólo la industria militar sino también otras industrias civiles. Allí una parte de sus miembros, especialmente los oficiales superiores, tienen asegurados sustanciosos ingresos. Ha rechazado participar en la represión pero tampoco está del lado de los manifestantes. Está buscando como Mubarak acabar con el movimiento y asegurar una transición «tranquila» que equivale a mantener el mismo régimen sin Mubarak. El ejército se halla sin duda dividido (y se resiste también a intervenir para no profundizar la división), no está al margen de las corrientes que irrigan la sociedad egipcia, pero por el momento ha logrado mantenerse unido y preservar su estabilidad.

En esta situación abierta, dado que la victoria de las fuerzas democráticas está lejos de hallarse asegurada, muchos intelectuales y políticos franceses y extranjeros se preocupan por las amenazas que se cernirían sobre el porvenir de Egipto y no sobre la continuidad de la dictadura (lire Pascal Boniface, lea: » Adler, BHL et Finkielkraut anxieux face à la perspective d’une Egypte démocratique «, 7 de febrero). Para los que raramente protestaron por la represión en Egipto o en Túnez (millones de personas arrestadas, torturadas, condenadas) y que mantienen silencio con relación a Marruecos, el peligro no está en la continuidad del régimen, sino en los Hermanos Musulmanes.

Este modo de decidir por otros pueblos es característico de una visión colonial, de una visión de superpotencia. Nadie se sorprende cuando el presidente Obama afirma que es necesario que se vaya Mubarak, ¡que se vaya ya! (now!) Nadie se asombra de que después de apoyar al dictador durante decenios, los países occidentales digan que ha llegado el momento de cambiar. Por otra parte resulta paradójico que Mubarak utilice esas injerencias para acusar a la oposición de pro estadounidense y hasta pro israelí.

Intentemos una comparación osada. Imaginemos que luego de las elecciones presidenciales estadounidenses del año 2000, cuyos resultados fueron dudosos y la victoria de George W. Bush problemática, un dirigente chino, ruso o egipcio, hubiera ido a los EE.UU. a explicarle al Senado lo que habría que hacer.

Mientras tanto las manifestaciones se mantienen en Egipto y la oposición espera reunir aún un millón de personas. Siempre con la misma reivindicación: la salida inmediata de Mubarak…

Fuente: http://blog.mondediplo.net/2011-02-08-En-Egypte-rien-n-est-joue

rCR