Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
La noticia de que el presidente Barack Obama ha elegido al general David Petraeus como director de la CIA provoca preguntas inquietantes, incluida la de si el comandante más asociado con las guerras en Iraq y Afganistán tolerará un análisis objetivo de esos dos conflictos.
¿Qué pasará si los analistas de la CIA evalúan las perspectivas de éxito en esas dos guerras como atroces y concluyen que las «oleadas» de tropas impulsadas de modo tan público por Petraeus desperdiciaron las vidas de los soldados estadounidenses y muchos miles de millones de dólares del contribuyente? ¿Apreciará el director de la CIA Petraeus ese análisis crítico o lo castigará?
El nombramiento de Petraeus también sugiere que el presidente valora poco la obtención de información correcta sobre esos temas cruciales relacionados con la guerra. Si quisiera el tipo de análisis de la inteligencia que, a veces, podría cuestionar a los militares, ¿por qué entrega el puesto de la CIA a un general con un inmenso incentivo para rizar el rizo respecto al «progreso» logrado durante su comando?
Petraeus ya tiene el historial de alguien que ve a los analistas escépticos de la CIA como mosquitos que hay que aplastar de un palmetazo antes de que piquen. Por eso los relegó a una condición de pasajeros incómodos durante el proceso crucial de toma de decisiones a finales de 2009 sobre qué hacer respecto a Afganistán. Cuando Obama expresó dudas sobre el valor de una gran escalada en Afganistán, Petraeus le aseguró que él y sus generales lo habían calculado todo, que bastaría con 33.000 soldados más.
Ni siquiera asignaron analistas de la CIA para hacer una Estimación Nacional de Inteligencia (NIE), que normalmente es un paso de rigor antes de tomar alguna decisión presidencial significativa como un incremento a gran escala de una guerra. Notablemente, no se preparó ninguna NIE antes de la decisión del presidente de aumentar el número de soldados estadounidenses a 100.000 a finales de 2009.
Dicho sea a su favor, el teniente general retirado de la Fuerza Aérea, James Clapper, quien llegó a ser director de Inteligencia Nacional en agosto de 2010, insistió en que se prepararan dos NIE en el otoño pasado, una sobre Afganistán y otra sobre Pakistán.
La que se hizo sobre Afganistán concluyó que EE.UU. no se podría imponer sin una firme decisión de Pakistán de eliminar a los talibanes a lo largo de la frontera con Afganistán. La que se hizo sobre Pakistán dijo, en jerga local, que habrá una posibilidad cuando las ranas críen pelo de que los paquistaníes tomen una decisión semejante. ¿Ergo?
Las conclusiones aleccionadoras de las NIE fueron apoyadas por una mina de 92.000 documentos escritos en su mayoría por fuerzas de EE.UU. en Afganistán de 2004 a 2009 y publicadas por WikiLeaks el 25 de julio de 2010.
La información más detallista de WikiLeaks sacó a la luz la brutalidad e ineficacia de la guerra dirigida por EE.UU. en Afganistán, particularmente la esperanza vana de que los paquistaníes cambien su visión estratégica y ayuden a EE.UU. a sacar las castañas del fuego afgano.
Buena suerte en la persuasión de Pakistán
Tal vez las revelaciones más explosivas desvelaron el doble juego de la Dirección de Inteligencia Entre Servicios paquistaní (ISI). Der Spiegel informó: «Los documentos muestran claramente que esta agencia de inteligencia paquistaní es el cómplice más importante que los talibanes tienen afuera de Afganistán».
Los documentos revelan que los enviados del ISI no solo están presentes cuando los comandantes insurgentes realizan consejos de guerra, sino que además dan órdenes específicas para realizar asesinatos, incluso, según un informe, un atentado contra la vida del presidente afgano, Hamid Karzai, en agosto de 2008.
El ex jefe de inteligencia paquistaní, el general Hamid Gul, se presenta como una importante fuente de ayuda a los talibanes e incluso, en otro informe, como un «líder» de los insurgentes. Los informes muestran a Gul ordenando ataques suicidas y lo describen como uno de los proveedores más importantes de armamento a los talibanes.
