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Ensayo sobre la ceguera (política)

Fuentes: Rebelión

«Ensayo sobre la ceguera» es el título de una de las obras más conocidas del premio Nobel de Literatura José Saramago. El autor nos plantea como argumento central la pérdida generalizada de la visión y la expansión, de manera fulminante, de la ceguera entre la población. A partir de ahí, las personas deberán enfrentarse a […]

«Ensayo sobre la ceguera» es el título de una de las obras más conocidas del premio Nobel de Literatura José Saramago. El autor nos plantea como argumento central la pérdida generalizada de la visión y la expansión, de manera fulminante, de la ceguera entre la población. A partir de ahí, las personas deberán enfrentarse a la voluntad de sobrevivir a cualquier precio. Partiendo de esta obra literaria podríamos decir que ese mismo título, y posiblemente también el argumento, puede denominar el estado de la mayor parte de la clase política europea, cuando menos en los países de la llamada periferia sur o del mediterráneo; aquellos más golpeados por las recetas de austeridad y recortes de derechos, ya sean sociales, laborales o políticos que se extienden como una mancha de chapapote. Hagamos un pequeño repaso.

Los días pasados se podían leer en la prensa las declaraciones del ministro de economía y vicecanciller de Alemania en relación a la situación creada tras los resultados electorales en Italia. Exhortaba a continuar el camino de las reformas estructurales (sinónimo de recortes y austeridad a ultranza aplicados a la mayoría de la población) iniciadas por el último primer ministro, Mario Monti. Lo decía con la ceguera adquirida que no le permitía ver que el pueblo italiano ha expresado con absoluta claridad su contundente rechazo a esas medidas. Mario Monti difícilmente obtuvo el 10% de los votos, el PD (centro-izquierda), valedor principal de dichas reformas apenas pudo ganar las elecciones, la derecha pierde un porcentaje importante y surge con fuerza inusitada el Movimiento 5 Stella. Como consecuencia, la totalidad del sistema político tradicional italiano se tambalea hasta sus cimientos y amenaza con extenderse, en sus efectos, políticos y económicos, por el resto del continente.

En Portugal, cientos de miles de personas recuperaban recientemente el canto que dio paso a la «revolución de los claveles», en 1974, y que terminó con el viejo régimen dictatorial. Miles y miles de gargantas cantaban, el sábado 2 de marzo por todo el país y tanto jóvenes que tenían que seguir la letra en papeles como viejos que la vivieron hace casi treinta años, «Grândola, vila morena». Era una forma de nuevo anuncio del fin necesario del régimen neoliberal dominante que empobrece a la mayor parte de la población con medidas cada vez más impopulares, que únicamente benefician a los llamados mercados y que son impuestas por la troika (FMI, BCE y CE) como razón de estado y en prueba de la pérdida de la soberanía. Mientras esto ocurre, la clase política gobernante sigue hablando de la necesidad de cumplir con los objetivos de déficit bajo esa supervisión de la señalada troika; todo ello en un ejercicio evidente de ceguera política respecto a la grave situación y demandas del pueblo portugués.

En Grecia, el sistema político y económico se mantiene por una alianza entre conservadores y socialdemócratas para cerrar el paso a la que en las últimas elecciones se convirtió en segunda fuerza política (Syriza), precisamente con un programa que denunciaba y se oponía a los recortes impuestos que han llevado al empobrecimiento de la población. Antes el llamado pueblo soberano griego, en la conocida como cuna de la democracia occidental, había sufrido la designación a dedo por parte de los verdaderos poderes económicos de la vieja Europa de un primer ministro tecnócrata, garantía de imposición de las medidas de austeridad y recortes brutales. Y cuando el pueblo griego expresa su decisión de cambio en las últimas elecciones, se da la alianza entre conservadores y socialdemócratas, convenientemente presionados, para que Grecia siga autoimponiéndose nuevos recortes y más empobrecimiento.

Hace tiempo a esa alianza se la hubiera definido como «contra natura». Sin embargo, las presiones y miserias del sistema dominante han demostrado, han visibilizado, que no hay nada contra natura (salvo la totalidad del mismo sistema) en la unión de la derecha y de la llamada izquierda mientras se siga jugando en el campo marcado del capitalismo neoliberal. Éste dicta las reglas, las normas del juego, y éste además es el director articulando el papel de cada componente de la orquesta. Es decir, el juego está trucado, la melodía escrita, y la clase política tradicional ciega ante tanta barbaridad mientras pueda seguir conservando su cada vez más pequeño coto de poder.

El estado español es el colmo de este ensayo sobre la ceguera. A todas las medidas de recortes de derechos sociales, laborales y políticos, de recortes de dignidad, se le suman cada día ejemplos evidentes de corrupción. Hasta en los grados más bajos de las escuelas, el alumnado puede enumerar los casos más escandalosos. Si antes en cualquier patio de colegio se citaban los jugadores o cantantes de moda, hoy cualquiera conoce y comenta sobre los elefantes del rey, Noós y Urdangarin, Ana Mato y lo caro que está el confeti para las fiestas de cumpleaños, o Bárcenas y los sobres. Así, el asunto alcanza todo el abanico de comentarios posibles entre la población y al margen de la clase política dominante: desde el sarcasmo y la broma hasta la indignación. En este último sentido, las manifestaciones se multiplican, las mareas blancas, violetas o multicolores se repiten y crecen día a día en la defensa de los derechos, al igual que en la necesidad de decidir por nosotros y nosotras mismas sobre nuestro presente y futuro.

Pero la ceguera (y cierta estupidez) llega al nivel máximo y tratan de mentir y ocultar en un ejercicio casi indecente de insulto a la inteligencia del pueblo tomándolo por menor de edad o, simplemente, sin capacidad para reaccionar. Esa clase política tradicional, hablemos tanto de la derecha como de la pseudoizquierda acomodadas en el sistema, sigue convencida de que no tendrá alternativa y que, por consiguiente, la marea de indignación pasará y ellos seguirán turnándose en el reinado y gobernando en los tiempos venideros. Es, una vez más, la ceguera política, que también causa un grado considerable de borrachera de poder y despierta la ambición por mantenerlo a cualquier precio.

Así, y tras este breve repaso de la situación en la periferia sur de Europa, queda una vez más en evidencia esa situación de ceguera política. Están ciegos pues no ven, no quieren ver, que las políticas de austeridad y recortes no están sino agudizando el empobrecimiento de la población. No generan empleos, sino bien al contrario, cada día más paro que mes a mes comprobamos en las frías estadísticas. Producen, no aumento de la riqueza para su mejor redistribución, sino recortes de derechos sociales, laborales y políticos que convierten más y más a este sistema en una sombra (mera apariencia) de cualquier modelo de democracia.

Esa clase política tradicional, hoy en gran medida simple marioneta de los poderes económicos, piensa que los pueblos siguen perdidos en sus sueños. No se dan cuenta que los pueblos están dejando de soñar un futuro mejor (de dormir) para, algo mucho más efectivo, despertar y construir ese presente y futuro mejor. Ser dueños del mismo porque, como dice precisamente la letra de la canción portuguesa que al principio citábamos, «Grândola, vila morena»: «e povo é quem mais ordena».

Jesus González Pazos es miembro de Mugarik Gabe

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.