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Entre un fuego infernal y una frontera sellada

Fuentes: Al-Jumhuriya English

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

Una de nuestras compañeras, que en estos momentos está huyendo de los bombardeos rusos y del régimen de Asad en el sur de Siria, relata la espantosa experiencia vivida estos últimos días y las sombrías perspectivas para los que están aún por venir.

No eran muchos los que esperaban una guerra a tamaña escala en la sureña región siria de Hawran -la meseta volcánica que se extiende desde el borde de Damasco a través de las provincias de Quneitra, Suwaida y Daraa hasta el noroeste de Jordania-. Las conversaciones en marcha desde mediados de febrero acerca de una batalla inminente en Daraa eran un tanto imprecisas, con los garantes internacionales y regionales decididos desde hace tiempo a dar la impresión de que el destino de Hawran iba a ser diferente del de otras regiones, y que los acuerdos a alto nivel ahorrarían a esta planicie revolucionaria la guerra de exterminio y desplazamiento que había asolado otras zonas del país. Sin embargo, es evidente que el régimen de Damasco no está dispuesto o no puede desistir de las prácticas que se han convertido en el sello distintivo de su belicismo.

Warda al-Yassin, que ha escrito varios artículos para Al-Jumhuriya en árabe (y este que fue traducido al inglés) sobre la situación de Daraa últimamente, no pudo escribir esta vez porque estaba escapando intentando buscar refugio en dirección a la frontera jordana cuando todo a su alrededor empezó a transformarse en un infierno. «Warda al-Yassin» es el seudónimo de una mujer de Hawran, que confiaba en que el futuro cercano pudiera ofrecerle una vida mejor. Pero la fuerza aérea rusa tenía otras ideas.

Cuando hablo con Warda a través de la aplicación de Messenger, lo primero que dice es que está «muy triste», no enfadada, ni asustada, sino triste. Cuando pude entrar en contacto con ella, circulaba un informe sin confirmar entre sus compañeros refugiados que decía que la ciudad de al-Hirak, el «icono de la revolución», como la gente de Hawran la llama, había caído ante las fuerzas del régimen después de que cientos de ataques aéreos la hubieran reducido a escombros.

Warda había escrito hacía sólo pocos meses sobre cómo la vida había regresado a al-Hirak, donde ha residido hasta que empezó la reciente campaña militar. Dice que abandonó la ciudad junto con la mayor parte de sus habitantes cuando se intensificaron los bombardeos hace aproximadamente una semana. No esperaba que la escala de la campaña fuera tan grande, creyendo, como todos los que escaparon con ella, que podría volver pronto. Desde al-Hirak, se dirigió primero hacia el sur, a Saida, dejando ayer esta ciudad con otro grupo una vez que la batalla se convirtió una carnicería con la entrada de la fuerza aérea rusa y el horizonte incendiado en todas las direcciones.

Warda dice que abandonó Saida por miedo al intenso bombardeo y por la perspectiva de avance de las fuerzas del régimen. La única dirección posible era hacia las fronteras jordanas, ahora están totalmente selladas una vez que las autoridades jordanas declararon que su país no iba a acoger a un solo refugiado sirio más, añadiendo que si la ONU deseaba ayudar a cualquier sirio recientemente desplazado, tendría que hacerlo sobre suelo sirio.

Los medios de comunicación del régimen sirio hablan de la existencia de pasajes hacia las zonas controladas por el régimen y parece ser que las familias que escogieron esa opción fueron inmediatamente trasladadas a campamentos. Según Warda, esta posibilidad sólo es para quienes tienen la seguridad de no estar siendo buscados por el régimen, o para aquellas familias que no tienen ningún miembro que haya participado en algún tipo de actividad de la oposición, pero para nadie más porque el régimen continúa torturando a los detenidos hasta la muerte. La idea de reunir a los desplazados forzosos en campos es suficiente en sí misma para hacer que la salida a través de los cruces del régimen resulte, para muchos, desalentadora.

Junto a sus compañeros, Warda llegó a una zona cercana a la frontera jordana y a la ciudad de Nasib, en el extremo sur de la provincia de Daraa. Describe el lugar en el que está ahora residiendo con varias familias como «una casa pequeña hecha de bloques de cemento, con techo de hojalata, utilizada originalmente por los campesinos durante la temporada de la cosecha de aceituna. Su tamaño es de alrededor de 40 m2, con un pequeño aseo y un pozo de agua frente a ella».

Esta pequeña casa agrícola no es la única existente en el lugar, está rodeadas de muchas otras similares, llenas ahora todas ellas de personas desplazadas. Está situada sobre una pequeña colina que domina la llamada «ruta de la guerra» hacia el norte y, hacia el sur, las llanuras divididas por la frontera jordana, junto a la que se extiende el pueblo de Yaber y a continuación la ciudad de Mafraq. Warda dice que no puede ver bien a simple vista la alambrada de espino desde donde está, pero que todo el mundo sabe que la cercana frontera está repleta de cámaras de vigilancia y de puestos de control del ejército jordano, por eso nadie contempla siquiera la posibilidad de acercarse a ella. También en esas llanuras se halla el cruce de frontera que el régimen intentó recuperar desesperadamente el año pasado luchando sin éxito; se dice que el cruce de Nasib es uno de los puntos de disputa más espinosos de las negociaciones que tienen lugar a puerta cerrada sobre el destino del sur del país.