Aunque el gobierno paquistaní ha desmentido furiosamente las quejas del gobierno de EE.UU. sobre Gul y el ISI respecto a vínculos secretos con los talibanes e incluso con al-Qaida, la evidencia ciertamente provoca serias preguntas sobre lo que los paquistaníes han estado haciendo con los miles de millones de dólares entregados por Washington.
No importa. En 2009, el presidente Obama decidió consagrar la campaña de «contrainsurgencia» del general Petraeus, en la que las Fuerzas Especiales de EE.UU. rompen a patadas puertas afganas de noche, los drones aterrorizan a supuestos «militantes» y se destruyen aldeas enteras con el fin de «salvarlas» de los talibanes, una manera verdaderamente extraña de ganar corazones y mentes.
De vuelta a EE.UU.: los analistas de inteligencia de EE.UU. contemplaban consternados. Los que ya peinan canas se acordaban de tácticas semejantes fracasadas y de evaluaciones distorsionadas de inteligencia del comando militar de EE.UU. en Vietnam.
El fantasma del pasado de Westmoreland
Al ver la actuación de Petraeus, veo a menudo el fantasma del general del ejército William Westmoreland contra quien se confirmaron acusaciones de deliberada distorsión y deshonestidad una vez que los analistas de la inteligencia tuvieron -literalmente- su día en un tribunal posterior a la Guerra de Vietnam.
En 1967, para demostrar «progreso» en la guerra, Westmoreland ordenó a sus oficiales de Inteligencia que no sobrepasaron los 299.000 en su recuento total de comunistas armados en Vietnam del Sur. Se temía que si los periodistas hacían un poco de aritmética básica verían que todos los recuentos de cuerpos y «la guerra de desgaste» eran un engaño.
Todas las agencias de inteligencia de EE.UU., con la excepción de la del ejército, estuvieron de acuerdo en que la cantidad de comunistas combatientes era casi el doble, y pronto se demostró que, trágicamente, tenían razón durante la ofensiva del Tet en todo el país a finales de enero-comienzo de febrero de 1968.
Por lo tanto, ¿cuál es el cálculo actual de Petraeus de la cantidad de talibanes que sus fuerzas enfrentan en Afganistán? No existe un cálculo semejante, o es demasiado secreto o demasiado embarazoso para revelarlo. En cuanto a al-Qaida en Afganistán, los servicios de inteligencia de EE.UU. tienen un cálculo de entre 50 y 100; no, no miles, solo entre 50 y 100.
Además, parece que han destinado poca reflexión al desalentador desafío del reaprovisionamiento de las tropas de EE.UU. en Afganistán. En Vietnam, el reaprovisionamiento fue pan comido en comparación con el desafío de llevar suministros a Afganistán a través de Pakistán, por el Paso Khyber, y dentro de Afganistán.
En casa, los estadounidenses se quejan por tener que pagar a 4 dólares el galón de gasolina. Cuesta 400 dólares llevar un galón a un vehículo del ejército o de los marines de EE.UU. al interior de Afganistán.
Aparte de los obscenos gastos, las largas líneas de aprovisionamiento son extremadamente vulnerables, no solo a ataques de gente que no quiere tropas estadounidenses en su país, sino también a los caprichos de funcionarios paquistaníes que pueden obstruir las rutas de suministro cuando lo desean.
El fin de semana pasado, por ejemplo, una gran multitud que protestaba contra los ataques de drones estadounidenses exigió que terminaran en un mes los ataques, o los manifestantes cortarían una ruta crucial de suministro para tropas occidentales en Afganistán.
Los dos días de protesta atascaron una carretera importante utilizada por camiones para transportar suministros a través de la frontera.
«Bloquearemos por doquier los suministros de la OTAN de Karachi a Khyber si los ataques de drones no se detienen en un mes», dijo Imran Khan, un antiguo jugador estelar de cricket paquistaní convertido en político, a la multitud de manifestantes.
¿Progreso en Afganistán?
Pero el problema central de Petraeus como director de la CIA es que su reputación está inextricablemente ligada a las guerras de Iraq y Afganistán y si son consideradas éxitos o fracasos. Dicho de modo diferente, ¿exigirá el director de la CIA Petraeus que sus analistas vean el vaso medio lleno en vez de medio vacío, tal como lo ha hecho como comandante en esos conflictos?
En marzo, el general Petraeus dijo al Comité de Servicios Armados del Senado sobre la guerra afgana: «Aunque el progreso de la seguridad logrado durante el último año es significativo, también es frágil y reversible». Por lo tanto, insistió, sería desacertado abandonar la misión. Si la formulación «frágil pero reversible» suena familiar, recordaréis que Petraeus la sacó del armario de los clichés varias veces a principios de 2008 para caracterizar el progreso de la seguridad en Iraq.
Evidentemente el general considera que la expresión es un anuncio que sirve para todo uso. Hasta ahora, el Congreso y los medios corporativos serviles han dejado que se salga con la suya.
¿Tenemos que esperar que una vez que Petraeus tome el timón en la CIA, sus analistas de carrera puedan seguir calificando la guerra de Afganistán de empresa descabellada? Si el nuevo director de la CIA insiste en ver progreso -por «frágil y reversible» que sea- ¿arriesgarán su cólera los analistas vulnerables por contradecirle?
Ya veremos, supongo, en cuanto escuchemos que ese anuncio aparece en las evaluaciones analíticas de la CIA. Por el momento, ya sabemos que el optimismo profesional de Petraeus no se comparte ampliamente entre la masa de los analistas de la CIA. Y se siguen acumulando las estadísticas lúgubres. Solo esta semana, la cantidad de soldados estadounidenses muertos en Iraq y Afganistán pasó la marca de los 6.000, y la cifra oficial de heridos es de 43.184.
Otros 54.592 han necesitado evacuación médica del combate. Por lo tanto, cerca de 104.000 soldados de EE.UU. -un mínimo conservador que no incluye a los que caminan heridos, a los que tienen lesión cerebral traumática, suicidios e intentos de suicidio y contratistas civiles- son víctimas de estas largas guerras.
Ante este cuadro, me es difícil creer que el presidente Obama desperdiciaría su menor probabilidad de obtener una evaluación objetiva -sin temor ni favor- de especialistas de la inteligencia con protección de carrera para que le «digan las cosas tal como son», a pesar de los puntos de vista del jefe.
El acertijo no deja de tener precedentes. Hay que pensar en los años ochenta y en los desafíos que enfrentaban analistas honestos que trataban de informar sobre la guerra de la Contra en Nicaragua, a pesar de que estaba dirigida por el jefe, el entonces director de la CIA, William Casey.
Encontrando «inteligencia» sobre Irán
Irán seguirá siendo motivo de preocupación como objetivo de análisis de inteligencia durante el período de Petraeus en la CIA. Lo desconcertante en ese frente es que Petraeus se ha empeñado en usar la «inteligencia» para presentar a Irán desde el punto de vista más desfavorable. Viene a la mente un ejemplo bastante extraño pero instructivo. Tuvo que ver con un esfuerzo estudiado, aunque insincero, de culpar por todos los problemas en el sur de Iraq a la «maligna» influencia de Irán.
El 25 de abril de 2008, el presidente del Estado Mayor Conjunto, el almirante Mike Mullen, dijo a los periodistas que el general Petraeus en Bagdad daría una presentación en «las próximas semanas» en la que suministraría evidencia detallada de «cómo interviene Irán exactamente en Iraq para fomentar la inestabilidad». El equipo de Petraeus alertó a los medios de EE.UU. de un importante evento noticioso en el cual se eshibirían y después se destruirían las armas iraníes capturadas en Karbala.