La cercana «ruta de la guerra» es la única carretera que conecta las zonas rurales que se extienden al este y oeste de Daraa (Warda escribió un artículo sobre esta cuestión en enero). Es el salvavidas para aquellas partes del campo de Daraa que están fuera del control de régimen, que actualmente están siendo cruzadas por cientos de coches que trasladan personas del este al oeste y hacia Quneitra.

Se me ocurre que la batería del móvil de Warda podría agotarse, por eso le digo que debería cortar ya en caso de que necesite la que le quede, pero me contesta que la gente ha llevado baterías auxiliares portátiles y paneles solares. Todos los que se hallan donde ella está se cuidan ellos mismos, no hay ninguna organización de ayuda que llegue desde el otro lado de la frontera. Miles de personas internamente desplazadas se encuentran atrapadas a lo largo de la frontera jordana.

Desde su colina, los desplazados tienen una visión clara de los aviones y helicópteros de combate desde los que les disparan misiles y bombas de barril, al igual que escuchan perfectamente los sonidos de los ataques, enfrentamientos e intercambios de proyectiles, especialmente en los frentes cercanos de la ciudad de Daraa. Las facciones que allí hay están combatiendo al régimen por sus vidas, ya que si este consigue avanzar hacia la frontera jordana, habrá separado la zona rural oriental de la occidental y cortado en dos la ruta de la guerra.

Warda dice que ella y sus amigos piensan dirigirse al oeste, a través de la provincia de Daraa hacia la zona rural de Quneitra, cercana a la frontera con los ocupados Altos del Golán, donde han llegado ya miles de desplazados creyendo que los aviones de combate no les atacarán al estar cerca los soldados israelíes en la zona de desenganche supervisada por la ONU. Minutos después llegó la noticia de que la aviación había bombardeado el pueblo de al-Rafid, cerca de Quneitra, por lo que abandonaron la idea que se les había ocurrido cuando comprendieron que las autoridades jordanas ni iban a abrir la frontera ni a proporcionarles ayuda alguna.

Ayer por la tarde, los activistas jordanos lanzaron una campaña en Internet con el eslogan «Abrid las fronteras», pidiendo a su gobierno que acogiera a los refugiados sirios, sin éxito alguno hasta ahora. Después, fuentes no verificadas hablaron de negociaciones y de un alto el fuego de doce horas, pero no tardaron en averiguar que ni Rusia ni sus aliados tenían intención de cumplirlo, mientras los mismos informes decían que Moscú rechazaba todo lo que no fuera una rendición incondicional de Hawran ante las fuerzas del régimen.

Los civiles de Daraa hacen muchas preguntas, que desde luego no van dirigidas ni al régimen ni a Rusia sino a las facciones de la oposición armada; preguntas sobre el apagón en los medios del curso de la batalla y la verdad acerca de la situación y las negociaciones secretas que están llevándose a cabo -y quizá aún lo estén- y los posibles acuerdos sobre los que los civiles no saben nada, aunque sean ellos los que van a tener que pagar el precio. Esta opacidad y descuido, dice Warda, ha planteado interrogantes sobre las facciones, y muchas personas en Hawran creen que hay armas pesadas sin utilizar en sus depósitos, y que tras las declaraciones oficiales sobre tenacidad y victoria hay acuerdos tácitos y entendimientos de naturaleza diferente.

Staffan de Mistura, Enviado Especial de la ONU para Siria, ha declarado con toda frialdad que el escenario de Guta oriental está a punto de repetirse en Daraa, que lo lamenta porque complica el trabajo de su consejo constitucional. Rusia dice que no va a retirarse del acuerdo de desescalada en el sur mientras sus aviones están muy ocupados destruyendo vidas y demoliendo hospitales. El gobierno jordano declara que está cumpliendo todo lo que puede con sus deberes humanitarios al mismo tiempo que dice que no va a proporcionar ayuda a ningún sirio más. Este es el mundo al que se enfrenta hoy el pueblo de Hawran, algunos de cuyos integrantes aún no han perdido la esperanza; «esperanza», como dijo Warda al final de su relato, «en vivir lo suficiente para contar lo sucedido».

Sadik Abdul Rahman es el editor jefe de Al-Jumhuriya en lengua árabe.

[Nota del editor: Este artículo se publicó originalmente en lengua árabe el 29 de junio de 2018, y fue traducido al inglés por Alex Rowell.]

Fuente: https://www.aljumhuriya.net/en/content/between-hellfire-and-closed-border

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org   como fuente de la misma.