El periodista investigador Gareth Porte señaló entonces que la idea era llenar las ondas de noticias espectaculares incriminando a Irán como culpable en Iraq durante varios días, con el objetivo «de romper la resistencia en el Congreso y en el público a la idea de que habría que atacar las bases iraníes que apoyaban la interferencia».
Sin embargo, hubo un pequeño problema. Cuando los expertos estadounidenses fueron a Karbala a inspeccionar el supuesto escondite de armas iraníes, no encontraron nada que pudiera vincularse de forma verosímil con Irán.
Para aumentar el enfado en Washington, los iraquíes anunciaron que el primer ministro Nouri al-Maliki había formado su propio comité en el Gabinete para investigar las afirmaciones de EE.UU. e intentar «encontrar información tangible y no basada en especulación». ¡Huy!
El embarazo de Petraeus podría haber sido aún mayor, pero los medios estadounidenses olvidaron convenientemente la presentación prometida. Después de todo el general es muy querido desde hace tiempo por los medios corporativos serviles. La supresión de este episodio por los medios estadounidenses fue un recuerdo contundente de lo difícil que es obtener información objetiva y exacta sobre temas delicados como Irán.
La NIE que detuvo una guerra
Otra pregunta clave es si, como director de la CIA, Petraeus será capaz de mostrar suficiente integridad para enfrentar a los neoconservadores y a otros que están determinados a exagerar la «amenaza» de Irán y aumentar la presión por medio de una acción militar contra las instalaciones nucleares de Irán.
Ha habido una presión creciente para echar por la borda el juicio inánime, al que llegaron con «mucha confianza» las 16 agencias de inteligencia de EE.UU., de que Irán había detenido el trabajo en un arma nuclear a mediados de 2003. A pesar de una fuerte presión de los influyentes neoconservadores de Washington para que se atenuara ese juicio crucial, los dirigentes de la comunidad de la inteligencia se han mantenido firmes -hasta ahora- y han reafirmado esa opinión anteriormente durante este año.
En un capítulo de sus memorias, el ex presidente George W. Bush lamenta que la Estimación Nacional de Inteligencia (NIE) de 2007 sobre Irán haya atado sus manos «del lado militar». Bush agregó este notición (aparentemente no modificado):
«Pero después de la NIE, ¿cómo iba a poder explicar el uso de las fuerzas armadas para destruir las instalaciones nucleares de un país del cual la comunidad de la inteligencia dijo que no tenía un programa activo de armas nucleares?
Ni siquiera el vicepresidente Dick Cheney pudo persuadir a Bush de seguir impulsando la fuerza destructiva a favor de la guerra contra Irán con sus neumáticos reventados por la NIE. El paternal Cheney ha dejado en claro que su protegido lo desilusionó. El 30 de agosto de 2009, Cheney dijo a Fox News Sunday que estaba aislado entre los consejeros de Bush en su entusiasmo por la guerra contra Irán. «Probablemente era un mayor propugnador de la acción militar que ninguno de mis colegas», dijo Cheney cuando se le preguntó si el gobierno de Bush debería haber lanzado un ataque preventivo contra Irán antes de dejar el cargo.
Será muy interesante ver si Petraeus decide manipular el controvertido pero unánime juicio de que Irán no ha trabajado en un arma nuclear desde mediados de 2003. Y, si lo hace, si queda suficiente integridad en las filas de los analistas para resistir una manipulación semejante.
Si Petraeus sintiera señales de revuelta, podría preferir simplemente seguir el ejemplo del último general que dirigió la CIA, Michael Hayden. Siempre listo para hacer su parte por Cheney y sus neoconservadores, el maleable Hayden ofreció públicamente, el 30 de abril de 2008, su «opinión personal» de que Irán está construyendo un arma nuclear, a pesar de las conclusiones de la NIE.
Por si fuera poco, Hayden agregó: «Es mi opinión que la política del gobierno iraní es, aprobada al más alto nivel de ese gobierno, facilitar la muerte de estadounidenses en Iraq… Asegúrense de que haya claridad al respecto.»
Petraeus, cuidadoso con Israel
Petraeus también valora profundamente su relación con destacados neoconservadores que han recibido acceso extraordinario a las zonas de guerra -organizado personalmente por el general- a cambio de su servicio a su persona como sector que lo vitorea en los círculos influyentes de opinión en Washington.
Un par de correos que el general Petraeus envió por descuido a un destinatario no intencionado confirmó su calurosa relación con el neoconservador de la línea dura Max Boot, cuando Petraeus rogó a Boot que evitara toda sugerencia de que él fuera menos que 100% solidario con Israel.
Los correos de Petraeus a Max Boot revelaron que el general de cuatro estrellas renunciaba a su propio testimonio ante el Congreso en marzo de 2010 porque incluía la observación de que «las continuas hostilidades entre Israel y algunos de sus vecinos presentan claros desafíos a nuestra capacidad de impulsar nuestros intereses» en Medio Oriente.
Aunque el testimonio de Petraeus nos pueda parecer a muchos de nosotros perfectamente obvio, no fue lo mismo para los neoconservadores. Rechazaban toda sugerencia de que la intransigencia israelí respecto a las conversaciones de paz sobre Palestina contribuya a los peligros enfrentados por soldados estadounidenses en Iraq y Afganistán o por el pueblo de EE.UU. ante posibles actos de terrorismo dentro del país.
Por lo tanto, cuando el testimonio de Petraeus comenzó a ganar fuerza en Internet, el general rápidamente se volvió hacia Boot, escritor basado en el potente Consejo de Relaciones Exteriores del establishment, y comenzó a dar marcha atrás al respecto.
«Como sabe, yo no dije eso», escribió Petraeus, según un correo enviado a Boot a las 2:27 p.m. del 18 de marzo de 2010. «Es una contribución escrita para constancia».
En otras palabras, Petraeus trataba de demostrar su ortodoxia subrayando que los comentarios estaban solo en su testimonio escrito normal sometido al Comité de Servicios Armados del Senado y que no fueron repetidos por él en su breve declaración oral de apertura.
En otro correo, en el que Petraeus solicitaba la ayuda de Boot para aplastar cualquier controversia sobre las observaciones sobre Israel, el general terminó su mensaje con un militar «Roger» y una lateral cara feliz hecha de una coma, un guión y un cierre de paréntesis. 🙂 – ¡por si fuera poco!
Petraeus envió el ítem de blog de Boot titulado «Una mentira: David Petraeus, Anti-Israel,» que había colgado en el sitio de la revista Commentary a las 3:11 p.m. el 18 de marzo. Sin embargo, parece que Petraeus olvidó eliminar algunos de los otros intercambios entre él y Boot al final del correo.
Los correos también revelan el bombardeo de ideas con Boot sobre cómo ingeniárselas respecto a la potencial controversia sobre el testimonio ante el Senado. A las 2:37 p.m. el 18 de marzo, Petraeus pregunta a Boot: «¿No ayuda si la gente sabe que recibí a Elie Wiesel y a su esposa en nuestra casa el pasado domingo por la noche? ¿Y que seré el orador en el 65 aniversario de la liberación de los campos de concentración a mediados de abril en el Capitol Dome?»
Ocho minutos después, Boot respondió: «No creo que sea relevante porque no te están acusando de ser antisemita».
Entonces Petraeus aliviado responde: «¡Roger! :-)»
Este tipo de alcahueteo no inspira confianza cuando Petraeus cambia su uniforme condecorado del ejército y su comando de la guerra afgana por un traje de civil y la suite del director de la sede de la CIA en Langley, Virginia.
Ray McGovern trabaja con Tell the Word, el brazo editor de la ecuménica Iglesia del Salvador en Washington, DC. Fue oficial del Ejército y analista de la CIA durante casi 30 años y ahora sirve en el Grupo de Dirección de Profesionales Veteranos de la Inteligencia por la Cordura (VIPS). Para contactos: [email protected].
Una versión más breve de este artículo aparece en: Consortiumnews.com.
Fuente: http://www.counterpunch.org/
rCR